Los días pasan y no puede evitar acordarse de Segismundo, encontrárselo en clase se ha convertido en una monotonía, saludarlo, mirarlo y a volver a esconderse cada uno en el lado que tienen asignado en pupitre. Ella sabe que la mira, y él no puede evitar mirarla aun sabiendo que ella sabe que la mira. El deseo y la voluntad son dos lineas que tienden a converger pero la intersección de ambas en un punto no puede pronosticarse con certeza en el tiempo, puede que incluso en el espacio temporal de vida que ambos sujetos están destinados a compartir nunca se produzca. Es de esa intersección lineal de la que depende el futuro de Julia y Segismundo juntos, ambos desean estar juntos, pero ambos ven maniatada su voluntad, uno por la falta absoluta de confianza en su empresa y la otra por la sensación constante de precipitación de la suya. Por ahora, son felices con saludarse y compartir la misma habitación, aunque sea de forma distante, el uno con el otro. Segismundo, no quiere hacer uso del comodín de la llamada todavía, lo ve como lanzarse a un precipicio donde no existen probabilidades de no descalabrarse, si la escribe y ella no contesta o la conversación se enfría su sueño se esfumará con la misma rapidez que se abandone la poco exitosa conversación de WhatsApp, en cambio si no lo intenta y no fracasa siempre podrá seguir soñando, porque soñar es gratis, no cuesta dinero, y te hace sentir casi igual de bien que la realidad.

Ambos sin saberlo, están jugando una partida de poker, van echando cartas encima del tapete y se están guardando las mejores para el final, los ases son para cuando llegue el final de la partida. Pero Julia, está haciendo trampas, ella sabe las cartas que lleva su adversario, Rocío, su amiga, se las está chivando porque se las está viendo por la espalda. Sus investigaciones han fructificado y ha ido a contarle a Julia noticias jugosas sobre la otra vida de Segismundo fuera de clase, donde parece que mantiene una relación paralela. Se ha enterado de que Segismundo se está ligando a la hija de la dueña del albergue donde ahora vive, por lo visto, ahora salen a correr casi todos los días juntos después de clase, y eso, sinceramente, tratando de suavizar este relator todo lo posible sus sentimientos a la hora de transmitirlos en palabras, la ha cabreado. Tanto, o más, que si ya tuvieran una relación juntos, porque donde antes veía una sonrisa bonita acompañada de un rostro amable y unos ojos sinceros, ahora ve a Judas personificado en Segismundo, ese que no hace más que acosarla mirándola en clase. En el fondo lo quiere. Ninguno tiene ninguna obligación adquirida formalmente con respecto al otro, un saludo no es más que eso, una mirada no es más que eso, dos imanes que se atraen no es más que por culpa de dos campos electromagnéticos opuestos.

El sueño de todo amante es meterse en la cabeza de su amado. Si el amor no es más que el ansia de poseer la libertad como libertad del que se ama. Si dos seres humanos no pueden compartir un espacio y tiempo sin afectar a la libre voluntad el uno del otro. Si estar seguro de ser realmente querido, en puridad y fuera de cualquier otro agente externo que aliñe una relación basada en el intereses, no fuera tan difícil, Julia y Segismundo ya estarían juntos. Porque toda la sensación de injusticia y de ofensa que Julia pueda sentir ante Segismundo se desvanecería si fuese capaz por solo un segundo de meterse en su cabeza. Lo que encontraría en ella, sería un pensamiento turbio, impuro, lleno de vaivenes, inconstante, afectado por miles de impulsos, pero que todo se resume en no poder tenerla a ella. La vida de Segismundo podría ser de dos tipos, como dos seres viviendo en universos paralelos, Segismundo podría vivir con Julia, sacarse la carrera, quedarse en Madrid y pelear por conseguir un trabajo como abogado, o incautar a Isabel, asesinar a su madre, y hacerse con una fortuna o dar con sus huesos en la cárcel, pero a nadie escapa que en la segunda opción no hay amor, lo que hay es supervivencia y avaricia por el mejor medio de asegurársela, el dinero.

Julia ya ha decidido que va a pasar de él, seguirá siendo cortes con él, pero no va a intentar nada, y ante cualquier intento de Segismundo de avanzar en su relación va a pararle los pies de forma instantánea y contundente. Con ella no se juega, o una o la otra, pero a las dos no las va a poder tener. Segismundo por su parte, no va a acercarse a ella hasta que sepa que va a pasar con Isabel, y sobre todo hasta que no vea una actitud más receptiva por parte de Julia, la que parece ignorarlo con toda la intención del mundo. Su relación parece condenada al fracaso y no es porque sus deseos no confluyan, ambos si pudiesen elegir libres de cualquier otro condicionante elegirían sin dudarlo estar juntos, y serían felices y comerían perdices y vivirían en un cuento de hadas, y todo sería perfecto y…pero el mundo no es ese, el mundo se mueve por otros intereses, en el mundo hay avaricia, hay extorsión, hay pobreza, hay en una palabra dinero. Pero no que nadie podrá evitar, es que por ahora, y de momento, y seguramente por mucho tiempo, ambos sigan siendo el amor platónico el uno del otro.

La relación con Isabel en cambio va viento en popa. Son dos almas condenadas a entenderse, por que en ellas si que hay una confluencia de voluntades donde en una de ellas hace tiempo que la voluntad y deseo convergió en un punto, y en la otra la voluntad desborda y enmascara la falta de deseo. No sólo es cuestión de excitación sexual, porque Isabel le excita de sobra, de hecho intenta evitar todo lo posible esos pechos turgentes con los que ha sido equipada, y esa cara que ahora no hay nada que evite mirarla directamente a los ojos, el problema que tiene Segismundo es un problema claramente de transcendencia moral. Si Julia representa todo lo que quiere y le gustaría ser, Isabel representa todo aquello de lo que huye y le obligan a ser. Dentro de Segismundo el bien y el mal están peleando una guerra sin trinchera, cada uno escondido detrás de arboles, de muros, de esquinas, disparándose a quema ropa, no importándole ser herido. Isabel está ya harta de esperar a que Segismundo se declare, al final se van a pasar de forma de tanto correr, ella lo que quiere es que de una vez se le abalance Segismundo y la bese, que ejecute ese acto de posesión a través del cual se selle una relación y se confirme derechos que cada uno tiene sobre el otro, ¿o es que piensa estar toda la vida así? porque no se cree que lo de correr sea solo una excusa para ponerse en forma, ese cortejo al que él la está sometiendo y que ella está aceptando de forma complaciente debe de tener una finalidad, y esa finalidad no puede ser otra que la de empezar a ser el uno de otro y el otro de uno, y eso solo pasa si se dan un beso. Isabel está literalmente obsesionada con el momento en que llegue ese beso. Ella nota como Segismundo la mira, y como a la misma vez trata de no mirarla, ella por supuesto lo achaca  a su timidez, a su falta de iniciativa, pero a este ritmo van a acabar corriendo la maratón de Madrid juntos y nada. Hoy lo va a arrinconar, y va a demostrar que el genero femenino también es capaz de asumir la iniciativa, de que esa invasión de la libre voluntad que significa la injerencia de un individuo sobre otro también es capaz de ejecutarla con maestría una mujer, vamos que al llegar de correr tiene pensado plantarle un morreo y a ver que hace Segismundo, ¿sino a que a venido tanta charla? porque si es a correr y solo a correr a lo que se refiere, prefiere salir a correr sola.