Ha llegado la hora y el día señalado. Han pasado días, en los que se ha entretenido fregando platos los fines de semana por la noche y dándole esquinazo a la policía entre semana por el día. El cuaderno de Luís ha pasado a ser su boletín preferido, está enganchado a las conversaciones de Segismundo y de Ataulfo, sobre todo cuando hablan de Isabel y Susana. Está convencido de que algo va a pasar y muy pronto, pero a él la actualidad le llega con retardo siempre de una semana, el único día que se informa sobre los avances del plan, como ellos lo llaman, es los martes, lo implica que el resto de la semana se la pasa preocupado, si bien no hay día que no pase por la cafetería con su bigote, gorra y gafas de sol para comprobar, aunque sea exteriormente, que todo sigue en orden. 

Hoy es el último viernes del mes, y eso significa tres cosas. Ordenas por orden de su menor a mayor importancia con relación a su vida; uno, hoy inicia como todas las semanas el periplo nocturno de tres días fregando platos, dos, saliéndose de la monotonía que en términos generales es su vida tiene que ir a ver a los servicios sociales tal y como quedo en la llamada telefónica, y tres, si no encuentra un alojamiento antes del jueves que viene se va a ver de patitas en la calle. Por eso el día de hoy es tan importante, si logra alojamiento con la normalidad en que ha convertido su día a día, y con la certeza, aunque por ahora extraña por no haber nada que todavía la confirme, de Susana lo sigue queriendo, su vida, en un tiempo indeterminado es muy probable que se encauce, ya viendo la felicidad como esa luz que aparece al final del túnel. El problema es, que el interruptor de la luz que ilumina el final del túnel, el interruptor de la felicidad que ilumine su vida como la zanahoria que hace mover al burro que tira del carro, la tienen los servicios sociales. No ha pasado buena noche pensando en ello, le ha estado dando vueltas continuamente a la cabeza para llegar siempre a la misma conclusión, los servicios sociales están compinchados con la policía, es decir con Romero, y no me van a querer ayudar, la cuestión que siempre le quedaba en el aire, y que no era capaz de resolver en ese torbellino de pensamientos cíclicos era donde iba a estar la trampa. 

Mirado desde un punto de vista puramente objetivo, no era más que un ciudadano libre que ya había pagado su deuda con la sociedad, que además estaba plenamente comprometido con su reinserción como demuestra su trabajo fregando platos, aunque no existiese un contrato laboral que lo demostrase. Pero desde un punto de vista subjetivo era fácil deformar esa buena voluntad y apariencia de cambio con su evidente aislamiento social, a los ojos de cualquier observador independiente el Indio era un marginado, un solitario, sin lazos con familia o amigos, con un trabajo basura que no le permitía mantenerse por si mismo, es decir, un autentico delincuente en potencia, y más con sus antecedentes. Esa era la debilidad del Indio, esa era la flaqueza que Romero había trabajado a partir de extorsión y amenazas al entorno del Indio. Hay un refrán que dice, si cae un árbol en el bosque y nadie lo oye ni lo ve, ¿se ha caído el árbol?, si los servicios sociales maltratan al Indio y nadie lo oye ni lo ve, ¿ha maltratado alguien al Indio? Es hay donde reside el motivo de la persecución mafiosa y extorsionadora de la policía al Indio. Susana nunca se atreverá a denunciar sus amenazas, ella sólo piensa en Tahití y un tahitiano llevándole cocteles a la hamaca, no se le ocurriría enfrentarse nunca a la policía con el riesgo de perderlo todo y ser sometida al mismo hostigamiento al que el Indio está siendo sometido. Manuel lo único que quiere es a su acordeón, ha dado su vida por él desde que por primera vez tocara uno, si la policía lo siguiese como sigue al Indio pronto se acabarían los contratos en los teatros, pronto empezaría a encontrar su acordeón roto en su casa sin motivo aparente. El Indio lleva años sin hablar con nadie de su familia, desde antes de que entrara en la cárcel. Los delincuentes como él ya lo han avisado, mejor que ni te acerques. El Indio está solo, sufre de extorsión, pero a nadie le importa y nadie se va a atrever a denunciarlo. Todo esto es de lo que va a ser consciente el Indio hoy de repente, como  un vaso de agua fría arrojada a su cara que lo despierte de un sueño, cuando abra los ojos vera sus pies y manos llenas de cadenas.

Las zapatillas le hacen algo de daño, camina con dificultad, le están haciendo rozaduras, al menos el dolor le mantiene el pensamiento ocupado mientras camina. Al llegar a la puerta de los servicios sociales vuelve a ver la pintada, es difícil no verla, está justo al lado de la puerta, “Puta”, en letras grandes, traga saliva y pasa dentro. La recepcionista atrinchera en la mampara lo saluda nada más verlo pasar, el Indio recordando sus indicaciones desde la linea y ajustándose bien su mascarilla le contesta:

El Indio hace lo que le dicen y se sienta en una de las sillas de plástico preparadas para ello. Trata de tranquilizarse, pero no puede. Últimamente tiene la sensación de que donde va ya le conocen, como si le fuera imposible huir de quien es y lo que es, en el breve intercambio de palabras que ha tenido con la recepcionista juraría por su cara que ya le esperaba. El tiempo pasa despacio, lo pasa preparando una posible estrategia, pero no llega a ninguna concreta cuando ha pasado media hora y la recepcionista le indica que suba a la tercera planta donde le está esperando la trabajadora social que le han asignado.

Durante sube las escaleras el olor ha incienso que ha en su habitación cuando la abre y se encuentra los calzoncillos rotos se intensifica, cada vez es más fuerte, cuando abre la puerta del despacho de la trabajadora social es tan fuerte que casi se marea y se cae de espaldas, no hay nadie más que él y ella en la habitación, no hace falta ser un experto en psicoanálisis para interpretar su cara antes de que si quiera intercambien una palabra. Romero ya ha estado aquí y ha dejado indicaciones precisas.

El Indio con toda su dignidad y sin decir ni una sola palabra, se levanta y se va.