Han sobrevivido siete de veinte, puede que el número de bajas sea demasiado elevado, pero no deja de ser una victoria, de lo contrarío no habría quedado nadie con vida. Siempre que acaba una batalla tiene la misma sensación de no creerse que sigue con vida, y tiende a comprobar la integridad de su cuerpo palpándolo con sus manos, así revisa que todo sigue en su sitio, que no ha perdido nada por el camino. Esto le revela que sigue de una pieza, que una vez más ha vuelto a desafiar a toda lógica y sigue vivo, hace tiempo que debería estar muerto si no fuera por lo caprichoso que es el azar. Julia, que todavía sigue respirando fuerte, agotada del fragor de la batalla, también sigue viva, y así a primera vista tampoco sufrido ningún daño, al menos físico, durante algunos segundos se mirar ambos a los ojos, algo que también se ha convertido en otro ritual al final de cada batalla, y en el que siempre se dicen los mismo. Sin embargo, es demasiado pronto para poder cantar victoria, todavía les queda destruir la nave si quieren volver al campamento con la sensación de un trabajo bien hecho.
El resto de los supervivientes también está en estado de shock, da igual a quien mire porque todos tienen en su rostro escrita la misma frase, “no me lo creo”, nadie se cree que siga con vida, y nadie tampoco termina nunca de creese lo que les está pasando, su vida hace tiempo en que se convirtió en una pesadilla, en un sueño, en una especie de realidad paralela, en un estado de locura permanente para la que todavía no han encontrado remedio. Todo su alrededor ha quedado empantanado de la masa amorfa a la que quedan reducidos los alienígenas cuando son perforados con madera, el único espacio que no está manchado con eso, es el que ellos han defendido con sus vidas, ese es el signo más patente de su victoria, sin embargo, ha sido tan la cantidad de alienígenas que han matado, que la masa repulsiva de alienígena se sigue extendiendo, se ha dado cuenta de que si mira fijamente hacía los extremos del charco, éste sigue extendiéndose, y en cualquier momento también va a invadir el reducto que había quedado impoluto. La conmoción en el grupo es consecuencia de todo esto, y sobre todo de la ceniza a la que han quedado reducido muchos de ellos, está vez no ha habido heridos, todos los que han sido alcanzados han muerto, y cree que eso sólo puede ser debido a una cosa, los alienígenas han mejorado sus armas. Finalmente, cuando todos recuperan el aliento, y parece que todo el mundo ha sido ya capaz de asimilar lo que ha pasado, Segismundo les recuerda a lo que han venido, y al escucharlo siente alegría, porque aunque no se había acordado de él hasta este preciso momento, eso significa que está vivo.

Tiene razón, ¿a qué están esperando? cada segundo que pasa, pasa en su contra, puede que los alienígenas hayan llamado a refuerzos, y puede que ya estén de camino y a punto de llegar, tienen que acabar a lo que han venido, si quieren que todo el esfuerzo y vidas hayan tenido algún sentido. Pero todavía se siente algo paralizado, sólo han pasado unos escasos segundos desde que dejó de tensar con fuerza el arco, cuando se espabila lo suficiente para hacerle caso, o mejor, cuando vuelve a recuperar las fuerzas de nuevo para volver a jugarse la vida, sigue los pasos del grupo, es el último, es el que pasa a cerrar el grupo.

A lo que simplemente contesta con un movimiento de cabeza a cada lado. El grupo ha perdido el orden con el que empezó la misión, ya nadie cierra filas entorno a Segismundo, en cambio ahora es él quien lidera el grupo en su avance, parece que nadie ya percibe el riesgo que eso implica, y si alguno lo hace, como él, prefiere callarse porque simplemente le da igual. Han pedido todas las formas, y hasta parece que nadie parece acordarse de donde están, caminan como si estuvieran en un parque de atracciones y tuvieran prisa por llegar a la última atracción que les falta para probar todas antes de que el parque cierre, Segismundo hace de guía, “a la derecha”, “todo recto, todo recto y la próxima a la izquierda”, y el resto simplemente obedece llenos de impaciencia por llegar a su destino. No se fija en nada, no se fija en nadie, simplemente sostiene su arco y la flecha que en el lleva cargada, sin siquiera acordarse de que lo está haciendo. No sabe cuanto tiempo pasa, ni cuanto dura el viaje, pero al final llegan a donde tenían que llegar, y lo más extraño de todo, es que no siente nada, nada de alegría, nada de tristeza, nada de nada.

Le hacen caso, incluido él, que pasa con Julia a proteger una de las puertas con acceso a la sala de control de la nave donde Segismundo está haciendo todo lo posible por hacerla explotar. Pero esta vez algo le dice que están solos, y presta la mayor parte de su atención a lo que está haciendo Segismundo, un segundo mira por la puerta, cinco lo pasa mirando a Segismundo, así cumple su cometido sin dejar de satisfacer su curiosidad. Segismundo se ha situado en frente de una pantalla táctil enorme, y aunque está algo lejos desde donde el está puede ver perfectamente que no entiende nada de lo que está pasando o pone, todo lo que es capaz de entender es que Segismundo mueve sus manos sobre ella a toda velocidad, de un lado a otro, pulsando cosas y más cosas.