Hoy Romero se ha levantado con una sonrisa en la cara. Disfruta de su poder, se siente intocable, y eso le hace feliz. Su ejercito le es fiel, hacen caso a lo que dice sin preguntas, abarca a todos los ámbitos de la administración, es uno de los cabecillas de una auténtica mafia, es capaz de hundir a cualquiera, es capaz de matar a cualquiera, puede hacer lo que quiera con la impunidad de un dictador.

Si algo le caracteriza es su ansia infinita de poder, es lo que le ha llevado a estar donde está, y para conseguirlo nunca le importado nada ni nadie, en lo único que ha centrado toda su atención toda subida es en dos cosas, el dinero y quien se debe arrimar para conseguirlo. Es consciente, de que en realidad no es más que un instrumento al servicio del rico, del poderoso, pero vende sus servicios a un buen precio, y de paso también siempre que puede da rienda suelta a sus caprichos personales. En concreto a varias cosas que odia, los comunistas, los pobres, los negros, los homosexuales y a los republicanos.

Hoy también está feliz porque el poder no sólo basta con tenerlo, además hace falta poner de manifiesto que se tiene, y hoy es un día en que ese poder se va a materializar con toda su grandeza y porque no decirlo, crudeza. Después de amenazar a Susana con perderlo todo, consiguió alejarla de el Indio, pero eso no ha sido suficiente, la semana pasada decidió que no iba a hacer nada para impedir su muerte. En cierta forma se compara con dios, él es el que decide sobre el destino, sobre la suerte, de las ovejas que forman su rebaño. Su mujer ya está levantada cuando sale de la ducha, le tiene preparadas un par de tostadas y un café sólo sin azúcar, ella no es más que otra oveja, hace tiempo que no la quiere, y ella lo sabe, pero nadie se mete con Romero, es una lección que Romero se encarga de impartir incluso a sus más íntimos allegados, ¿un divorcio? sólo representaría la tumba social y puede que incluso literal de todos que aquellos que quiera o la quieran, y porque no decirlo, es contrario a sus férreas creencias religiosas. Romero se puede tirar a la que quiera, sólo tiene que quererlo, pocas se atreven a decirle que no. Su mujer es la que se encarga de tener la casa recogida, hacer la comida, llevar los niños al colegio católico de pago, y si a Romero le apetece pues lo que le pida. No tarda mucho en desayunar, casi siempre va con prisa y con la hora justa para llegar a su trabajo en la comisaría, se despide con un leve beso en los labios de su esposa, y coge la moto blanca que lo lleva al trabajo.

El ambiente está raro en la oficina, dentro de la policía también hay rivalidades, no todo el mundo es como él, pero los que no lo son también prefieren callarse, Romero se ha convertido y es, un hombre realmente influyente y todo el mundo tiene a un hijo, un hermano o una madre de que cuidar. Lo que imparte ese temor a quien lo conoce es la autoridad con la que hace uso de los recursos públicos, parece que literalmente el país es suyo, atemoriza a sus víctimas hasta provocar el suicidio o el exilio, los médicos y sus ambulancias, los helicópteros y sus pilotos, los servicios sociales y su comida y alojamiento, los jueces y sus sentencias, los policías locales y sus motos, los bomberos y sus camiones y así casi todo lo que te puedas imaginar, son suyos y hacen lo que él diga, y lo hacen o por las buenas o por las malas. Es capaz de que te odie tu hermano, que te venda tus padres, que no te hable tu mejor amigo, con tal de no correr la misma suerte que tu. Y eso la policía también lo sabe, igual que sabe lo mucho que le gusta juntarse con políticos y empresarios. Romero también sabe ser un buen patrón y premiar a aquellos perritos falderos que le apoyan, es su otra cara de la moneda.

Lo primero hace tras sentarse en su despacho es mirar la agenda, hoy no tiene nada importante que hacer oficialmente, pero eso no significa que no tenga que hacer otras cosas igual de interesantes o más extraoficialmente. Tiene desde que se levanto en la cabeza la última reunión con el enlace de Luís, hoy Susana quedará despachurrada contra el suelo, y él estará un poquito más cerca de meter la mano en ese dinero. Si todo sale como él espera que salga además quedará como un héroe, va a coger a sus asesinos en un tiempo más que prudente para demostrar la pericia y el buen trabajo de sus hombres, no los va a pillar hoy porque no quiere, va a esperar una semana que es un tiempo prudencial que una investigación policial tarda. Va a salir en todos los periódicos, se pondrá todas las medallas, y todos aquellos que se metan con la policía, por llamarlos corruptos o sinvergüenzas, no van a quedar más que como unos hipócritas unos locos, sobre todo esos rojos a los que tantos odia. Ha decidido que lo mejor va a ser relajarse igual que se relaja todo el mundo, leyendo el As, porque él también es adicto al opio de los medios, le encanta el futbol y casi cualquier otro deporte siempre que lo echen por la tele, una vez aburrido sin saber que hacer se vio hasta un partido de curling, todo vale para no tener que coger un libro, no lee uno desde que le obligaron a hacerlo en el colegio. Le interesa especialmente la noticia que hay en la portada, la final del US Open entre Nadal y Djokovic, todo el mundo apuesta por Djokovic por el tipo de pista, pero el español es un purasangre y nunca se sabe. La lee de forma detenida, entre que ha llegado como siempre tarde, lo que ha tardado en saludar a su colegas de oficina a su llegada, el tiempo que ha perdido en mirar que tenía que hacer y que no, y ahora sumergido como ha estado en lo que decía el periódico, apenas le ha dado tiempo a aburrirse cuando entre uno de sus policías a su despacho, es una de sus manos derechas, y le dice guiñándole un ojo:

A lo que responde también guiñando un ojo.

Cuando sale Martín por la puerta Romero empieza a frotarse las manos, y lo primero que se le viene a la cabeza es la buena pareja que hacen Isabel y su agente, van a ser una pareja perfecta. Después, sin darle muchas más vueltas a la cabeza cruza las piernas, las pone encima de la mesa, y pone el partido en la tele que tiene en su despacho, tiene previsto verlo enterito y llamar por teléfono a una pizzería para que le traigan la comida a la comisaría y así no perderse ni una bola. 

La tarde pasa rápido, apenas se acuerda de lo de Susana, el partido ha estado bien emocionante, toda vía se está relamiendo con los puntos que han jugado y las cinco horas de partido, cuando llaman a su puerta, y Martín le enseña el trozo de papel del cuaderno de Luís que han encontrado en la casa de Susana tirado en el suelo. El gesto de tranquilidad y felicidad que casi parece perenne en la cara de Romero acaba de desaparecer dando lugar a uno de sorpresa e incredulidad, sabe perfectamente lo que es y de quien es, porque él también lo ha tenido en sus manos.