Al Indio lo que ahora le matan son los pies, su primera experiencia laboral no está siendo todo lo gratificante que esperaba. Se tira delante del fregadero cuatro horas que parecen diez, no deja de mover los brazos ni un solo minuto, le llegan platos por todas partes, del comedor, del cocinero, de la barra, apenas le queda tiempo para respirar. Nunca había pensado que friegaplatos fuera a ser tan duro, tienes que mantener un ritmo constante para que no se te acumule el trabajo y debes de tener especial cuidado con los utensilios que salen directamente de la cocina, están a una temperatura que te abrasan las manos, ten mucho cuidado si te atreves a tocarlos porque te puedes quedar con ellos pegados a la mano. Otra de las cosas que no aguanta es el recibir órdenes, es superior a sus fuerzas, en la cárcel han intentado inculcarle disciplina, pero se ha quedado en eso, en un puro y simple intento, tiene que aguantar el gesto cada vez que le dicen “este vaso no está limpio, se ha quejado un cliente, lávalo otra vez”, o cuando sin venir a cuento “cambia el agua del fregadero, ya está sucia” y otras veces por el contrario “no tires el agua que está muy cara, dale más usos”, uno nunca sabe como acertar. Él para evitar líos, es su primer trabajo, dice a todo que sí, hace gestos con la cabeza, la sube y la baja en señal afirmativa y sigue a la suyo, limpiar y limpiar hasta que se acaba la jornada. Sueña con el día en que se acabe el mes y llegue a sus manos el escueto salario pactado, piensa en todo lo que podrá hacer con él, y tras pensarlo se deprime, porque no podrá hacer absolutamente nada, cuando empezó la búsqueda laboral sus esperanzas de absoluta independencia eran escasas pero ahora que se han materializado en realidad, son absolutamente nulas. Este mes, si todo marcha como hasta ahora apenas llegara a los 125 euros, pues solo va a trabajas la mitad, eso sí, sin contar las propinas que le han contado luego se reparten entre todos los que trabajan en el restaurante. Quizás con las propinas pueda llegar a los 150, quien sabe, ahora todo es una autentica incertidumbre. Lo que de verdad le preocupa ahora, es que va a hacer con el calamitoso deficit al que su cuentas mensuales se ven sometidas, sin mencionar que se aburre de forma soberana al evitar cualquier gasto superfluo, no va al cine, ni a nada que se le parezca y evita pisar cualquier bar como si de un agujero negro para su bolsillo se tratara, todo lo que come proviene del supermercado y de beber agua del grifo que la de Madrid es la mejor de toda España. Pero aun así las cuentas no le salen, si todo continua como hasta ahora el mes que viene será el último mes que puede pagar la renta de la habitación donde se encuentra hospedado. Se enfrenta ahora a un dilema de proporciones astronómicas, debe de decidir el cuando y como debe ir a visitar a los servicios sociales. El ya sabe lo que va a encontrar porque lo que hay en la cárcel tampoco es muy diferente, todo forma parte de una misma unidad, se protegen y encumbren entre ellos, médicos, policías, servicios sociales y jueces, forman parte todos de un conjunto, eso significa que juegan en equipo, si denuncias a uno, al final acabaras denunciándolos a todos. La cárcel y los servicios sociales juegan un mismo cometido, se trata de obtener información relacionada con un individuo para estudiarlo y clasificarlo, lo que antes era un individuo libre, plenamente capaz e independiente, debe pasar a ser un ser sumiso y dependiente de las observaciones de un tercero, si bien únicamente ambos solo se diferencian en la necesidad de tener que recurrir a medios externos para paliar su pobreza, es decir, uno es pobre y otro no. Pero es que además, lo que se trata no es solo de convertir al individuo en un objeto de análisis y estudio, también se trata de someterlo a un proceso de normalización, te reeducan la mente, te enseñan a pensar, debes de encajar dentro del rebaño sin que exista disonancia entre tu yo y el yo del resto de los ciudadanos. El gran y perfecto ejemplo de este proceso de normalización del que los servicios sociales y los centros penitenciarios solo cubren la parte más desdichada de la sociedad, son los medios de comunicación, los medios de comunicación enseñan a pensar a la masa como eso como una masa de seres que por medio de su adoctrinamiento pierden la independencia de las ideas creadas por sus cerebros, tienen la intención de crear un rebaño uniforme y sumiso que no se cuestione problemas esenciales y claramente visibles como puede ser el de la pobreza, la desigualdad que reina en la sociedad, los medios de comunicación unifican todas las clases sociales en una sola y las desposeen del significado de clase, juegan un papel fundamental a la hora de eliminar un problema que la humanidad arrastra desde los comienzos de la civilización, esa división entro los que tienen y no tienen, porque a todos nos gusta el futbol, a todos nos importa si la Andreita se ha comido o no el pollo, y a todos nos molesta que llenen el país los narcotraficantes malos de cocaína y hachís. Los medios de comunicación ayudan a reforzar la idea del que el estado de derecho funciona, de que los jueces no son más que funcionarios clasistas sometidos a los designios de una elite económica, de que la policía no es en realidad una policía política, de que los servicios sociales funcionan, o de que debemos estar agradecidos a nuestra monarquía por únicamente cobrarnos 250.000 euros brutos al año, pero no se atreven a cuestionarse la innecesariedad de esa monarquía, ni la imparcialidad de los jueces, ni el abuso de la fuerza de los policías, ni la coacción que los servicios sociales pueden ejercer sobre un ciudadano sin medios. La televisión y todos los medios en general juegan un papel fundamental en la normalización del individuo, trata de apagar llamas, evitar revoluciones, estupedizar al individuo, evitar en la mayoría de lo posible el nacimiento de mentes independientes y discordantes, que vea en particular a los poderes públicos como simple y llanamente una mafia organizada que vive de los impuestos del resto de los ciudadanos, básicamente parásitos. 

Esto es lo que asusta a el Indio, el sabe de buena tinta que no puede llegar a los servicios sociales y contarle que la policía le acosa, que lo está convirtiendo en un excluido social, que entran en su habitación del hotel y le rompen ropa y le quitan cosa por el mero hecho del disfrute personal que supone la venganza de un sujeto sobre otro. Eso no puede decirlo, porque ellos juegan en el mismo equipo. Teme que para acceder a los servicios que proporcionan se le exige algún tipo de contraprestación a cambio de un sacrificio de su libre voluntad, es decir a cambio de alojamiento el sacrificio de someterse a algún programa de normalización consistente en psicólogo y medicinas, a cambia de comida convertirse en un ser vegetativo, a cambio de un día más un día menos de consciencia como individuo. Terminar de vender con ello su alma a la policía, rematar el plan que Romero tiene planeado para él desde el mismo día que salió de la cárcel. El Indio sabe muy bien como se las gastan, ha pasado muchos años entre rejas y sabe de muchos abusos que no han salido y nunca saldrán en la tele.

Por otra parte, no deja de pensar en Susana y en su hija Isabel. Y gracias al mundo criminal donde ha vivido también tiene contrainformadores de los informadores de la policía, contrainteligencia, que la informado sobre la moto de Romero, que la han visto aparcada un par de veces enfrente del hostal de Susana, y aparte de un tal Luís que ahora vive en el albergue, que tiene pinta de ser un chivato de la policía, o eso al menos, es lo que se cuenta en la calle.