Manolo no tarda mucho en llegar al lugar de lo hechos, cuando ve el revuelo formado en torno al cuerpo del Nazi tiene claro de que el incidente va transcender el barrio y se va a enterar todo Madrid, sino toda España. Tiene que pasar apartando a la gente a codazos que no le deja acercarse al cordón de seguridad que han mandado sus compañeros, tiene que hacer un esfuerzo sobre humano, tanto que cuando por fin llega a la cita que marca el territorio controlado por la policía esta agotado, entre las cuatro cervezas y las horas que son, le cuesta no sólo fisicamente sino también intelectualmente mantener la concentración, ha sido también una dura y larga semana en la oficina. Agacha la cabeza y el resto de su cuerpo para pasar la cinta y por fin puede ver de primera mano y en persona la escena del crimen, hay un individuo como un armario de grande, por utilizar las palabras empleadas por Isabel, tendido en el suelo, una imagen rocambolesca que no olvidara nunca en su vida, muertos ha visto muchos, de todas las clases y de todas las formas, pero ninguno nunca con un zapato de aguja negro clavado en la nuca. No sólo está impresionado por el arma utilizada, sino por el coraje y la imaginación empleados por Isabel para cometer el crimen, ¿cómo pudo pasársele por la cabeza quitarse el zapato para matar al nazi? en situaciones desesperados sólo los desesperados saben lo que pasaba por su cabeza en esos momentos. Cuando llega Manolo habla con sus compañeros y tras comprobar que han recogido todas las pruebas les ordena que levanten el cadáver, cuanto antes mejor. Sin prisa, pero sin pausa, hecho todo lo que tenía que hacer en la calle, se dirige a la casa de Isabel, son pocos pasos los que lo separan hasta su puerta, no ha tardado ni cinco minutos, y cuando llega a la puerta del albergue llama al portero que conecta con la casa de Isabel, no pasan muchos segundos hasta que le abren, la pareja le estaba esperando.
Sube las escaleras del portal pensativo, y como siempre llega casi sudando cuando llega a la cuarta planta donde vive Isabel, también como siempre se saca el pañuelo que lleva en su bolsillo para secarse el sudor, e igualmente como siempre, tras llamar a la puerta Isabel espera unos segundos, se despega de la mirilla y abre la puerta. El reencuentro no puede ser más alegre, cuando Isabel lo ve, se siente por fin de nuevo segura, es cierto que Segismundo no se ha separado de ella ni un momento, pero un hombre armado era lo que ella justo necesitaba en estos momentos. No se tira a darle un abrazo de milagro, pero le da un apretón de manos que parece poseído de una fuerza inhumana a Manolo, que se lamenta en haber dejado la mano muerta como cuando hace al saludar cortésmente a las mujeres. Isabel de forma apresurada le invita a que pase al salón para contarle lo que ha sucedido. Pasando por el pasillo, ve que la casa va tomando ese aire juvenil de Isabel, ya no están esos cuadros antiguos en el pasillo de imágenes costeras, ahora hay sólo pared, lo observa en sus esfuerzos por dejar de mirarle el culo. Cuando llega al salón también ha cambiado cosas, ya no están esos feos candelabros encima de la mesa comedor que antes la presidían. Hoy también está esperándolo Segismundo sentado en el sofá, pero está vez, a diferencia de las ocasiones anteriores y aun siendo las circunstancias que rodean su visita graves, tranquilo, muy tranquilo, con esa tranquilidad que tiene el que se sabe inocente. Segismundo se levanta nada más verlo, le da la mano, lo invita a sentarse y Manolo se sienta, mientras Isabel ha ido a por el vaso de agua que le ha pedido Manolo cuando caminaban por el pasillo. Hay sonrisas nerviosas entre ellos dos, apenas se dirigen la palabra hasta que Isabel llega con el vaso de agua y rompe el silencio.
- Isabel: ¡Casi nos matan!, ¡casi nos matan Manolo!
- Manolo: Tranquila, tranquila, ¿qué ha pasado?
- Isabel: ¿Lo has visto, no? Ese animal de dos metros se ha liado a lanzarle puñaladas a Segismundo después de intentar atracarnos, y no se como me ha dado por quitarme el zapato y mientras estaba liado atacando a Segismundo yo le he atacado por la espalda para defender a Segismundo y le he clavado el zapato en la nuca, no se lo que me ha dado, pero si no lo hago hubiera matado a Segismundo, estaba decidido a matarle y es que no había otra forma de pararlo, era un gigante…
Esta nerviosa, su nerviosismo se manifiesta en su verborrea, no puede callarse ni estarse quieta, ella a diferencia de Segismundo y Manolo, no se ha sentado en el sofá, camina como poseída, como la imagen de una histérica de un lado a otro del salón, camina se para y habla y luego vuelve a caminar, gesticula con los brazos, parece que ha perdido el control sobre ella misma. Es la primera vez que mata a alguien, puede que sea ese otro de los motivos de su desasosiego, tratar de dar una explicación a tan tráfico acto. Manolo la mira de forma fija, y en el fondo, siente pena, sabe que ese estado descontrolado, esa perdida de dominio sobre ella misma, es culpa suya, es una de las consecuencias del montaje de la policía, que no tiene ningún otro motivo que hacerse con su dinero, trata de hacer lo posible para consolarla, y le pide que por favor se siente, lo mismo hace Segismundo, que la mira con cara rara, nunca antes la había visto así. Isabel tras mirar a ambos y coger aire, como tratando de despejar sus ideas les hace caso y se sienta junto a Segismundo.
- Manolo: Cálmate, no va a pasarte nada, por lo que me han dicho mis compañeros, era un delincuente habitual que ya había sido fichado unas cuantas veces por la policía. No se si decírtelo, pero habrá juicio, pero no te preocupes no te va a pasar nada, la legitima defensa te exime de toda responsabilidad de lo que ha pasado, aun así tendrás que contarlo delante de un juez, y seguramente más de una vez.
- Isabel: ¿Cómo que habrá juicio? Encima, que casi nos mata voy a ir a la cárcel…
Isabel se rompe en un torrente de lágrimas, ocultando su cara entre sus manos, menos mal que Segismundo enseguida la abraza y trata de darle consuelo como puede. Vuelve a levantar la cabeza y se queja de la injusticia de su situación.
- Isabel: Después de lo de mi madre, ahora esto…¿es que no me va dejar nunca en paz la vida? que parece que me ha mirado un tuerto, todo me tiene que pasar a mi. ¡Ya vale!, ¡ ya vale!
El “¡ya vale!”, “¡ya vale” lo dice levantando la cabeza como quejándose al cielo, y de repente empieza a reírse como si se hubiera dado cuenta del lado cómico de su situación, o puede que por haberse acordado de lo que paso hace un rato entre la intimidad de las cuatro paredes y Segismundo.
- Isabel: Menos mal, que hoy también ha pasado algo bueno, Segismundo y yo, nos casamos tan pronto como nos den cita en el ayuntamiento.
Manolo no puede tampoco evitar empezar a reírse, él es el único de los tres que sabe todo lo que ha pasado y esta pasando y si que puede ver con claridad la situación cómica del momento, pero no se queda sólo en eso, se levanta y corriendo estrecha con todas su fuerzas las mano de Segismundo y le da dos besos informales y muchas felicitaciones a Susana, parece que se ha convertido en le único amigo de la pareja.
Mientras en su cama Romero no puede pegar ojo. No es capaz de encontrar la fórmula con la que hacerse con el dinero de Susana, parece que poco a poco se están escapando los millones delante de sus ojos y no es capaz de hacer nada para evitarlo, está rabioso porque Segismundo, un veinteañero de pueblo y su amigo fumeta le están ganando la partida. Y no sólo eso, cada vez más está metido en un hoyo con más mierda a su alrededor, como un día salga todo lo que ha hecho no va a volver a ver la luz del día, por muy remota que ese posibilidad parezca.
Ataulfo, está en el bar Stacy mirándole el culo a María cada vez que se da la vuelta, él no se ha enterado de nada, estaba pensando en como liar a Isabel para que se case con su colega Segismundo, también piensa en que últimamente están raros con él en el trabajo, pero los chupitos de absenta a los que le invita María como signo de amistad por cada copa parece que son capaces de mantenerle el ánimo a flote. Veras cuando se entere de todo lo que ha pasado en tan poco tiempo.