Ha pasado ya algún tiempo desde ese día, el día que explotaron la nave espacial supuso un nuevo hito, y encrudeció todavía más si cabe, la ocupación alienígena en la Tierra. Hasta ese día las cosas se sabían, pero no se veían o hacían abiertamente, el humano intuía que sus opciones se reducían a trabajar hasta morir o morir directamente como comida, pero nadie lo había visto nunca, o al menos habían sido muy pocos los que lo habían visto y sobrevivido para contarlo. Sin embargo, cuando explotó la nave empezaron a llegar a sus oídos relatos estremecedores de aquellos que llegaban nuevos a la resistencia. Ya ha escuchado de todo, que los humanos que sirven de alimento son enjaulados al lado de los barracones de aquellos que trabajan, que cuando los sacan de las jaulas, los guisan y cocinan delante de ellos, mientras apenas les llegan las escasas raciones de comida que les proporcionan los alienígenas para subsistir, que los alienígenas han pasado a alimentarse sólo de carne humana, y que la población terrícola está bajando de cantidad tan rápidamente que en apenas un par de años se los van a haber comido a todos, o que a más de uno se lo han empezado a comer vivo, que empiezan por sus extremidades y dejan sus órganos vitales para lo último para prolongar su agonía todo lo que pueden y así conferirle un sabor especial a su carne gracias al miedo que ha corrido por sus venas. Entonces, la duda que muchas veces le despierta por la noche en forma de angustia, tiene que ver mucho con un gran sentimiento de culpabilidad, ¿ha servido para algo lo que han hecho o sólo ha servido para empeorar más todavía su situación? Sin embargo, la angustia suele desaparecer rápidamente, en cuanto su consciente toma el mando de sus pensamientos y su subconsciente queda reprimido, silenciado, en un rincón oscuro de su pensamiento. Vive libre o muere, decían los Revolucionarios Franceses durante la Revolución Francesa, que es lo mismo que decir que la vida no vale la pena vivirla no siendo libre, que el oprimido sólo tiene dos opciones, alcanzar la libertad, o morir tratando de conseguirlo. Por eso la conclusión es sencilla, da igual las represalias, lo que tienen que hacer es explotar todas las naves que puedan ahora que saben como hacerlo.

La explosión de la nave, no sólo ha provocado el recrudecimiento de la guerra con los alienígenas, también ha teñido con un ambiente lúgubre todo el grupo, lo que se suponían no iban a ser más que celebraciones a su llegada, se transformaron en indiferencia, en caras largas, y en miradas melancólicas, y no toda la culpa era de los muertos, porque en el grupo, habiéndose transformado en un pequeño ejercito, las bajas han pasado a considerarse un hecho normal, una circunstancia más ligada a su vida y tan común como el respirar, el guerrero muere igual que después del día viene la noche. Por eso, ha recapacitado, y sospecha que la tristeza tiene una fuente diferente, en este caso proviene de la incertidumbre, del ¿y ahora qué? Todo el mundo sabe, que tienen que tener muchas más naves que la que explotaron, que la guerra, que su condición de supervivientes hace mucho que dejo de ser un hecho excepcional para haberse transformado en su vida normal, así con toda su crudeza, puede que nunca vaya haber una generación de seres humanos que sepa lo que es vivir en libertad. Aun así tampoco es que tengan mucho tiempo para pensarlo, y eso es lo que está salvando la salud mental del grupo, bastante tienen con conseguir comida, agua, y ocultarse de los alienígenas, como para andar preocupándose con el fin de una guerra cuando no saben si siquiera tendrán comida suficiente para alimentar a todo el mundo otra semana.

A veces le dan ganas de preguntarle, de saber que piensa, pero Julia también ha sufrido un proceso parecido al de todo el grupo. Es raro verla hablar, y es todavía más raro verla sonreír, ella también parece sumida en sus pensamientos, probablemente, porque si alguien se tiene que sentir culpable de todo lo que está pasando, tiene que ser ella. Al fin y al cabo, fue la que asumió el peso de defender el ataque a la nave alienígena, la que con su discurso incendió los ánimos guerreros del grupo, la que más que nadie en su cabeza se tiene que estar preguntando a cada momento, en cada instante, ¿y ahora qué? Le gustaría poder ayudarla de alguna forma, pero sabe que no puede, que nada de lo que diga o haga será capaz de calmar aquello que sea que está sintiendo por dentro. Lo único que lograría hacerlo sería conseguir echar de una vez por todas a los alienígenas de la Tierra y eso se escapa por mucho de sus humanas posibilidades. Pero tampoco, al igual que sabe que está haciendo ella, se da por rendido, si él fue el ser humano que descubrió las propiedades de la madera como arma contra los invasores, ¿por qué no se puede volver a cruzar la suerte en su camino y esa vez mostrarle un remedio todavía más poderoso capaz de solventar todos sus problemas? De momento hace lo que todo el grupo, fuerza la sonrisa, sigue comiendo, y trata de reprimir todas las ganas de llorar que a veces la desesperación le provocan, porque ahora la guerra se ha convertido más en un acto de resistencia, en rebasar todos los límites que jamás habían pensando serían capaces de rebasar, en averiguar hasta donde son capaces de llegar con los poco que tienen, con arcos y flechas, con latillas de conservas, viviendo en túneles, y contando con que cada ataque para recuperar su libertad alguno más de ellos estará muerto. Quizás, por eso, lo único que ha cambiado a mejor desde el ataque son las ganas que tienen de comerse el uno al otro él y Julia.