En ese estado de turbulencia por culpa de su conciencia llega a la votación. En esta ocasión ser un pacifista y los deseos de libertad están plenamente en contradicción, no existe la posibilidad de cumplir con ambas aspiraciones, por lo que antes de levantar su brazo para votar, pondera ambas opciones, piensa concienzudamente en las ventajas en inconvenientes que cada una de las dos opciones le reporta, y claramente, aunque su conciencia no puede evitar sufrir con el resultado de la deliberación, gana la libertad. En ansia, las aspiraciones de libertad del ser humano, eso de lo que esta hecho su dignidad sin la cual no podría ser considerado como tal, puede con todo, para él la libertad puede justificar cualquier acto, cualquiera, incluido uno tan deleznable como acabar definitivamente con la libertad de otro matándolo.
Resueltas sus dudas, sólo le queda ejercer su derecho y votar. La sala está llena, esta vez no ha faltado nadie, en otras ocasiones siempre se puede ver en lo que era antes, y todavía reclama ser por su aspecto, claros, huecos, de aquellos que deciden ejercer su derecho al voto en la forma más plena que existe, no votando. Pero hoy no, hoy ni esos quieren perderse el espectáculo de la democracia directa. Ambos están nerviosos, lo sabe porque Julia está extrañamente callada, normalmente están acostumbrados no sólo a hablar, sino a pensar en alto, es rara la idea que se queda escondida en sus cabezas y no es compartida, dada la confianza que sienten el uno en el otro. Aunque no le hace falta preguntarle para saber lo que piensa, sabe de sobra que sus nerviosismos tienen un origen diferente, mientras el suyo es consecuencia de la lucha interna con su conciencia, el de Julia tiene que ser por el papel que desempeña en el grupo, por en lo que se ha convertido su nombre, su figura, la forma en que ella ha pasado a representar la libertad para el grupo, eso, y el discurso que está obligada a dar antes de que se vote.
- Evaristo: Estás muy callada, ¿estás nerviosa?
- Julia: Un poco, ya sabes que no me he acostumbrado todavía a eso de hablar en público, y si te soy plenamente sincera, no creo que me vaya a acostumbrar nunca, porque no me gusta, ni lo de hablar, ni tener la obligación de hacerlo.
- Evaristo: Yo también estoy deseando que se vayan los alienígenas a su casa y de recuperar nuestras vidas. Mira por allí vienen ya buscándote.
- Julia: Ya lo veo. ¿Me esperas aquí cuando acabe no? y así levantamos el brazo juntos.
- Evaristo: Eso está hecho. Venga, ánimo, aunque no te guste hacerlo, a mi siempre me ha gustado escucharte, ¿sabes ya que vas a decir?
- Julia: No. Igual que siempre dejare que mis palabras fluyan tan cual aparecen en mi cabeza, es la mejor forma de no mentir.
- Evaristo: Hombre, Gerónimo, ya estás aquí. Se a lo que vienes, vienes a robármela.
- Gerónimo: Eso es. Venga Julia, que cuanto antes acabemos antes nos vamos.
- Julia: Ya voy, ya voy. No tengas tanta prisa, si los alienígenas no se van a ir a ninguna parte hasta que los echemos.
En ese momento nota como Julia le suelta la mano, y como ésta en seguida la echa de menos porque se queda fría. Gerónimo es la contraparte, y aunque a la única a la que tiene ganas de escuchar es a ella, sin embargo, el protocolo le obliga escucharlos a los dos, aunque Julia es la última en hacerlo, nadie se olvida de que el grupo tiene el origen en sus ideas.
Al poco de irse Julia empieza todo. El primero en hablar es precisamente Gerónimo, cuyo nombre parece más una ironía del destino, porque raramente hace honor al Indio Americano que lucho como un proscrito ante la invasión de los colonos europeos por la libertad de su tribu. Apenas le oye con el murmullo, a nadie parece interesarle lo que dice, y eso aunque también puede considerarse como una falta de respeto, no puede significar más que una buena señal, porque Gerónimo, entre las palabras sueltas que le deja interceptar el murmullo de la gente, lo que está defendiendo es quedarse bajo tierra sin lanzar ningún ataque. Se le hace aburrido, pesado, sobre todo porque le es imposible escuchar una frase entera, lo único que oye es ruido. Aun así, aguanta estoicamente su postura, y su educación, porque evita la tentación de hablar con cualquiera de los que están a su alrededor y que parecen mantener una conversación animada, lo que le ayudaría a que se le pasase el rato mucho más rápido. Al final acaba como empezó, lleno de ruido, incluso se escuchan silbidos de desaprobación y algún grito diciéndole que se largue. Todo cambia cuando la que se acerca al micrófono es Julia, su aspecto podría ser el de cualquier otra mujer normal, sin que eso signifique que a él alguna vez se lo haya parecido, en cambio inspira respeto, el respeto de alguien que ya se ha jugado la vida varias veces para conseguir ese objetivo preciado con el que todos sueñan, la libertad. Julia, siempre ha sido algo tímida, retraída, y eso se le nota en el estrado, tiene los mofletes sonrosados, el signo inequívoco de que está pasando vergüenza, da igual las veces que se haya subido, eso siempre será así. Pero dan igual sus apariencias, da igual que se muera de vergüenza y que todo el mundo alrededor lo sepa, porque cuando empieza a hablar todo el mundo se calla.
– Julia: Yo tampoco quiero morir. Os lo digo porque eso es justo lo que algunos de vosotros estáis pensando, que es mejor quedaros en la seguridad de vuestro agujero, en el subsuelo, viviendo felices como una avestruz con la cabeza metida en el suelo sin importarle que es lo que pasa a su alrededor. Sin que me importe que se está quedando sin comida, dándole igual el que unos alienígenas hayan esclavizado a la humanidad, sin importarle que tarde o temprano esa conducta la va a llevar con toda seguridad a la tumba. Por eso os digo que saquéis la cabeza, aunque os duela ver todos los problemas que os amenazan con quitaros la vida o esclavizaros, tenemos, todos, que sacar la cabeza y pelear, luchar, y morir si es necesario…