No se cree lo que acaba de oír, ha sido la inevitable consecuencia de un órdago a la grande que no esperaba respuesta, en lo más profundo de su ser nunca se imaginaba que su plan fuese a ser aceptado por Segismundo. Era un fanfarrón, toda su vida había sido uno, la mayoría de las veces hablaba por hablar, por inercia, sin sentido, su boca se movía de forma independiente a cualquier otro órgano de su cuerpo, no obedecía ordenes, y eso tenía sus consecuencias. Peleas en bares por culpa del futbol “los del Atletico de Madrid sois todos unos perdedores”, novias que habían arrojado vajillas enteres a su cabeza “si es que sois todas unas putas”, juicios por desobediencia grave a la policía “señor agente, vaya usted a chapársela al alcalde y déjeme en paz”…y así innumerables consecuencias, todas nefastas, se acumulaban en su historial. No obstante lo de hoy, se llevaba la palma, se había comprometido de palabra a ser un asesino.

La conversación sigue, dura hasta prácticamente media noche, y acaba con un apretón de manos entre sus dos protagonistas por que se comprometen a formar una alianza para la ejecución del plan que los va a sacar a ambos de la pobreza. Quedan en ir hablando, en ir poco a poco perfilando el plan, no da para mucho más el día de hoy, bastante que ha servido para unir sus fuerzas.

Mientras tanto, en un lugar no muy lejano de España, otro conjunto de sucesos también relacionados con la fortuna que Susana se dispone a heredar se desencadenan, el padre de Isabelita que lleva casi media vida en prisión, más de veinte años, está apunto de cumplir condena y abandonar la cárcel de Cáceres donde entró por robo a mano armada y asesinato. Resulta que mientras una hermana se casaba con un director de banco, la otra estaba teniendo una relación amorosa en los limites de lo marginal con uno que los robaba. Federico, apodado “el Indio” por su larga melena negra, se había criado en un barrio marginal a la afueras de Madrid, era un niño criado en chabola y que  aprendió a delinquir desde muy temprana edad. Dotado de una manos ágiles, en sus primeros años de existencia, hasta la pubertad, se centro en robar carteras a los ingenuos turistas que poco a poco empezaron a llenar las calles madrileñas al principio de los ochenta, de ahí pasó a robo de vehículos de alta gama, en este caso sus habilidosas manos eran capaces de forzar la cerradura de la puerta con la ayuda de un alambre que el mismo había deformado y luego de provocar la chispa que hacía arrancar el motor del vehículo mediante el contacto de dos cables previamente seleccionados, cortados, pelados, y chasqueados, esto ya le sirvió para abandonar las chabolas y a su familia, o al menos lo que quedaba de ella al ser hijo de un padre alcohólico que se dedicaba a la venta de chatarra y una madre que economizaba lo poco que tenía entre sus otros cinco hermanos, cuando desapareció nadie lo echo de menos, si es que lo notó alguien en algún momento. Con lo que ganaba de la venta los coches robados paso a vivir en un pequeño piso del centro y con su reputación firmemente adquirida de escurridizo, nunca lo había detenido la policía  en su larga carrera delictiva con poco más de veinte años, había pasado a ser el jefe de una banda que deseosa de acumular beneficios había empezado a planificar el robo de bancos, la experiencia acumulada robando coches, les serviría para huir del lugar elegido para cometer sus atracos. Fue en esa época donde conoció a Susana, en el tránsito de ser un ratero sin nombre a convertirse en un afamado ladrón de bancos, ella todavía era muy joven, vivía con sus padres en un piso cerca de lo que ahora es el albergue, hasta que deslumbrada por el Indio se mudo a vivir con él, las malas lenguas dicen que sabía perfectamente a lo que se dedicaba, pero ella siempre ha dicho que creía que era un simple vendedor ambulante que se dedicaba a vender perfumes y cremas casa por casa, en cualquier caso, de esa relación es de donde nace Isabelita tras poco tiempo de empezar a vivir juntos y prácticamente después de cumplir 18 años Susana. La carrera del Indio robando bancos se trunco tras no mucho de haber empezado, en su defensa diremos que antes de ser arrestado consiguió robar cinco sucursales con éxito, y darle una buena vida a Susana y a su recién nacida hija, si lo pillaron fue por culpa de uno de sus compinches que asediado por la policía, se cambio de bando, paso a ser un topo, un informador, e informo a los agentes de la hora y lugar de su último atraco, cargado de dinero, huyendo a todo velocidad del banco, una patrulla de policías lo estaba esperando cortando la calle por la que el topo les había dicho tenían prevista la huida, apenas le dio tiempo a verlos cuando el Indio decidió que cargado como iba de dinero y con una pistola en el bolsillo, lo mejor era acelerar atropellando a uno de los agentes que le cortaban el paso, murió en el acto, y él acabó estrellándose contra una farola por culpa del impacto de su coche contra el coche de policía que le había dejado sin escapatoria.