Hoy Segismundo no sabe porque pero se ha levantado contento, desde que se ha levantado, incluso con la preocupación con la que se acostó ayer por culpa del Indio, su sonrisa brilla como un sol que ilumina su cara. Ha caminado al metro como llevado por una nube, hasta que un individuo sin identificar la ha pegado un pisotón en el pie que lo ha dejado cojo para casi toda la mañana cuando iba sentado dentro del vagón del metro, pero es que además, cuando ha salido otros dos sujetos casi seguidos se han chocado con el hombro con hombro, sin verlos, sin darle tiempo a esquivarlos, uno por ir mirando al móvil y otro juraría que se ha chocado con el a posta, el segundo casi lo tira al suelo. Cuando ha llegado a la universidad la sonrisa que tenía a primera hora de la mañana ya se había esfumado, no era ni siquiera un recuerdo, parecía que nunca había existido, su mirada había cambiado por un gesto agresivo, sus ojos ahora estaban entrecerrados, como buscando un objetivo, un posible enemigo, y ese, sin darse cuenta ha pasado a ser el resto de la mañana Romualdo que ha no se ha despegado de Julia ni un solo segundo, cuando ha llegado, allí estaban hablando juntos, cuando se han juntado para hacer el trabajo de grupo que deben de entregar esta semana, allí estaba el acaparando toda su mirada y conversación sin apenas callarse, y cuando se han despedido, duda si quiera alguien se ha dado cuanta de cuando se ha marchado. “¿Se habrá dado cuanta de como la miro” se preguntaba hoy al final del día, sin saber que la respuesta era evidente, claro que se había dado cuanta de como la miraba, Romualdo era una simple barrera que había aparecido, un obstáculo más que debía superar si quería acercarse a ella. “Mañana tengo que inventarme alguna excusa para interactuar más con ella, así no voy a ningún sitio, acabo la carrera y…ni siquiera se habrá enterado de que me gusta…¡joder Isabelita!, pero ¿qué estoy haciendo con mi vida?”.

Ha dado un largo paseo para llegar al albergue, hoy no tenía ganas de coger el metro, quería despejar sus ideas, ese “¡Joder Isabelita!” rebotaba una y otra vez en el interior de su cerebro como una pelota de goma que al chocar contra las paredes de su corteza cerebral le hacía daño. O Julia o Isabel, las dos no pueden ser, con las dos salvo que sea mormón, posibilidad que empieza a barajar como una de las posibles soluciones, no puede casarse. Camina pensativo, pensando en lo que ha visto hoy en la universidad y como valorarlo, Julia parecía receptiva hacía Romualdo, o eso parecía, o eso pensaba él, y ahora él con todo este contrasentido interior tiene el objetivo de hablar con Isabel para invitarla a correr juntos, “no puedo quejarme, si yo soy el primero que la está traicionando”, apenas es consciente de su entorno, pero si lo es lo suficiente para darse cuanta de que el semáforo está en verde, cuando un coche de policía local cruza justo delante de sus narices apunto de llevárselo por delante, “ufff, ¡por un pelo!” tengo que estar más atento que esto no es mi pueblo”. Al menos el susto le sirve, para dejar de pensar en Julia, tras el cambia de tema y solo piensa en lo que va a decirle a Isabel cuando baje en pantalón corto y deportivas a verla, “joder, es que no tengo ni chandal…y cuando llevemos cinco minutos y se de cuenta de que voy a echar el hígado por la boca, ¿qué digo?”. Y eso es lo que hace, ya se le ha pasado lo del pisotón, lo de los dos empujones, lo de Romualdo, ha pasado corriendo por el mostrador donde Isabel estaba distraída estudiando y cuando ha aparecido delante de ella ya estaba preparado para invitarla a correr juntos, es o eso, o aguantar la mirada de indignación Atualfo la próxima vez que lo vea y le pregunte por ella.

La interrumpe, Isabel parece que no se ha dado cuanta de su presencia, el estaba parado delante suya pero ella no se había levantado la mirada. Cuando lo escucha, lo mira y lo mira de arriba a bajo, no puede evitar que se le escape una sonrisa.

Isabel tiene la mirada clavada en las All Star rojas llenas de agujeros que lleva puestas Segismundo y tiene que morderse los labios para evitar que la media sonrisa no pase a ser una carcajada. Es lo más parecido que tenía Segismundo a unas zapatillas de deporte.

Isabel está deseando decirle que sí, y eso es lo que al final acaba haciendo. Además, mañana ya no va ella a la recepción del albergue, va a estar su madre, tiene que estar una semana ausente, le han dado cita casi de forma instantánea en el cirujano y mañana la operan de la verruga en la barbilla y los pechos.

A Segismundo, la aceptación de Isabel lo mete más aún en el agujero emocional en el que anda metido. Y lo que iban a ser cinco minutos, se convierten en una media hora angustiosa que se pasa mirando al cartel de “Hasta mañana no hay recepción. Para cualquier contingencia llamen al 666555432” deseando que pase algo que lo salve y que haga que Isabel no baje nunca esas escaleras que tiene a su mano derecha. Susana e Isabel viven en el mismo albergue, pero a su a su piso también se puede acceder de forma directa por una puerta contigua a la puerta por la que se accede al albergue, por eso ayer cuando fue Romero a ver a Susana, Isabel no lo vio.

Durante el día, han pasado más cosas, por la tarde había ido de nuevo el Indio al albergue. No pudo cortarse las uñas, y se había tenido que duchar con los calcetines puestos, pues no encontró antes ni el cortaúñas ni las chanclas en la maleta. Poco antes de llegar al albergue se encontró a la policía en el mismo paso de cebras que ayer, pero no quiso darle mayor importancia y lo que es más raro, está mañana casi de forma coordinada sonaron su despertador del móvil y unas sirenas a todo volumen en la calle. Pero aún no piensa en eso, y cuando se cruzo con ellos, no les dio mayor importancia, hace más de 20 años que pasó lo que pasó, y en verdad fue un accidente, su intención no era asesinar a nadie, era huir. Susana lo estaba esperando, toda la mañana vestida en casa sin bajar a la recepción por si aparecía, teniendo a Isabel atada al mostrador todo el día, quería que la expresión de sus caras, sus gestos, no fuesen cohibidas por ninguna mirada externa, sino que fuesen todo lo más natural posible. Y eso es lo que ha pasado, ambos han tenido que hacer esfuerzos horribles para evitar contener las lagrimas cuando se han vuelto a ver. El Indio ha llamado a la puerta, Susana ha respirado hondo y cuando parecía que ya era demasiado tarde, que iba a marcharse, ha salido corriendo y le ha abierto, sin mediar palabra, sabía perfectamente que era él. Su mirada se ha encontrado durante breves segundos, Susana no ha podido evitar apartarla, la imagen de Romero amenazándola enseguida ha aparecido junto con un sentimiento de vergüenza que no la ha abandonado durante el resto de su breve reunión. Toda lo fría que ha podido, y sin dejarle poner un pie dentro de casa le ha explicado que “lo mejor es que no vuelvas, lo que pasó, pasó muchos años atrás, no puedes pensar sólo en ti, tienes que pensar también en Isabel. Eramos jóvenes y a esas edades uno hace y dice tonterías sin sentido, y uno de esos sin sentidos fue lo nuestro, yo me he dado cuenta hace ya años, pensaba que nunca ibas a tener el valor de volver por el barrio, pero por lo que veo me equivocaba. Te pido por favor, que te alejes de mi y de Isabel y no vuelvas”. El Indio, no ha dicho nada, solo a seguido sus ordenes de forma precisa, y con cara triste, aún no sorprendida, se ha dado la vuelta y se ha ido.

Tras irse llamó a Manuel, pero tampoco le cogió el teléfono. No le queda ya mucho dinero, podía o buscar algo de hachís que le ayudase a soportar la soledad del resto de lo que le quedaba de día, o tumbarse en la cama y mirar las musarañas pensando en que hacer con su vida. Hizo lo segundo, parece que un sentimiento de responsabilidad empieza a aparecer en sus entrañas tras volver a ver a Isabel, tenía razón Susana, también tenía que pensar en ella. “Mañana voy a buscar trabajo”, es lo último que piensa antes de cerrar los ojos y dormirse recordado la cara de Susana, “Tampoco hemos cambiado tanto, yo tengo un poco más de barriga, unas pocas más de arrugas y ella, igual, pero es ella. Quizás si encuentro un trabajo me deje volver a verla y me tome más en serio que hoy, han pasado 20 años, en ese tiempo yo he cambiado y tengo que demostrárselo”.