La conversación de ayer entre Ataulfo y Segismundo no dio para mucho, parece que ninguno de los dos todavía son conscientes de la celeridad con que los acontecimientos se están desencadenando, hoy el Indio tiene esperado aparecer en escena por el barrio, y Hortensia ha fallecido, mientras que Segismundo todavía no ha intercambiado ni una palabra con Isabelita. Si el plan tiene te ejecutarse de alguna forma, un paso ineludible es que Segismundo se haga con el cariño de Isabelita, en caso contrario sus manos seguirán lejos de la fortuna y de su sueño de hacerse millonarios. No obstante, parece que la oportunidad de Segismundo para acercarse a ella se está materializando, cuando ha bajado las escaleras como de costumbre para ir a clase lucia un cartel en recepción que decía “La mañana de hoy no habrá servicios de recepción por motivos personales” y en el hall del albergue, es decir un sofá antiguo y dos sillas coetáneas en frente del mostrados donde lucia el cartel, había una pequeña reunión, todos vestidos de negro, de entre los cuales ha podido distinguir a Isabelita y a Susana, además saliendo por la puerta había un coche funerario el que parecía albergar con toda probabilidad los restos de Hortensia. Por eso de camino a clase su cerebro era un hervidero de ideas que lo asaltaban, lo acosaban, le impedían hacer cualquier tarea con normalidad, en la estación de metro ha colocado la tarjeta del banco en el lector de tarjetas de metro y así en varias ocasiones hasta el que iba detrás en la fila le ha dicho con mala gana “¡que esa no es!”, en el metro se ha pasado la parada de la universidad, cuando ha reaccionado ya ha sido demasiado tarde las puertas se acababan de cerrar y una nube de pasajeros le impedía moverse de su sitio, y en clase el sentimiento de culpabilidad al ver a Julia le asaltaba, le dolía el pecho al verla, su cara se llenaba de tristeza, las probabilidades de conseguir tan preciado trofeo eran casi nulas, cercanas a cero, pero aun así hay veces que se puede vivir de los sueños, ella era el principal motivo por el que trataba de alejarse todo lo posible del mediocre cinco al que parecía abonado el primer año de carrera, y ahora con la que tantas veces había soñado ¿estaba obligado a olvidarse de ella? Por su cabeza pasaba una y otra vez como un disco rayado “tengo que empezar a hablar con Isabelita, es de lo poco que hemos quedado Ataulfo y yo, sino puede que se me adelanten y a la mierda el plan, a la mierda la fortuna, y otra vez a volver al pueblo que no quiero volver a pisar en mi vida, pero ¿y Julia?” Puede parecer una ironía, pero lo que Segismundo no sabe es que a ella también le gustaba, se había dado cuenta en como la miraba, en como esquivaba su mirada cada vez que en algún punto parecía que iban a encontrase, para todos Segismundo era “el chico raro ese que se sienta solo en la mesa del fondo”, pero para ella era “el chico raro ese que se sienta solo en la mesa del fondo y solo la mira a ella”, cualquier otra puede que le hubiese cogido miedo, pero a Julia le gustaba la forma en que rehuía su compañía, nunca estaba lo suficientemente cerca como para poder intercambiar una palabra, a la vez, que nunca estaba lo suficientemente lejos para dejar de mirarla, sin olvidarnos de que el cinco peleón de Segismundo del primer año de carrera había pasado a un siete de mitad de la tabla en el ecuador, tercero de Derecho, en el que ahora se encontraban. Ella también pensaba en él, y se preguntaba que debía de pasar por esa cabeza tan triste y tan sola, pues nunca lo había visto hablar con nadie, lo único que sabía es que era de un pueblo perdido y que vivía en un albergue cerca de la universidad. La situación parecía agravarse por momentos, ambos compartían apellidos cercanos y el destino les iba a jugar una mala pasada, porque hoy el profesor de Derecho Civil ha decidido que para este trimestre la nota final va ha estar constituida en parte por un trabajo en grupo, y para que no haya desigualdades los ha formado él por apellidos tocándole a ambos en el mismo grupo, la cara de Segismundo era un poema, cuando se ha visto sentado después de clase en la biblioteca con ella y el resto del grupo para discutir de que iban a hacer el trabajo, no sabía donde mirar, que decir, lo habían obligado a salir de su burbuja por la fuerza, si bien parece que la intromisión en su intimidad le agradaba por el simple hecho de la compañía de Julia. El resto del día se lo pasa en una nube, pensando en su cara, en su cuerpo, en lo que ha dicho, y en lo que había hablado con ella, porque hoy había hablado con ella, habían intercambiado ideas y opiniones y hasta se habían mirado, que mala suerte porque Atualfo al llegar a su habitación lo iba a sacar de su sueño. Como siempre aparece llamando a la puerta a la hora de la cena, lo pilla con la boca llena con el bocadillo de mortadela, y se levanta corriendo a abrirle, aunque hoy con muchas menos ganas que ayer tras lo que hoy ha sucedido.

Como siempre Ataulfo se sienta en la silla coja que esta al lado de su cama y empieza a hablar sin parar, mientras Segismundo calla, observa y asiente con la cabeza.

Lo primero que se le viene a la cabeza a Segismundo es contarle la tarde que ha pasado con Julia, en como han hablado por primera vez, en como el destino sabedor de sus ganas de conocerla al final ha cedido y se las ha arreglado para juntarlos, en como casi le toca la mano cuando a ido a coger un boli cuando ella a la vez también se había movido hacía el mismo sitio, pero cree que esa parte del día a Ataulfo no le va a interesar por eso no se la cuenta y visión sobre lo sucedido con Hortensia.

Hoy el Indio también ha pasado por el barrio y se ha alojado no en el albergue de Susana, pero sí en uno muy cercano, y se ha estado informando de todo lo sucedido. Ha sido Manuel, el que se lo ha contado todo, con él nunca perdió el contacto, un amigo de la infancia, el único que le queda después de todas las vueltas que ha dado su vida, él se había mantenido limpio durante todos estos años, a diferencia del Indio salió de las chabolas gracias a su habilidad con el acordeón, instrumento que aprendió de su padre, pero al que supero dedicándose a él de forma profesional, ganándose la vida tacando dicho instrumento por teatros del mundo entero en grupos musicales de mil nombres. El Indio ha pensado en acercase a ver a Susana mañana, después del entierro, si hoy era el velatorio lo mejor era estar tranquilo y esperar.

Víctor López Camacho