Se encuentra literalmente pagado a la cama, hacía tiempo que no se encontraba tan cansado, ha dormido toda la noche del tirón, son las 9 de la mañana y el cuerpo todavía le sigue exigiendo más horas entre las sabanas. Ayer llego de trabajar cerca de la una de la mañana, muerto, destrozado, incapaz de encontrarle un sentido al dicho de que “el trabajo dignifica”, para él todo lo que el trabajo hace es humillarlo, aguanta ordenes de hasta el último mono del restaurante, trabaja sin contrato, por menos de cinco euros la hora, y odia en los más amplios términos de la palabra todo lo que tenga con ver con ese maldito trabajo. Si esto es lo que la sociedad llama trabajar, por él se pueden ir todos al cuerno, deberían de cambiarle el nombre y llamarlo trabajo forzados, lo de llamar trabajar a lo que él hace no es que una forma de dulcificar la dura realidad, una forma de enmascarar su estado de sumisión absoluta como consecuencia de su falta de recursos económicos ante el sistema. Prefiere un millón más de veces seguir siendo un ladrón, aunque le hayan dicho los psicólogos de la cárcel que debe de sociabilizarse, que debe de pasar a formar parte del engranaje de la sociedad, que como individuo todos debemos aportar a que el sistema funcione, que no puede ir por su cuenta, que sino, pues va a acabar otra vez entre rejas. El trabajo de ladrón, él se lo tomaba como un trabajo, tiene mejores ingresos, más flexibilidad de horarios, no hay ordenes sino pactos secretos o asignaciones de funciones, y sobre todo permite una vida más digna. Porque al fin y al cabo, ese es de verdad el problema, el de poder llevar una vida digna. Que hablando de vida digna, ya va siendo hora de pensar que va hacer con su vida. Está literalmente solo, Susana no quiere ni verlo y acercarse a Isabel sin su permiso…es un auténtico suicidio, a Manuel le tiemblan las piernas cada vez que lo ve, y los antiguos camaradas del barrio ya le han dicho que no vuelva, que no quieren líos con la policía. Presiente que algo malo va a pasar, pero si por algo por lo que se caracteriza el Indio es por no esperar a que ese algo malo llegue y pase, siempre tiene que llevar él la iniciativa, es la única forma que existe de coger la sartén por el mango y de paliar, cuando no evitar, en la medida de lo posible eso malo que le acecha. Tumbado en la cama recapacita, su principal problema es el poco dinero que le que en la cartera, si eso no fuera un problema, en realidad no tendría ninguno, da igual lo que digan sobre el dinero, sobre su única valor como objeto de intercambio por vienes y servicios, que el dinero no puede comprar la felicidad, que la salud es lo importante, todo es mentira, el dinero en nuestro modelo de sociedad actual lo es todo, “tanto tienes tanto vales”, dice otro refrán español. Cuando busca entre los motivos de esa carencia, de esa falta de solvencia económica lo primero que hace es mirar a su pasado, tratando de averiguar, mientras todavía se cobija entre el calor de sus sabanas, donde ha estado el problema, como le puede estar sucediendo esto a él, es cierto que el pasado pasado está y que no es posible cambiarlo, que lo que gobierna nuestras vidas en nuestro presente como elemento de cambio y persecución de nuestro futuro, pero inevitablemente se ha dado cuenta que lo que a él le pasa es que arrastra su pasado como una carga difícil de soportar en su lucha presente por un mejor futuro, es un expresidiario, que ha matado a un policía y lo peor de todo, es pobre, porque si tuviera dinero seguro que era posible encontrar algún tipo de solución a sus problemas. Ya no aguanta más en la cama, cuanto más tiempo lleva despierto más la realidad se apodera de su pensamiento y la asfixia metafórica que siente más le amenaza de convertirse en una realidad, tiene poco más de un mes de margen para encontrar un sitio donde dormir, donde ducharse, donde dar con sus huesos después de las largas jornadas y muchas más jornadas que le esperar tragando platos. Cuando se quita las sabanas de encima ya es un hombre completamente nuevo, no puede esperar ni un segundo más a solucionar todos los problemas que tiene, tiene que poner todo su esfuerzo y empeño en empezar a atacarlos, el frío se apodera de su cuerpo, ya no es un placer estar tumbado, se pone los calcetines, sigue sin chanclas, y se dirige a la ducha comunal del humilde albergue que ocupa en la capital madrileña. Mientras le cae el agua por la cabeza empieza a planificar el día a la vez que organiza los pensamientos que surgen con fuerza de su cerebro, trata de domesticarlos, amaestrarlos, transformar su fiereza en una energía e inteligencia constructiva, es decir, trata de darles orden y concierto, forma, los pule, y cuando por fin vuelve a encontrar fuerzas para apagar el agua caliente y placentera que sale de la ducha ya tiene decidido la primero que va a hacer ese día, pero antes hay algo de lo que se ha dado cuenta, la ducha de por la mañana es como la vida, siempre es demasiado breve, nunca te da ganas de acabar con ella. Lo primero que ha decidido hacer hoy, lo que va a tener la prioridad absoluta, al contrario de lo que un cabeza loca, un el Indio en su juventud hubiera hecho, no es ir a ver al tal Luís del que le ha informado Seis Dedos, no, lo que va hacer es tratar de conseguir una prorroga al la indigencia que le amenaza. Ha decidido, que ahora que todavía parece un individuo decente, incluso hoy se ha afeitado, lo mejor será enfrentarse lo antes posible con los servicios sociales de su barrio, ver que recibimiento le tienen preparado si es que le tienen preparado alguno. Aunque por la forma en que ha visto aparcada el coche de policía nacional en su puerta durante el par de semanas que lleva en Madrid, sospecha que su recibimiento no va a ser muy ameno. 

Odia ducharse en calcetines, sobre todo porque no consigue quitarse la sensación de suciedad de sus pies, es como añadir una capa más de mugre a la existente, pero eso no lo detiene para en menos de 10 minutos estar vestido y en poco más estar saliendo por la puerta de la calle. Mientras camina el sonido de su estomago emite una comparsa que parece poner el ritmo que llevan sus pasos, es el bajo, es la batería que marca la cadencia de su zancada. Tiene hambre. Ayer ceno las sobras de los platos que iban dejando los clientes del restaurante, puede parecer asqueroso pero para el Indio de representa en verdad de las pocas ocasiones que va a tener de probar el pescado, de probar carne, de comer algo que no sea del envase al plato, por no hablar de que no ha desayunado, el desayuno es un lujo que no se puede permitir, al menos no todavía. Pero todos estos contratiempos no le evitan disfrutar de la preciosidad de la mañana de que observan sus ojos, de ver la belleza de una ciudad a la que adora, que ha echado de menos mientras estaba en la cárcel, de sobre todo valorar la capacidad de decisión de que ha sido dotado, ahora es libre, ya no vive obligado a estar entre las cuatro paredes que una sentencia le ha obligado a estar, si está en Madrid es porque lo ha elegido, si va camino a los servicios sociales es porque lo ha elegido, y si tiene hambre es porque también ha sido él quien ha elegido no desayunar. Es algo que nunca echara de menos de la cárcel, la forma en que te convierten en un individuo permanentemente observado y obligado a seguir horarios y hábitos. Ahora ya no hay nadie que le diga lo que tiene que hacer. Al menos de momento.