El resto de la velada transcurrió con normalidad. Se acabaron cinco botellas de vino, y los ánimos se agitaron lo bastante como para que las carcajadas inundaran el salón e hicieran pasar el tiempo más rápido que lo que marcaba el reloj. Los temas de conversación al final de la noche dejaron de ser precisos, bailaban, se hicieron pequeños grupos, se bebieron algún cubata, se puso música, y antes de que algún vecino se quejara Julia fue lo suficientemente prudente como para desalojar la minifiesta que se había montado en su casa. 

Evaristo, volvió a su casa algo mareado, acariciándose las mejillas como un intento de acariciar los labios que las habían besado, acordándose de la cara de Julia y sobre todo de sus intenciones de presentarse a la selección de los primeros pobladores de Marte. En ese coincidían.

No la volvió a ver hasta el día del juicio, como Ricardo ese día también estaba él sentado entre el público que había asistido a presenciar la vista pública. La justicia también había sufrido modificaciones, sobre todo se había tratado de simplificarla, procesalmente se habían mantenido todas las garantías, como el derecho a no confesarse culpable, a no declarar contra uno mismo, o el derecho a que la sentencia fuese revisada por un tribunal de apelación, pero se la había desprovisto de la rigidez de los antiguos códigos para tratar de hacerla más accesible al resto de los ciudadanos, otra de las medidas fue limitar al máximo los delitos perseguibles, quedando la acción penal limitada a los casos más extremos de delincuencia. De todas formas, cuando la humanidad vio garantizados sin ningún condicionante sus derechos a comida y alojamiento por el mero hecho de existir, la justicia pasó a ocupar un segundo plano dentro de la organización social.

Sentado en el banco de madera, no puede de dejar de mirar la cara inexpresiva de la supuesta criminal. Sentada en el banquillo de las acusadas, apenas sin levantar su rostro, parece tener la mirada fija en las esposas que atan sus manos que a su vez están apoyadas sobre la mesa. El único momento en que Evaristo la ha visto levantar la mirada ha sido cuando la Juez ha entrado en la sala, y ella, como el resto, en símbolo de respeto se ha levantado para recibirla. Ha sorprendido a toda la sala la juventud de la juez que el azar ha seleccionado, tiene pinta de ser su primer juicio, y sino de los primeros. Ejerciendo la acusación pública, está un abogado ya conocido por todos, es un fijo en el bombo de los abogados, se puede decir sin lugar a duda que disfruta de su trabajo, y en la defensa es otra abogada la que se ocupará de evitar la probable tragedia, otra que aparenta disfrutar haciendo lo que hace, otra fija en los bombos de abogados.

El juicio empieza por la declaración de la acusada, es la más importante, es la que primero debe dar su versión y la que ocupará un lugar preponderante en la mente de los jurados cuando tengan que decidir sobre su culpabilidad o inocencia. La jueza haciendo gala de su aptitud imparcial por su tono de voz y gestos, la llama al estrado que hay justo al lado del suyo, y le hace algunas preguntas cuando se sienta:

En esta parte del juicio, una vez se declara inocente el acusado es cuando entra a preguntar el abogado de la acusación. El abogado mostrando su amplia experiencia utiliza un tono serio:

En ese momento Francisca se derrumba por primera vez en todo el juicio, las lagrimas empiezan a brotar de su rostro, y por más que intenta calmarse ocultándolo entre sus manos es incapaz de parar sus sollozos. Tanto es así, que a la Jueza no le queda otra que interrumpir el juicio. Evaristo, que hoy a faltado a la universidad para poder asistir al juicio, hace lo posible por justificar su inasistencia dirigiéndose a ver a Julia que está parada en el pasillo hablando con otros llamados para testificar. Julia forma parte de las pruebas de la acusación, aunque sobre lo único que pueda declarar es sobre como y cuando lo vio muerto.