Un proyecto de la magnitud como para colonizar Marte necesita un gran esfuerzo en diferentes ramas de la actual civilización como la científica, industrial o de trabajo humano. La sociedad actual aunque está completamente descentralizada, sin la existencia de representantes políticos, órganos con apariencia física de gobierno, policía o ejercito, sí que a nivel supra local existe una organización. Ya hemos hablado de la democracia directa abarcando los votantes afectados por una decisión como ejemplo de esa organización por encima del nivel organizativo inherente a cada localidad, o del intercambio de productos exclusivos de determinadas regiones por otros. A nivel tecnológico, la sociedad también ha alcanzado los niveles necesarios de cooperación para su desarrollo. Esa cooperación, en su apariencia más cruda puramente intelectual, se hace a través de las universidades, ellas son la base de todo el desarrollo de la humanidad, ya que a partir de la Gran Revolución desaparecieron las empresas privadas y con ellas la inversión que hacían en investigación.  Al desaparecer la propiedad privada también desapareció toda propiedad intangible, hablamos de la propiedad intelectual e industrial, por lo que toda invención automáticamente una vez desarrollada pasaba a ser propiedad de la humanidad en su conjunto, desaparecieron las patentes como monopolios de explotación que justificaban la inversión en su desarrollo, desaparecieron las marcas como elementos diferenciadores en un mercado de libre competencia centrado en el consumo, la propiedad intelectual e industrial se redujo a reconocer la autoría de una obra o invención, pero sin otorgar ningún monopolio sobre su explotación.

La colonización de Marte, por tanto, era un proyecto conjunto de todas las universidades de la Tierra, y la votación, a la que fue llamada la totalidad de la humanidad, tenía como objetivo dar el visto bueno al indudable gasto de recursos humanos y materiales que iban a ser necesarios para conseguirlo. Indudablemente, la humanidad seguía explotando los recursos naturales de la Tierra, se seguía extrayendo oro, hierro o plata de sus entrañas para construir, trenes, bicis, ordenadores, todo a través de trabajadores obligatorios, y voluntarios, científicos, ingenieros, albergados por las universidades como monopolios del desarrollo del conocimiento en colaboración con fábricas donde se daban forma a sus invenciones. Para llegar hasta Marte cada universidad de la Tierra iba a aportar su granito de arena, dependiendo en gran medida en aquello en lo que se había especializado durante todos estos años. Además, también iban a tener un papel fundamental en la selección de los astronautas, los elegidos, que iban a formar parte de las expediciones colonizadoras, pues a cada una se le había asignado un cupo fijo de astronautas que debían llenar con los profesores y alumnos interesados en apuntarse a la expedición. La planificación de la propuesta que fue votada, en la que se mencionada todos los elementos materiales y humanos, fue también un trabajo realizado y aprobado por los representantes de cada una de las universidades involucradas. 

Evaristo, después de pasarse la mañana esquilando ovejas y la tarde aprendiendo cosas sobre como funcionan los virus, se paso gran parte de la noche rellenando el formulario online para presentarse a las pruebas de astronauta colonizador. Ni que decir tiene, que se fue a la cama agobiado por todo lo que le pedían y con pocas esperanzas de conseguirlo. A cada uno de los voluntarios colonizadores se les exigía una labor concreta a desarrollar en la protosociedad marciana. Por supuesto, Evaristo había aplicado para ser su futuro médico, pero para eso se iba a tener que hinchar a estudiar durante los próximos cuatro años, al final de los cuales iban a ser seleccionados los ganadores. A parte de esas cualidades intelectuales también se les pedían firmes requisitos físicos, para los cuales debía hacer gala de una fuerza estoica si quería conseguirlos, debía correr los 5 km en menos de cuatro minutos y medio, debía hacerse treinta dominadas seguidas, debía soportar el invento diabólico de una máquina que los sometería a giros de 360º grados durante diez minutos sin vomitarse encima, debía ser capaz de aguantar un día sin comer y apenas sin beber agua realizando trabajos físicos e intelectuales extenuates. En fin, se le pedía prácticamente estar compuesto de circuitos y cables si quería ser de los primeros en habitar el planeta marciano. 

De eso ya ha pasado una semana y ahora está sentado junto a Julia en un pasillo de la universidad de su localidad para pasar ya las primeras pruebas. Para estas no es necesario ningún tipo de preparación, no hay nada que puedas hacer para esquivar a tu destino, son todo pruebas médicas para comprobar que orgánicamente estás preparado para el desafío. Le van a hacer pruebas de sangre, de orina, le van a mirar malformaciones en su estructura cerebral, en las venas, en su corazón, y así cada uno de los órganos y estructuras que forman su cuerpo, con el fin de evitar que no sea capaz de cumplir su cometido a mitad de trabajo, o que en una situación extrema se produzca un fallo orgánico por culpa de una debilidad de su cuerpo. Los astronautas seleccionados tienes que partir de perfectas condiciones físicas. Estas pruebas son determinantes, son una primera criba, pero además son las que dotan de sentido al posterior esfuerzo para pasar el resto de retos que tendrán que superar.

Ninguno de los dos se dice nada, su mirada está fija en la pared de enfrente, al no compartir tampoco su mirada ninguno de los dos es capaz de imaginar que está pasando por la cabeza del otro. Evaristo está ocupado en pensar que haría si Julia se queda por el proceso y a él lo mandan a Marte, ¿se iría o se quedaría? y en sí Julia está pensando lo mismo.