Isabel y Segismundo están delante de un precipicio de varios cientos de metros de alto, desde él las vistas son fabulosas, se ve gran parte de la cordillera alpina, montañas con su cumbres nevadas, bosques interminables, un paisaje perfecto para meditar sobre la vida y la muerte. Y eso es lo que hace Segismundo, medita si acabar con la vida de Isabel. Sería ahora tan fácil como darle un empujón y decir luego en las futuras averiguaciones del delito que Isabel se tropezó, que dio una mala pisada, o que una pequeña parte del precipicio cedió ante su peso y cayeron juntos al vacío. Si se para a pensarlo friamente, lleva deseando tener una oportunidad como esta desde que empezaron a salir juntos, esas noches sin dormir siempre tenían un mismo objeto, ser libre, deshacerse de Isabel y Ataulfo. Esta parte del plan ya sólo sería suya, Ataulfo nunca podría enterarse de lo que ha hecho sin avisarle.

Segismundo analiza todo en segundos, Isabel parece que se ha cansado de mirar al paisaje y ha dado un paso atrás, se gira par verlo, y en ese momento con toda la frialdad del mundo la empuja por el hombre en sentido al precipicio, Isabel que no se lo esperaba pone cara de pánico que sólo es visible unos instantes porque enseguida desaparece de la vista de Segismundo en dirección al suelo pedregoso en el que acaba su caída. No le da tiempo a Segismundo a verla caer, cuando es consciente de lo que ha hecho al oír el impacto de Isabel contra el suelo, se asoma y ve su cuerpo retorcido entre las rocas, su cabeza rota y deformada sangrando, su extremidades en posturas imposibles, parece estar muerta. Lo que viene después es una actuación digna de un Oscar de Segismundo, empieza a gritar como un loco, pide ayuda, auxilio, grita y grita desesperado arrodillándose en el suelo, hasta que el resto de excursionistas lo oyen y corren en su ayuda, el primero que llega lo ve llorando de rodillas asomándose al precipicio.

Le pregunta el excursionista en el Inglés, a lo que Segismundo responde también en Ingles.

El excursionista aterrorizado mira abajo a donde Segismundo le señala y la ve destrozada entre las rocas. Y al igual que Segismundo empieza a gritar pidiendo ayuda al resto que aun no ha acudido. Tras varios gritos para, y hace lo que piensa es mejor para todos, llama al teléfono de urgencias de los servicios médicos de montaña los que enseguida responden.

Pronto alrededor de Segismundo se forma un barullo de toda la excursión, unos tratan de tranquilizarle, otros se miran los unos a los otros aterrorizados, y todos esperan pacientemente a que llegue el helicóptero de urgencias que han prometido al primero de los excursionistas que fue a ayudarle. Isabel ha caído en un sitio inaccesible a pie, es una parte de la montaña donde no hay acceso, por lo que la única forma de que alguien la ayuda es por el aire. Algún intrépido ha propuesto deslizarse por la pared de roca hasta ella, pero enseguida ha sido disuadido por el resto de que además del riesgo del descenso el esfuerzo sería inútil, no parece que ya nada pueda salvar a Isabel de una muerte segura, es probable de hecho que ya lo este. 

Cuando finalmente llega el helicóptero, Segismundo hace ya rato que ha dejado de llorar y gritar, y observa como un soldado médico desciende junto a una camilla para recoger el cuerpo de Isabel, es una acción peligrosa, pero que es ejecutada con maestría y en poco rato Isabel es subida a la camilla, por lo que parece tiene todos los huesos rotos y hace rato que yace muerta, no mueve ninguna parte del cuerpo cuando es rescatada, tampoco dice nada. En cuanto la recogen el helicóptero marcha a toda prisa al hospital más cercano donde trataran de reanimarla con urgencia. 

Los excursionistas tiene que seguir volviendo a pie después de lo ocurrido, aunque hay sendero no es lo suficientemente amplio como para que ningún vehículo pueda llegar hasta ellos, incluso hay partes por donde tienen que cruzar puentes estrechos por donde no cabe más de una persona. Eso significa, que al menos les queda otras tres horas de caminata para poder coger el autobús que los lleve al hotel. Segismundo que no había hablado con nadie hasta ahora, se convierte de repente en el más solicitado por todos, no hay momento en que no traten de consolarlo y darle ánimos, incluso alguno le dice que puede que siga viva, que no se preocupe. No obstante, ninguno sabe el resto de la historia de Segismundo, esa que si saben en España.

Al hotel llegan apenas a empezado a anochecer. Segismundo nada más llegar, directamente llama a un taxi que lo lleva hasta el hotel donde está Isabel. Desea con todas sus fuerzas que esté muerte, cualquier otra noticia, no será nada más que una mala noticia para él. Si Isabel está viva y algún día recuerda lo sucedido, Segismundo tendrá graves problemas.

Nervioso como no ha estado nunca, al llegar al Hospital Segismundo pregunta a la recepcionista del Hospital por Isabel. Ella, que había sido informada de lo ocurrida, le dice que está siendo operada de urgencia, que tiene la grata noticia, de que sigue vive, a lo que Segismundo responde llevándose las manos a la cabeza como símbolo de incredulidad y de indignación. Le ordena que se siente, que no se preocupe, que la operación será de varias horas, pero que en cuanto haya acabado podrá ir a verla. Segismundo no hace lo que le dice, se preocupa y mucho, y tampoco se sienta, en las cinco horas que dura la operación se hace otros 10 kilómetros, además de los que ya llevaba hoy, tanto vueltas en uno y otro sentido al hall del hospital, como un péndulo que cuelga de un hilo, no puede estarse quieto, si se para tiene miedo de que su corazón explote por culpa de la tensión que está sufriendo.

Las horas pasan lento, muy lento, hasta que una enfermera lo llama y le dice que Isabel está casi fuera de peligro, que tiene algo de problemas al respirar pero que está viva. Segismundo pide que lo lleven a la habitación donde está ella, que quiere verla, y la enfermera accede, puede tener un acompañante. Cuando Segismundo la ve, no hay parte de su cuerpo que no esté vendada o escayolada. Él ya sabe lo que va hacer. Espera a quedarse solo en la habitación, y de madrugada, antes de que Isabel vuelva a abrir los ojos, le coloca una almohada en la cara hasta que Isabel sin poder defenderse deja de respirar, de repente un millón de pitidos de las maquinas que mantenían a Isabel con vida inundan la habitación, y Segismundo de nuevo vuelve a demostrar sus habilidades artísticas participando para ser nominado a su segundo Oscar, grita y grita ayuda, hasta que a los pocos segundos aparece una enfermera y le pide que se marche que van a hacer lo posible para rehanimarla. Pero Isabel ya nunca más se volverá a despertar.