Romero no puede creer lo que están oyendo sus oídos. Escucha a su contraparte en la conversación telefónica con una media sonrisa, se está imaginando los posibles desenlaces de los hechos que le narran por teléfono. La policía vive en una idílica comunión con la delincuencia, es un circulo vicioso, sin ex-delincuentes no habría informadores, y sin informadores no habría inteligencia en la policía, pero no solo eso, las lineas que separan a los delincuentes y a los buenos se difuminan hasta desaparecer, y ya no sabe uno quien es el que delinque y quien el que ejecuta la ley. Lo que se le está pasando a Romero por la cabeza, es muy sencillo, si están planeando matar a Susana debe dejarlo pasar, dejar que hagan otros el trabajo sucio, y cuando pase el trágico desenlace caer con toda la contundencia de la ley sobre los culpables. Esto tiene varias ventajas, le ahorran parte del trabajo, al final si su hombre se tiene que casar con Isabelita lo preferible es que Susana desaparezca, lo segundo es que al final quedarán como los buenos de la película, detienen a Segismundo y a Ataulfo y el poli bueno se casa con la desdichada hija de la millonaria difunta, y lo tercero, sólo tiene que sentarse a comer palomitas en el sofá a ver mientras como todo pasa. 

Hablan en clave, Romero aunque controla todos los recursos de la policía, es precavido, todo sea que un día se le cruce los cables a algún fiscal o juez y se lo lleven por delante. Los gatos son Segismundo y Atualfo, y la gallina, es Susana. Isabel es el pollito. 

Romero cuelga rápido, no tiene muchas ganas de hablar, ya sabe todo lo que necesitaba saber. Ellos, Ataulofo y Segismundo, también van por el dinero, lo que por otra parte no le extraña. Piensa en si cambiar algo, puede dejar tranquilo a Segismundo y que ejecuten el plan en la mayor tranquilidad, o seguir como hasta ahora y que se pongan nerviosos y no hagan nada. Pero finalmente decide lo que cree que es mejor para él y el futuro policía marido de Isabel, y eso es no tocar nada. Habrá que irle limando la moral a Segismundo y cuando lo tenga a tiro, no dejar nada.

Tras colgar, empieza a pensar en su candidato para casarse con Isabelita. El elegido trabaja en la misma comisaría que él, solo que tiene 20 años menos que él. Se llama Pedro y lo más importante de todo por si acaso todo salta por los aires, tiene un expediente limpio como el jaspe, ni una impureza que disminuya su valor como tapadera, ni una mancha en su expediente y ni un solo vicio a la vista, no fuma, no bebe, no sale de marcha, no encaja para nada en el perfil de marido florero que programe un asesinato de su suegra para heredar millones y no volver nunca a dar un palo al agua. De hecho, si todo sale como Romero lo espera, Hermenegildo va tener que seguir yendo a trabajar todos los días a la comisaría de policía  tal y como se lo tienen prometido Romero. La idea inicial era que, se case con Isabel y luego cargarse a Susana, la policía cuanta con mucha experiencia para fingir casi cualquier tipo de muerte natural o por accidente, y además luego tiene la capacidad de influir en los jueces que juzgarían la muerte. Pero si como parece se le van a adelantar Segismundo y Ataulfo, lo mejor es esperar a que la maten y empezar los acercamientos después, cuando llore y se de cuenta lo tonta que ha sido pues darle ese pañuelo de clínex para secarse las lágrimas en forma de ser humano. Es probable que la cosa no acabe aquí, porque si todo marcha como tiene que marchar, tarde o temprano habrá que también eliminar a Isabelita, lo que por fin le garantizará a Romero un acceso ilimitado al dinero que herede sin ningún tipo de restricción Hermenegildo.

Del Indio tampoco se ha olvidado. Si bien, a diferencia de lo que pasa con Segismundo, él sabe que lo sabe. Un presidiario que ha matado a un policía y que no deja de ver lucecitas a su alrededor es normal que se vaya imaginando lo que le puede estar sucediendo. De todas formas, no está mostrando ningún tipo de piedad con él, hace poco, él personalmente fue quien paso a su habitación del albergue y se estuvo entreteniendo en hacerle agujeros a sus camisetas, simplemente ese gesto, se sentirse por encima de la ley, de desposeerlo de todo tipo de derechos, de humillarlo cuando vaya a abrir la maleta y las vea a todas llenas de agujeros, le hace feliz. Es algo que no puede explicar, pero que alguien medianamente informado le haría entender que se llama sadismo, y que el es un sádico, que disfruta maltratado a aquellos a los que domina, aparte de que sadismo deriva y se confunde con el odio que siente ante casi todos aquellos que no son como él, los odia como un cuerpo entero, no hay un detalle, una práctica que no tolere, no, odia de forma completa, y además lo hace con sentimiento de clase, él no es ese típico burgués que recela de la lucha de clases, muy al contrario, él la refuerza, la fomenta, entiende su importancia y siempre que tiene ocasión participa de una forma activa en ella.  

Pero el Indio, aunque si que los percibe, para él huele a incienso la habitación cada vez que entra a ella como si hubiera sido el mismo diablo el que acabara de marcharse, está haciendo lo que tiene que hacer, ignorarlos. Ya sabe como funciona la policía en España. Son expertos montajistas, no va a encontrar a nadie que declare a su favor, y en una pelea a cuerpo abierto con ellos, lo único que puede pasar es que sus huesos acaben otra vez en la cárcel y ellos de rositas. Todo lo que ahora puedan hacerle, no se puede comparar a pasar un día entre rejas lejos de Susana e Isabel ahora que por fin ha vuelto a verlas.

Ambos, aunque el Indio no lo sepa, han llegado a una especie de acuerdo. Romero ha accedido a que le salga un trabajito, solo quiere verlo sufrir un poco más, darle esperanzas de que hay luz al final del túnel para que siga caminando y así pueda seguirlo torturando, ¿y que mejor forma de tortura que la de un trabajo digno de un esclavo? Por supuesto de que se ha enterado de que ha estado preguntando por trabajo, lo que le humildece como individuo y lo engrandece como ser humano, además sin ningún tipo de pretensión, es decir, está buscando de fregaplatos. Y al final lo ha conseguido, con la ayuda de Romero va a empezar a trabajar sábado y domingo en uno de los restaurantes del barrio donde ha preguntado, él se va a encargar personalmente de que nunca le falte un plato que limpiar, de 8 a 12 de la noche delante del  fregadero por la nada desdeñable cantidad de 250 euros al mes. El salario por supuesto que también ha sido pactado por adelantado, al igual que los días y horas asignadas, lo que quiere es que tenga algo de dinero, pero que no tenga lo suficiente como para alquilar una habitación, que encuentre un trabajo como para que exista una apariencia de normalidad, pero que en verdad sea ilusorio dada la poco independencia que le aporta. En cualquiera de los casos, sigue dependiendo de los servicios sociales en cuanto se le acabe el dinero, porque por esa cantidad al mes, nadie como y vive bajo un techo.