Y allí está ella sentada en su sitio como otro día cualquiera de la semana. Las clases en la universidad son largas, en algunos casos aburridas, y en una abrumadora mayoría de las ocasiones innecesarias. No tardas mucho en darte cuenta, que con un buen libro, tiempo y concentración puedes suplir la asistencia a clase, de casi cualquier asignatura. Pero a Julia hasta hace bien poco le parecía entretenido venir a clase, por el idiota que se sentaba detrás suya, ese que no hacía más que mirarla de forma furtiva. Ahora que no está él, se ha dado cuenta de eso que dice todo el mundo, que para aprobar no hace falta ir a clase. La semana pasada no vino ni un solo día, y este nueva semana que empieza ha empezado también si venir. Julia se ha enterado de todo lo que ha pasado, las noticias vuelan, en la clase enseguida se enteraron primero de la muerte de Susana y luego del intento de asesinato sobre Segismundo, que raro le parecía todo lo que estaba pasando. La que le informaba de todo como siempre era su amiga Rocío. Cuando Julia se enteró de la muerte de Susana sabía enseguida que eso era una mala noticia, iba a suponer indudablemente un acercamiento entre Isabel y Segismundo, lo que no sabía es que ese acercamiento iba a acabar siendo tan pronunciado. La semana pasada también se enteró de que se había casado y casi se cae muerta al suelo, literalmente le faltaba el aire, aunque hizo todo lo posible por mantener su dignidad y hacer como que no le afectaba, estuvo a punto de lanzarse en los brazo de Romualdo en venganza por tal atropello a sus sentimientos, ¿a que venían entonces esas miraditas?, ¿a qué vino pedirle el móvil?, ¿a qué vino a meterse entre ella y Romualdo? Hay cosas que no es capaz de entender y que nunca entenderá, aunque con lo que se ha enterado ha heredado Isabel parece que empieza a encajar las piezas, si Segismundo ha elegido a Isabel en vez de a ella es por el dinero, no puede ser por otra cosa. Siempre pensó que al final acabarían juntos, pero de repente el destino parece que se lo ha quitado de forma definitiva de las manos. Le surgen un millón de dudas, como si volverá un día a clase ahora que era rico, o si siquiera volvería algún día verlo, si tuviese que responder a cualquiera de esas preguntas contestaría con una respuesta negativa a ambas, es como si de repente se hubiera esfumado de su vida. No sabe que hacer, está hecha un lío, dicen que para enamorarse hace falta valor, que es como saltar desde un precipicio, que cada vez que lo haces te arriesgas a perderlo todo, como aquel que se enfrenta en un duelo a muerte, luego si la experiencia no es todo lo satisfactoria que se esperaba poca cosas serán capaces de consolarte. Y un poco es así como se siente Julia, ella que había decidido hacer caso a esas miradas furtivas, que sabía que le decían que la quería más que a ninguna otra que esos ojos hubiesen visto, la habían traicionado, se había lanzado al precipicio y todavía estaba en caída libre. Pero no puede explicárselo, pocas veces una chica se equivoca con eso, nadie, ni si quiera el mejor de los estafadores es capaz de engañar con la mirada, si sus ojos la decían que la querían era porque la querían. Y eso es lo que tiene ahora atravesado como un puñal en el corazón, sabe que si se ha ido no es por ella, ni por él, ha sido por el dinero. Mira al profesor y no entiende nada de lo que está diciendo, sus palabras la atraviesan como balas inocuas incapaces de hacerle daño, su mirada es una atención vana, que no aspira más que a completar su presencia sentada en esa silla donde se sienta todos los días. La desaparición de Segismundo de su vida, es mucho más trágica de lo que parece, no sólo la han llenado de indignación y la han hecho comprender lo importante que es el dinero, sino que además sin explicarse ni como ni cuando, de repente, un día, se empezó a acordar de nuevo de su maldito ex del pueblo, algo que aparentemente parecía tener totalmente superado. Quizás lo que más le duela de todo, es que el amor no puede ser ni convertirse en una materia tal volátil y de fácil intercambio, de existir si es que existe, tiene que ser una materia de mucha más dura consistencia, algo que no se pudiese disolver con una lluvia, o romperse con una ventolera, algo para toda la vida. Por eso, y por mucho que los recuerdos de su ex, ahora en momentos bajos, quieren asaltarle, ha decidido al menos por ahora aguantar, y no hacer ningún movimiento, por nada del mundo volvería a llamarle o escribirle, y más después de su infidelidad confiesa, tampoco tiene pensado volver a las garras largas de Romualdo, no tendría ningún sentido después de haber decidido salirse de ellas, y pensándolo detenidamente, después de Segismundo no había ninguna otra opción, todo desde que empezaron a hablar juntos y desde antes de que hablara juntos, él era el único que ocupaba sus pensamientos. Se está dando cuenta de que su amor se ha convertido en un padecimiento absurdo, o eso al menos parece, ¿qué hace queriendo a un chico que se acaba de casar con otra? por mucho que algo le diga que ha sido por dinero y que la quiere a ella, las opciones de que sus esperanzas se consumen en una relación entre ambos, son casi nulas, inexistentes, imposibles, casi tanto como que vuelva a verlo de nuevo por clase, más o menos iguales. Si decide seguir queriéndolo, va a ser un sufrimiento absurdo, pero a la vez se da cuenta, de que eso de decidir quererlo no es como tal una decisión absolutamente libre y consciente, ella no tiene la culpa de que le guste. Si pudiera decidir no quererle ahora que sabe que se ha ido con otra lo decidiría, pero no puede, aunque sus esperanzas son mínimas, no afectan en nada a lo que sigue sintiendo por él. Se pregunta como será la próxima vez que lo vea el volver a verlo, si volverá a mirarla como siempre hacía, o de repente mantendrá una actitud distante, ella que no será capaz de hacerlo, piensa que le pasará lo que a ella, que seguirá sintiendo lo misma que ella siente por él, por mucho que no quiera sentirlo.