Manolo llega jadeando, hace tiempo que paso las pruebas para la policía, incluso algunas gotas de sudor amenazan con condensarse en su frente y resbalar hasta sus cejas, antes de llamar a la puerta se ve obligado a esperar unos segundos para coger aire, recuperar la respiración, bajar pulsaciones, la cuarta planta le ha hecho mella, tiempo que aprovecha para sacar un pañuelo de su bolsillo y secar su frente, sin lugar a dudas a puesto a prueba a su desodorante. Está impaciente por ver a Isabel, preguntarle por su relación con los vecinos y a partir de entonces tirar del hilo que ya sabe debe llevarle hasta Segismundo y Ataulfo, tranquilizado y poniendo la mejor de sus sonrisas llama al timbre, él también quiera darle una buena impresión, después de detener a Segismundo y Ataulfo, Isabel debe de caer rendida en sus brazos. Isabel estaba todo este tiempo en la mirilla de la puerta observándole, no ha podido evitar en fijarse en su buena apariencia y le ha hecho mucha gracia cuando medio asfixiado ha sacado el pañuelo para secarse el sudor. Tras que llamase a la puerta se ha mantenido unos segundos en su posición, cual mimo, y tras volver a relajar sus músculos se ha apartado de la mirilla y ha abierto la puerta. Manolo se ha dado cuenta de que lo estaba observando en el mismo momento en que la mirilla volvió a adquirir el tono de un ojo de buey traslucido y casualmente sin oír ningún paso al poco se abrió la puerta. Ambos al verse se sonríen, desde un primer momento hay química entre ellos, ese era parte del plan de Romero. De forma casi coordinada se saludan atropellando el uno las palabras del otro, ha habido un buenos días entrecruzado que parece haber sido ensayado, tras mirarse a los ojos y volver a reír, ahora visiblemente, esta vez Manolo se calla y deja que su anfitrión lleve la dirección del encuentro y dedicarse a responderle.

Manolo sigue los pasos de Isabel a través de un largo pasillo, el mismo donde uno de sus compañeros encontró un trozo del cuaderno de Luís, y al igual que Segismundo le es casi imposible hacerlo sin dejar de mirarle al culo. Cuando percibe que se está acabando levanta su mirada y tras cruzar el umbral que separa el salón del pasillo se encuentra con la de Segismundo que lo está mirando con cara de no haber roto un plato nunca, y nada más verlo de forma educada se ha levantado del sofá donde estaba sentado en símbolo de cortesía, de forma algo precipitada Segismundo está extendiendo su mano a modo de saludo, parece indicar que espera estrecharla con la suya. No esperaba verlo tan pronto, se suponía que esta reunión era para meterse a Isabel en el bote, realmente le ha molestado verlo. Tras rápidamente recomponerse, Manuel sonríe y se dirige hacía donde está Segismundo para no hacerle esperar más y estrechar su mano, en ese momento ambos se mirar a los ojos, es el primer duelo de los muchos que habrá. Segismundo rápidamente se presenta tras soltar su mano, e Isabel trata de ayudarle corroborando su palabras.

Manolo no es solo incapaz de rechazar un café por la mañana, sino que además le parece la excusa perfecta para quedarse un momento solo con Segismundo y seguir con ese juego de nervios que empezó con el apretón de manos y el primer cruce de sus miradas. Manolo sin decir nada, se sienta en la parte corta de la L que forma el sofá donde estaba sentado Segismundo, y de forma automática Segismundo le imita sentándose justo donde antes estaba sentado. Llevando la voz cantante y haciendo gala de ese escepticismo que acompaña siempre todos sus gestos y palabras cuando trata con extraños durante horas de trabajo, saca su cuaderno, un boli, y empieza a preguntarle a Segismundo por su relación con Isabel.

Aquí Manolo acompaña sus palabras de una mirada inquisitiva que lleva años perfeccionando. Segismundo, trata de no hacerse el aludido, y le devuelve la mirada de forma serena a la vez que responde con la mayor seguridad que puede.

Manolo no le quita los ojos de encima, parece que tienen como único objeto las pupilas de Segismundo, y sigue preguntándole. Antes, sólo ha interrumpido su mirada para tomar notas en su cuaderno.

Es este justo momento aparece Isabel por la puerta del pasillo con el café de Manolo. Acaba de salvar a Segismundo del primer directo a su mandíbula, gracias a la maniobra de distracción de Isabel la tensión que de forma exponencial crecía entre ambos desaparece.

(CONTINUARÁ EN EL CAPÍTULO DE MAÑANA)