Evaristo ve como a la vez que la rama cae al suelo, lo hace el miliciano que estaba dando el discurso de forma previa a la batalla, y de forma instintiva, como acto reflejo corre a ocultarse entre la maleza y arboles colindantes al camino. Parece que la historía se repite, y de forma idéntica a la emboscada de ayer, todo el aparente orden que había entre el grupo de milicianos se transforma en polvo y caos. Evaristo, ha tenido suerte de que antes de que todo esto pasara, se encontrase en compañía de el Martillo, porque al huir también lo hacen juntos, y va a ser quien reorganice el grupo donde Evaristo aceptó participar. Tras encontrarse ambos cobijados en el mismo grueso tronco de árbol y en lado opuesto a desde donde vinieron los disparos, el Martillo empieza a dar las primeras ordenes.

Evaristo, con poca experiencia, y con los nervios a flor de piel, cree que lo mejor si quiere salir vivo de esta es hacer caso a lo que le han dicho, y sin pensarlo trata de emular los pasos decididos y ágiles del Martillo, que corre haciendo eses entre los troncos de los arboles. Evaristo, aun cuando es capaz de escuchar las balas silbando cerca de sus oídos, apenas le llega suficiente aire a los pulmones, y le cuesta un trabajo horrible seguir al Martillo, reflexiona sobre la ironía del momento, esta debe ser la única ocasión que se siente aliviado por disfrutar de la compañía del Martillo. 

Poco a poco, el caos en que quedó sumido el grupo se difumina y vuelve a surgir el orden dentro de las tropas milicianas. Los grupos que habían sido apalabrados antes de la batalla empiezan de nuevo a formarse, y eso es exactamente lo que pasa con el grupo del Martillo. Tras correr varios cientos de metros en dirección a la cueva sin que ninguna bala los alcance, el Martillo y Evaristo ahora están acompañados de los otros seis miembros que faltaban, todos han tenido la misma suerte. El líder con el grupo completo sigue siendo el Martillo, que aprovechando que por fin están todos juntos, ordena parar el acercamiento al punto de batalla para preparar la entrada a la cueva.

El nuevo es Evaristo, que por lo mismo no había querido intervenir, pero visto que lo nombran habla.

Sin esperar más explicaciones y sin ofrecer más resistencia, Pedro se levanta y corre todo lo que puede en dirección a donde están los dos grupos que el Martillo le ha señalado. El tiroteo sigue, y en cuanto sale del escondite de la  maleza donde está escondido el grupo de el Martillo, las balas empiezan a caer cerca de sus pies, a Evaristo al verlo le corre un escalofrío por el cuerpo, se acaba de dar cuenta de los pocos centímetros de diferencia que hay entre estar vivo o muerto. Pedro es el más rápido del grupo, por eso siempre le toca a él, y en poco tiempo llega a su destino sano y salvo. La Milicia hace tiempo que sólo utiliza la transmisión de las ordenes en el campo de batalla por medio del boca a boca o por gestos, para evitar cualquier tipo de espionaje que delate su estrategia, de todas formas ya no hay guerras como las de antes, todo ha quedado reducido a la guerra de guerrillas.

El Martillo, tras esperar unos minutos lanza la bengala y corre hacía donde supuestamente está la entrada de la cueva, los mismo hacen los otros dos grupos a los que ha avisado. No se para en la entrada, sino que se cobijan en unas rocas que hay a pocos metros de ella, el fuego enemigo es cada vez más intenso. Y siguen el plan previsto, una lluvia de granadas entran por la boca de la cueva, después le sigue otra de bombas de humo, y finalmente Evaristo junto al resto de milicianos. Ese momento, Evaristo cree que no ha tenido más miedo es su vida, el humo no le deja ver nada, hasta que una mano lo engancha la camisa y lo tira al suelo, es el Martillo.

– El Martillo: Shhh, en cuanto se vaya el humo va a empezar de nuevo la fiesta, prepara la ametralladora y dispara tendido en el suelo.