Nunca pensó que fuera a ser tan sencillo, ahora al calor de la manta viendo la tele en el salón del piso que antes era de Susana, luego de Isabel, y en estos momentos suyo, se da cuanta de lo fácil que ha sido. Después de que Isabel muriera en la habitación de ese hospital francés, Segismundo tuvo una breve entrevista con la policía francesa, pero nada fuera de lo corriente, en ningún momento sospecharon de su palabra, o no tenían ganas de hacerlo o Segismundo de verdad se merece un Oscar, seguramente fuese una confinación de ambas cosas. La policía francesa nunca más volvió a molestar, el resto de tramites fueron ante la embajada española para repatriar el inerte cuerpo de Isabel. El contacto y el procedimiento se lo indico la propia policía francesa antes de despedirse y darle las últimas palabras de consolación. Esa parte tampoco supuso un problema, la embajada en París española se ofreció a ayudar a Segismundo consiguiendo un vuelo militar donde el cuerpo de Isabel volvió a España. Cuando Isabel volvió Segismundo ya había vuelto a Madrid, lo había hecho poco antes en un vuelo comercial pagado de su propio bolsillo. El funeral fue igual de íntimo que el de sus padres, a el solo fue Segismundo, y como sabía que Isabel no era creyente tampoco hizo falta ninguna misa para despedirla y ayudarla a abrirle las puertas del cielo. Segismundo se encargo de que la incineraran y en símbolo de cortesía lanzó sus cenizas al aire por la misma ventana que tiró a su madre. Eso también fue una ceremonia sencilla, con una botella de vino y un porro de mariguana de madrugada cuando la mayoría de los vecinos ya estaban durmiendo, se bebió una y se fumó el otro brindando a la salud y bondad de la difunta que lo había hecho rico. Segismundo todavía no sabía ni lo que tenía, pero por lo bien que lo trataban en el banco el día que lo vieron aparecer por primera vez intuyo que tenía que ser mucho, no le hicieron esperar como al resto de los clientes, paso directamente al despacho del director, y allí le estuvo explicando un poco donde estaban ubicadas las inversiones que tenía. Podemos decir sin miedo a equivocarnos, que Segismundo tampoco presto mucho atención, nunca ha sido una persona extremadamente avariciosa, con poder llevar una vida sin preocupaciones viviendo del rendimiento de lo que tenía ya le valía, y por lo que pudo entender de todo lo que le contó el director del banco, para eso no iba a ver ningún problema. El problema, literalmente, para Segismundo era otro, y tenía nombre, era Ataulfo. Después de que viniera solo de Francia, tuvo de forma obligada que hablar con Ataulfo, primero para relevarle del cargo de encargarse del albergue, que había desempeñado en ausencia de la pareja en los ratos libres que le había dejado el trabajo de reponedor en el supermercado. La vuelta a verse de los amigos fue pletórica, un abrazo, y una pregunta, ¿que hacía Segismundo tan pronto en Madrid? En cuanto le contó Segismundo lo que había pasado, no salió de su asombro, no se creía ni una palabra de lo que le estaba contando Segismundo, y le  sugirió, más bien le recalcó, que el asesinato lo había cometido él, que a él no lo engañaba nadie. Pero Segismundo prefirió quedarse ese secreto para él mismo, y no le contó en ningún momento la verdad, lo que escucharon los oído de Ataulfo fue la misma versión que escuchó la policía francesa en su momento, lo único que diferenciaba a ambas partes era el interés en averiguar la veracidad de lo sucedido. Segismundo sabía, que Ataulfo tarde o temprano se iba a convertir en su peor enemigo, el crimen que habían cometido juntos los había convertido en socios de un capital que únicamente estaba a nombre de Segismundo, y eso inevitablemente iba a suponer discordias en la joint venture que formaban. Era evidente cual iba a ser el objeto de todas las discusiones, una división equitativa del capital que juntos habían robado. Pero ahora Segismundo no estaba cien por cien de acuerdo con la versión oficial de los hechos, si Isabel estaba muerta era única y exclusivamente debido a su pericia, lo que significaba que eso le daba derecho a una porción mucho mayor del dinero, si bien sabía de sobra que como ya hemos dicho, eso nunca debía ni podía contárselo. Oficialmente eran dueños a partes iguales de todo, extraoficialmente Segismundo era el dueño de todo. Esta división de oficial y extraoficial, era lo que ocupaba los pensamientos de Segismundo desde que se hiciera con la herencia de Hortensia. El siguiente al que debía de matar si quería llevar una vida plácida con Julia era a Ataulfo. No tardó mucho tiempo Atualfo en exigir cada vez más dinero, tras poco de volver a verse y pagarle Segismundo lo debido por su trabajo dentro del albergue, Ataulfo subía todos los días a pedirle dinero, si bien pequeñas cantidades de 50 y 100 euros, pero que estaban suponiendo una gran discordia para Segismundo, Ataulfo estaba gastando mucho más dinero de lo que estaba gastando él, ninguno de los dos pagaba habitación, y Segismundo era el que se estaba ocupando del albergue solo, lo que de momento le estaba impidiendo acudir a la universidad, algo que era lo que más le preocupaba. En el calor de esa manta que en estos momentos tenía, con la tele puesta, no hacía más que pensar en como volver a la universidad lo antes posible, y a poder ser hacerlo sin Ataulfo, tenía mucho dinero, pero no podía utilizarlo libremente si Ataulfo iba a estar continuamente extorsionándolo como parece iba a ser el caso. ¿Cuál podía ser la forma de su muerte? Lo primero que se le pasaba a Segismundo por la cabeza era un accidente de tráfico, esa es la típica opción de todo aquel que se quiere deshacer de alguien sin levantar muchas sospechas, un volantazo en la carretera para echarlo, pero ni tenía coche ni carnet. Por lo que lo mejor, bien pensado era aprovechar la debilidad de su rival, ¿y cual era la debilidad de Ataulfo? las drogas, el anuncio de Frenadol que acaban de echar en la tele le había dado la idea. En teoría una dosis demasiado pura de heroína puede acabar con tu vida, si esa la mezclaba con cocaína que era uno de los vicios de Ataulfo y gran parte de la causa de sus repetidas visitas a pedirle dinero, todo podría quedar en un accidente, en una simple y llana sobredosis. El lo siguiente en que estaba pensando, era en Manolo, sabía que estaban entrando en su casa, había encontrado cajones abiertos, luces encendidas, calefacción puesta, cosas que el siempre miraba antes de dejar la casa. Y casualmente últimamente escuchaba muchas sirenas cerca del albergue y más casualmente todavía más a la hora en que él se colocaba en la recepción, además no había visto tanto coche de policía, ni tantos policías como en el tiempo que llevaba en España desde la muerte de Isabel, ellos no eran más que otros extorsionadores, por eso cree que por ahora no van a dar problema, mientras Ataulfo muera limpiamente no habrá más preguntas, aunque tarde o temprano se las tendrá que ver con ellos directamente. 

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