Sin haber descansado todo se hace más complicado. A Evaristo le cuesta olvidarse del dolor de cabeza que le impide pensar con toda la claridad que debería, la tensión acumulada esta noche debatiendo sobre si debería ir o no hoy al asalto de la cueva puede pasarle factura en la forma de un error fatal que acabe con su vida y lo sabe. Espera, que cuando todo empiece, si es que empieza, la camita por la ladera de la montaña le haya ayudado a despejar la mente.

Sus pasos son lentos y pesados, hace lo posible por no quedarse rezagado del grupo que esta mañana temprano se ha reunido en el edificio que la Milicia tiene en la ciudad. En total serán más de 400 hombres y mujeres, por lo que Evaristo al ver tal cantidad de gente, enseguida pensó que su ausencia tampoco se hubiera notado tanto sino fuera porque el Martillo seguro que lo hubiera echado de menos. Son un grupo de lo más heterogéneo, hay milicianos y milicianas de todas las edades, desde los más jóvenes con 16, hasta los más viejos pasados los 60, la mayoría al ayer enterarse de la emboscada, no ha dudado en ningún momento en presentarse hoy a la hora y lugar señalada. Evaristo está quedando sorprendido por la vitalidad de los mayores, juraría que el miliciano que ahora camina delante suya hace tiempo que pasó al rango de edad de los que llenan los geriátricos de la ciudad, su para está llena de arrugas, su pelo es completamente blanco, pero aun así no lo ha oído callarse desde que empezaron la marcha, por lo que pilla de la conversación que mantiene con el otro miliciano que camina junto a él, no para de rememorar momentos pasados, Evaristo se imagina que le está contando las más de una y mil batallas en las que ha estado involucrado, se da cuenta de que para mucha gente la milicia no es sólo un pasatiempos, como pretendía fuese para él, sino que para muchos es una auténtica forma de vida. 

Junto a Evaristo no camina nadie, entre otras cosas, porque ha hecho caso omiso a todos los intentos de inicio de conversación en los que ha sido parte. No tiene ganas de hablar con nadie, si por él fuera ahora estaría con Julia y no caminando por mitad del bosque para de forma premeditada, previamente acordada, liarse a tiros con otros a los que no conoce, que nunca ha visto. Hasta que precisamente llega una conversación que no puede eludir, no vaya a ser que lo coja del muslo, porque el Martillo cortésmente al ver el tono serio de preocupación de Evaristo se ha acercado a su lado a saludarlo, para Evaristo no hubiera hecho ninguna falta, aun así trata de evitar todo lo posible de mostrar los sentimientos de repulsión que en gran parte le provoca la sola mirada al Martillo, no comparte para nada sus métodos de interrogatorio, aunque tampoco se atreve a decírselo.

La conversación se interrumpe porque el miliciano de más experiencia ha dado una orden para que se pare el grupo, están a un escaso kilómetro de la cueva que supuestamente está ocupada por miembros del PML, por lo que antes de seguir avanzando y poder ser descubiertos por el enemigo, empieza un pequeño discurso con el fin de arengar a la milicia y de organizar todo lo posible el ataque antes de que todo sea envuelto por el caos, como normalmente sucede en estos casos. Empieza el discurso subido a una roca que hay en el camino por donde transitan.

De repente un disparo de bala rompe una rama del árbol que hay lado de donde el miliciano está dando el discurso. La batalla ha empezado de forma improvista, ya los estaban esperando.

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