Mira y mira a Julia, y en su cabeza empiezan a aparecer todas esas posibilidades que pudieran liberarlo de la extorsión a la que lo que está sometiendo la policía. La primera de las opciones es entrar en una guerra abierta con ellos, pero eso es más una fantasía que una realidad, ni se quiera la historia de David contra Goliat representa las dimensiones del proyecto. Sería por otra parte convertirse en una especie de terrorista, cosa que tampoco es. Otra de las opciones es ignorarlos, pero eso no cambiaria en nada las cosas, al final lo único que conseguiría es perpetuar el estado en el que actualmente está, en manos de una mafia con gorra y placa. No es capaz de encontrar una solución que no sea denunciarlos de una u otra forma, pero no tiene pruebas de lo que le están haciendo, y lo peor de todo, por mucho dinero que ahora tenga, sigue teniendo la sensación de que no puede confiar en nadie. A su familia y amigos un día dejo de hablarles, cambio de teléfono, de email, no quiere saber nada de ellos, y aparte del difunto Segismundo y difunta Isabel, no tenía a nadie. La única opción que le queda es encandilar a Julia aún siendo víctima ostensible y llanamente de extorsión por parte de la Policía Nacional, eso supondría un montón de cosas, pero sobre todo una es la importante, dejaría de estar solo, ya no sería esa presa fácil de extorsión que no tiene a nadie que contar lo que le pasa, si ella lo quiere, si de verdad lo quiere, ella creería sus palabras y una posible denuncia contra la extorsión de la policía tendría mucha más fuerza, peso, quedaría corroborada también por ella, ya no sería sólo Segismundo, el que ha dejado de hablar a su familia y amigos, el que todo el mundo que se acerca a él muere, la denuncia debería ser investigada muy en serio por el juez de instrucción.
Entonces, la única conclusión a la que llega Segismundo para poder ser libre es que Julia le quiera. Esa que a todas luces parece tan inalcanzable. Se le viene a la cabeza el cuento de la rana encantada y la princesa que la besa y se convierte en un príncipe, porque Segismundo se siente ahora como esa rana a la que nadie quiere porque está encantado. ¿Y cómo puede conseguir que eso pase? Se le ocurre que para empezar lo mejor es dejar de matar a gente, si sigue muriendo todo el mundo que está a su alrededor al final todo el mundo va a sospechar, ya son muchas casualidades juntas. Y lo otro que se le ocurre es empezar a llevar una vida todo lo sana posible, dejar de fumar y beber, lo poco que fumaba y bebía. Otra de las cosas que tiene que hacer es no dejar de ir a la universidad, no dejarla que se sienta sola, aunque no hable con ella, su presencia siempre significará algo, será su forma de influir en ella, si deja de verlo al final se olvidará de él, lo dejará de querer. Y si va a ir tanto a la universidad, lo mejor será que empiece a sacar las mejores notas que pueda, siempre queda bien tu nombre al lado de un buen aprobado con nota en las listas que ponen en la puerta de clase, mejor que un suspenso, será otra de las formas de decirle que es un chico responsable y que va en serio. Y poco más se le ocurre a Segismundo, el que cada vez que ve a un coche de la policía le dan ganas de lanzarles un cóctel molotov, si bien sabe de sobra, que esa no es la mejor forma de librarse de ellos, por mucho que pueda redimir, al menos de forma momentánea, lo que siente.
La vida de Segismundo a pasado a un punto muerto. Está estancada. No puede con su enemigo. Pero su enemigo no puede con él. Es rico y no quiere pasar el resto de su vida en la cárcel sin poder gastar su fortuna. Está enamorado y no quiere pasar el resto de su vida sin ella.
Desde ese día Segismundo se transformó. Rousseau ya lo avisa en su Contrato Social, todo ser humano se merece una segundo oportunidad, hasta el más cruel de los asesinos es capaz de vivir en sociedad de nuevo si encuentra un buen motivo para hacerlo, son aquellos excluidos sociales, aquellos a los que la propia sociedad excluye por culpa de los prejuicios, del fanatismo, de las supersticiones, los que vuelven a delinquir, la soledad forma un papel fundamental en el odio que se genera en todos aquellos a los que no se les permite disfrutar del amor y cariño en condiciones de igualdad. Pero Segismundo no está solo, tiene a Julia. Aunque no se hablen, ambos saben que algo existe entre ellos, algo que los mantiene unidos sin ni siquiera la necesidad de tocarse. Es una cuestión de tiempo que algún día vuelvan a hablarse, está en sus manos que ese día llegue.
Cuando llegó a casa Segismundo, tiro todo lo que le recordaba a su vida pasada, no quería volver a pensar en nadie ni nada que no fuese Julia. Ya se fue Ataulfo, ese que lo llevo a una cadena de crímenes, ya se fue Isabel, a la que no quería, y hace tiempo que se fue Susana, lo que tiene la culpa de que ahora no le falte de nada. No dejo ni una foto de su pasado, tampoco conservo nada de su ropa, una noche la tiro toda al contenedor, no quería volver a saber nada de esas All Star rojas, de esas Vans negras, de sus vaqueros rotos, de todo lo que le podían haber comprado sus padres, o podía haberse comprado en compañía de Isabel. A veces, la mejor forma de cambiar, de empezar de cero, de ser otro, no es otra que empezar realmente de cero, y para eso no puede haber nada ni nadie que te ate al pasado.