Sí que ha sido para sentirse orgulloso de ello. El único problema ha sido el coste de la victoria, que siempre se medirá militarmente en los mismos términos, el número de muertos y heridos. De los treinta que entraron al cuartel alienígena esa noche, solamente salieron ilesos diez, del resto seis murieron nada más entrar por la puerta, y catorce ha sufrido alguna herida o heridas de más o menos gravedad, algunos de ellos nunca podrán volver a caminar. Eso le hace retorcerse a su conciencia, quizás si al menos hubiera sido levemente herido todo sería diferente, podría caminar orgulloso con su venda o escayola mostrándoles a todos que él también ha sido valiente, que ni mucho menos ha sido un cobarde que se quedó en un rincón mientras el resto peleaba, sin embargo la suerte ha querido que haya salido indemne. De todas formas no cree que vaya a ser su última oportunidad, todavía deben de quedar muchos alienígenas por matar.
Desde su gran victoria ha pasado escasamente una semana, pero ha sido una semana que ha dado para mucho. La primera decisión que tomó el grupo, la cual le supuso un gran alivio por significar la vuelta a la civilización, fue ocupar la ciudad donde el cuartel alienígena que habían asaltado estaba ubicado. La decisión fue ampliamente discutida, pero al final hubo unanimidad, el grupo debía dejar de esconderse en el bosque, ocupar la ciudad, y servir como centro de resistencia desde donde reconquistar el resto de la Tierra. Evidentemente no son muchos, de los sesenta que formaban el grupo sólo cuarenta están listos para combate, pero tienen la esperanza de que si más gente se entera de que existen, empiecen a acudir en masa a la ciudad. Tienen claro que lo más difícil va a ser resistir los primeros días, luego, el boca a boca debe rehabitar la ciudad, ser la inercia que sin más esfuerzo acabe con su aislamiento.
Cuando ocuparon la ciudad, decidieron tomar algunas medidas de seguridad, la primera, no vivir todos en el mismo edificio por mucho que se hayan acostumbrado a estar siempre juntos, deben estar preparados para lo peor, y eso significa no olvidarse de que sus enemigos tienen platillos volantes que reducen edificios a cenizas, la segunda, no vivir en la superficie, van a aprovechar la infraestructura subterránea terrestre, los túneles de los trenes, los sótanos de las casas, van a convertirse en pequeñas hormigas que sólo van a salir a la superficie en busca de comida. No obstante, ninguna de esas medidas le quitó ningún encanto a la primera vez que su cuerpo se volvió a dejar caer en un sofá, tienen razón cuando dicen que no valores lo que tienes hasta que lo pierdes. Ahora él y Julia viven en un pequeño bajo, sin ventanas, pero con luz y agua corriente, y en el que han llenado sus estanterías de latas de conservas de todo tipo. El primer día que entraron no echaron de menos a nadie y no salieron hasta el día siguiente, se estuvieron entreteniendo juntos y comiendo todo lo que les apetecía con el simple gesto de tirar de una anilla.
Aparte de recuperar tiempo juntos, y comer las latillas de conserva que han podido recolectar, el grupo se ha establecido un nuevo objetivo. Casualmente en el cuartel que asaltaron, han encontrado los planos de una nave espacial, y aunque a primera vista no entienden absolutamente nada de lo que pone, entre otras cosas porque no tiene ninguna letra o número que antes haya podido ver nadie, no pierden la esperanza de que les sirva para encontrar el punto débil de ese gran arma que ahora es su principal obstáculo para derrotarles. Otra de las cosas que han aprendido con el asalto del cuartel, es que las armas alienígenas que utilizaron no transforman a sus enemigos en la masa viscosa que los transforma la madera, sus armas contra ellos tienen los mismos efectos que un arma terrícola contra un humano, amputa, agujerea, mata si con ella aciertas en determinados puntos, pero no los deshace. En la Tierra han encontrado su criptonita, y probablemente no sabían que eso fuese ocurrir. Ese descubrimiento ha servido y mucho, ya nadie se pelea por tener un arma alienígena, los humanos libres ahora se pelean por ver quien es mejor con el arco. En el próximo enfrentamiento, no cree que nadie lleve ninguna, mejor, porque de todas formas se sentía muy ridículo con ella, aunque tampoco es que se sienta mucho mejor con un arco.
No obstante, nada de eso ahora le preocupa. Nada puede enturbiar la calma que en este preciso momento siente. Julia está dormida en el sofa con las piernas encima suya, mientras él, lee un viejo libro a la luz de una lampara. Esto parecía un sueño hace un poco de tiempo atrás, ¿qué más puede pedir? Ha aprendido a disfrutar de cada momento, la vida está demasiado llena de situaciones amargar, como para no saber apreciarlos. Al fin y al cabo, ¿no son esos periodos llenos de amargura, en los que parece que nunca va a salir la luz, los que realmente dotan de valor a los momentos buenos, a los momentos de calma, a los momentos en que la palabra necesidad ha perdido todo sentido? Si nada de esto le hubiera pasado, lo que ahora está sintiendo no podría ser tan intenso, el valor de las cosas muchas veces se mide en su escasez, siempre cuanto más escaso es un bien, más caro es su precio. Tampoco es que le hubiera importado que nada de esto hubiera pasado, porque al fin y al cabo lo único que está haciendo es recuperar su vida, aunque, nunca en el pasado fue capaz de valorar con los pies tan en el suelo lo que ahora tiene, lo fácil que es perder lo que antes se tenía como algo garantizado, y lo difícil que es recuperarlo. Si pudiera congelar un momento, puede que fuese este.