Después de todo lo que ha pasado la vida sigue. Eso es lo que Segismundo descubre nada más poner un pie de nuevo en la calle. Ha pasado una noche complicada, tras aclarar algunas ideas con Ataulfo, subió de nuevo a casa de Isabel, cenaron abundantemente con una botella de vino, intentaron ver la tele un rato cuando acabaron, pero rápidamente acabaron enzarzados el uno con el otro, lo demás pasó en la habitación que antes era de Susana por ser la que tiene la cama más grande, apenas pudo pegar ojo, a él todo también se le hace raro. Pero en la calle, los coches siguen haciendo ruido al pasar y sus conductores se siguen insultado, las motos siguen atacando los pasos de cebra sin respeto por los peatones que los cruzan, las aceras de la calles siguen llenas de gente a la que no les importa nada lo que ha pasado con Susana, caminando hacía al metro por fin se siente de nuevo liberado por su conciencia, es capaz de quizás no olvidarse pero si de pasar a un segundo plano aquellos pensamientos que no hacen más que analizar todo lo que ha pasado. Es casi feliz, se da cuenta que la compañía de Isabel, todas las paredes del piso donde ella vive, no son más que una prisión que le hacen continuamente rememorar lo miserable de su existencia. 

Todavía es más feliz cuando pisa la universidad, es ese el territorio donde de verdad se siente libre, allí todo lo que sucede y pasa está revestido de ese aura de voluntad del acto, no hay nadie que le obligue a hacer nada de lo que hace o siente, con la excepción de esas asignaturas odiosas, que en verdad son más odiadas por quienes las imparten que por su contenido. Ataulfo allí está tan lejos que no puede percibir su presencia ni su influencia, su pobreza pasa a un segundo plano, uno de los placeres de aprender es que cuesta por igual a pobres y ricos, y allí sobre todo está Julia, esa que le recuerda que también hay un lado bueno dentro de él, que le hace querer y sentir eso que dicen se llama amor, que le hacen querer ser mejor estudiante, dejar malos hábitos, ignorar a los abusones que buscan pelea, todo con tal de ser digno de su compañía. Mientras lo siga intentando todo posible fracaso quedará desvinculado de su control y por tanto al margen de su culpa, siempre y cuando pasemos inadvertido que ha asesinado a Susana y sólo está con Isabel por dinero, aunque para él nada de eso puede alcanzarle ahora que sus pies están en territorio universitario.

Que la relación con Julia se haya enfriado no significa que haya dejado de quererla, simplemente él entiende que todavía no ha llegado el momento de estar juntos. Su corazón sigue latiendo igual de fuerte cuando la ve pasar, y se sigue sintiendo igual de ineficaz ante un posible asalto, lo que la convierte aun más en su objeto de deseo. Cuando la ha visto entrar a clase su vida definitivamente ha vuelto a la normalidad, nada de lo que ha pasado puede importarle, más bien, nada de lo que ha pasado le importa. Esa visión combinado con el ambiente de libertad donde está sumergido lo hacen evadirse, por más que intenta no mirarla no puede evitar hacerlo y cada vez que lo hace no es más que un aliciente para volver a hacerlo, ese instante lejano de su visión son los únicos instantes que le hacen dejar de sentirse solo en el mundo, se siente completo, deja de sentir el vacío de su presente. Y esa necesidad de tenerla siempre a su lado, es lo que convierte a la evasión a la maquinación de un plan en que nada ni nadie le impidan estar con ella. Sueña con ser ella con la que comparta su vida, eso más que cualquier otra cosa en el mundo manifestaría la culminación de su ser. Ese plan inevitablemente pasa por quitarse de en medio a Ataulfo, a Isabel y a la policía, combinado con hacerse de forma irreversible con la propiedad del la fortuna heredado gracias a su inestimable ayuda por Isabel. Sueña con ser tan rico que pueda pagar la extorsión de la policía, con ser tan libre o ser tan rico que ni siquiera ellos puedan robarle lo que más quiere. Pero ese sueño, se ve constantemente atacado por la realidad, Julia ni lo mira, Isabel es una autentica lapa, Ataulfo puede pasar a convertirse en su peor enemigo, y hoy al despertase había sirenas de policía, antes de llegar a la universidad se ha cruzado con dos coches patrullas y su helicóptero no hace más que rondar por donde el está, ahora mismo acaba de pasar haciendo un ruido ensordecedor, parece que lo que quieren es que simplemente se note su presencia. Va a ser muy difícil conseguir eso que quiere.

Apenas puede concentrarse, y las horas en la universidad pasan siempre más rápido de lo que pasan fuera de ella, y cuando se quiere dar cuenta está caminando con dirección a casa de Isabel. Como no, sus amigos parecen continuamente rondarle, es su forma de asfixiarle, pero no le importa ha decidido que lo mejor es pasar de ellos. Poco a poco lo que su presencia está generando en Segismundo es odio, odio a la policía, no sabe porque pero tiene la impresión que el hostigamiento al que está siendo sometido tiene que ver poco con la justicia y tiene que ver más con la forma en que Manolo miraba a Isabel tanto en su casa como durante su breve visita al tanatorio, no son celos lo que siente, es la sensación de que van a utilizar todo el poder que tienen para avasallarle, de que está dando con una organización criminal que supera con creces la asociación criminal simplemente formada por él y Ataulfo. Hay otra cosa que no es capaz de quitarse de la cabeza, la conversación de ayer sobre el móvil, está convencido de que lo tienen pinchado, un símbolo más del poder de su organización criminal, como estudiante de derecho sabe muy bien que necesitan la autorización judicial para utilizar las pruebas obtenidas de su móvil en un juicio, pero eso no significa que no puedan utilizar sus contactos y medios para pinchárselo sin que eso suponga repercusiones jurídicas.

Hoy no tiene ganas de hablar con Ataulfo, va subir directamente a su habitación, coger algo de ropa y subir a casa de Isabel. Le tiene prometida una buena cena y a ella como postre. Al llegar al albergue vuelve a ver al dichoso helicóptero de la policía, pasa su puerta sube las escaleras hasta su habitación, coge esa ropa que tenía prometida, vuelve a subir más escaleras pasa por la habitación de Ataulfo y descubre que está en casa por ese olor a hierva que desprende, sigue subiendo las escaleras, llama a la puerta de la casa Isabel, y cuando le abre lo recibe en camiseta sin sujetador, no puede quitar los ojos de sus tetas, se acaba de olvidar de todo lo que ha pensado y ha pasado durante el día.