No fumó hachís antes de dormir y eso ha despertado en él la capacidad de soñar, capacidad que hacía años que no tenía, se ha pasado los 20 años en la cárcel sin soñar. Puede que después de todo no fuese tan buena idea no hacerlo. Ha tenido unos sueños rarísimos. Ha soñado que se despertaba otra vez en la cárcel, rodeado de policía y que esta vez la condena era de por vida, se reían de él mientras balanceaban las esposas y las porras, no lo dejaban de salir de la celda, y al final acababa meándose en los pantalones, cuando la sensación de estar a punto de orinarse de verdad encima lo ha despertado de la cama. Se ha despertado con el corazón sobrecogido, y con ganas de fumar. Pero ha decidido aguantar, demostrarle a Susana lo que vale, y de paso demostrárselo a si mismo, la vida después de 20 años le ha vuelto a dar una segunda oportunidad y lo mejor es tratar de no desperdiciarla. Puede que fumar hachís no sea un vicio inconfesable, puede que incluso no sea mucho más dañino para la salud que el fumar tabaco e incluso puede que económicamente tampoco sea un suicidio, pero socialmente, aquellos envidiosos, que siempre los hay, que están deseando poder sacarte un defecto para poder hacerte daño, está seguro que lo van a utilizar contra él, no encuentra trabajo porque fuma, Susana no quiere volver con él porque fuma, su hija Isabel no quiere verlo porque fuma, así que aunque parece que ha empezado a cambio a morderse la uñas va a seguir mordiéndoselas y sin fumar. Crea es es la primera vez que puede decir que no está colocado en 20 años. Las sirenas de policía lo han despertado, parecían que estaban sonando dentro de la habitación, pensaba que podían venir a por él, tanto que ha estado a punto de salir corriendo, pero enseguida se ha calmado y se ha vuelto a meter en la cama después de orinar, a los pocos segundos ha sonado el despertador y no ha tenido más remedio que ponerse a cumplir con el plan que tenía en la cabeza. Nunca ha sido otra cosa que no sea un ladrón, nunca ha tenido un contrato de trabajo, ni horarios, ni jefes, ni nómina, su vida ha sido siempre robar a los demás, pero el lo hacía con la vocación de un torero, con el desparpajo de un futbolista, con el arte de un pintor, para él robar no era más que otra ciencia. ¿Por dónde podía empezar a buscar empleo? no tiene ninguna habilidad especial, más haya de unas manos ágiles, supone que lo mejor va a ser buscarse algo fregando platos. No lo llamen una revelación, ni tampoco una inspiración, pero en Madrid hay pocas cosas que un parado de más de cuarenta años pueda hacer, todos los empleos están ultraespecializados, hasta el camarero más humilde tiene una carrera y te puede enseñar educación. De eso es extremamente consciente, por eso sin curriculum, sin más preparatorio que su sonrisa se ha lanzado a la calle y con la intención de preguntar por todos los bares. Lo primero que se ha encontrado al salir por la puerta era un coche de policía en la acera de enfrente del albergue, le han dado ganas de hacerles un corte de mangas, pero se han quedado en sólo eso ganas. Madrid es siempre una ciudad llena de vida y de gente, y fregaplatos siempre van a ser necesarios, no hay lavavajillas que lave más rápido y con más precisión que las manos humanas, y eso cualquier bar o restaurante sabe apreciarlo. Sin orden ni concierto, ha ido preguntado uno a uno en todos los bares que se ha ido encontrando por le camino, y todos después de mirarlo de arriba a abajo a coincidido en lo mismo, por ahora no necesitamos a nadie, solamente uno, parecía medianamente interesado y le ha preguntado su número de teléfono, sólo por si acaso.  El Indio tiene un problema, bueno, en realidad tiene dos, el primero que sólo es culpa suya y del que nadie puede hacerse responsable, es que es un ladrón, no lo era, no, para la gente lo es, y siempre lo siguiera siendo, da igual lo que haga el resto de su vida, como si inventa la vacuna contra el cáncer, nadie va a confiar en él, y el segundo de los problemas, es que Romero, ya está extendiendo la voz de que quiere su cabeza en una bandeja de plata. Los rumores se extienden más rápido que la pólvora, las palabras corres más rápidas que el viento, y los superhéroes sólo existen en las películas de ciencia ficción y los cómics. Nadie se va a atrever a ser un valiente y darle un empleo, al menos nadie que únicamente se mueva por intenciones honestas. El Indio se ha convertido en una moneda de cambio, tendrá el trabajo que quiera Romero que tenga, en el sitio que Romero quiera que tenga, cobrando lo que Romero quiera que cobre, siendo tratado por su jefe en la forma en que Romero quiero que lo trate, el Indio es propiedad de Romero, lleva su sello en la frente, y no hay forma en que eso vaya a cambiar. Pero todavía es pronto para que el Indio se de cuanta de ello, ha empezado a percibir su presencia, de notarlos a su alrededor, porque la policía es como dios, esta en todas partes pero de verdad no existe, porque su función de detener al delincuente ha quedado desdibujada, diluida, la delgada linea que separa lo bueno de lo malo ya no existe, ahora todo forma un batiburrillo, ya no hay blancos y negros, ahora lo que hay son tonos de grises, y la ley de sálvese el que pueda. Parece que su vida se va por el sumidero, necesita un milagro, básicamente que le toque la lotería. 

Después de patearse todo el barrio, ha quedado sorprendido por la cantidad de chinos que hay, uno casi en toda esquina, antes cuando el era joven de eso no había, ha decidido probar de nuevo suerte y llamar de nuevo a Manuel. Está vez si que ha tenido suerte y Manuel ha quedado con él en invitarle a comer. Han quedado en un bar donde iban cuando eran jóvenes y que todavía sigue abierto, en él se han inflado a tomar cañas viendo partidos del Real Madrid, a base de tapas de huevo duro y sal, a base de panchitos salados y algún que otro cubata de JB con Coca-Cola. Manuel aunque siempre fue de la pandilla supo como mantenerse alejado de los líos, se sentía muy seguro también de la habilidad de sus manos, pero en su caso eran para tocar el acordeón y no quería despreciar el don que tenía. Cuando ha entrado ha sido como tener de nuevo veinte años, solo que ahora Manuel tenía más arrugas y estaba calvo. Después de fundirse en un abrazo, se han sentado en una mesa y han empezado una conversación amena, como la que se tiene entre amigos, entre dos personas que han crecido juntas. El Indio, que ni mucho menos puede considerase un desconfiado, y menos de Manuel, por mucho que la cárcel le han dado un master en contrainteligencia de la policía, lo ha notado raro nada más verlo, tenía la misma cara que Susana, esa tristeza que parece esconder un misterio, esos ojos que ocultan un enigma, esa sonrisa que nunca se completa, parece que lleva un peso a los hombros, los tiene doblados hacía delante, está encorvado por culpa de su estado de ánimo. “¿Y ahora que le pasa a este?” es lo primero que ha pensado tras pocas palabras en su conversación.

Manuel sabe perfectamente a lo que se refiere, y tiene que haces esfuerzos enormes para hacerse el sorprendido, disimula muy mal, y Indio empieza a sospechar algo, lo mira a los ojos como intentado averiguar que es lo que esconde.

(A lo que Manuel responde casi cortándolo)

El Indio se queda pensativo. Justo acaba de llegar el camarero con los platos de comida y puede aprovechar para callarse, beber, comer, y pensar en silencio. Sospecha de Manuel. Y empieza a sospechar de la policía, no le ha gustado verlos esta mañana en la puerta del albergue. Pero por ahora prefiere callarse, todavía puede sacar información jugosa de él, como hay ha hecho, lo mejor es no contarle mucho, o contarle solo aquello que quiera que sepan.