Después de un día sin comer, el bocadillo de salchichón le ha sabido al Indio a gloria. Camina por la calle por primera vez en mucho tiempo despreocupado, el cuaderno que lleva en la mano le ha aportado todo la tranquilidad que necesitaba. Todos los posibles resultados que le pasan por la cabeza son halagüeños, una vez Isabel vea lo que pone en él no podrá resistirse a echarle una mano. El Indio va con la idea de sacarla de la niebla de mentiras donde anda sumergida y que le impiden ver la realidad, el cuaderno va a ser ese ventilador que remueva todo el humo y cuando sus ojos vuelvan a ver con claridad sólo podrán verlo a él como lo único sincero y real del mundo que le queda. Las precauciones de Susana para evitar que la consciencia de la realidad apabullaran a Isabel, lo único que han conseguido es acabar con ella muerta y con Isabel en una posición muy débil con la que pelear a su entorno, en este momento no hay ninguna posibilidad de que Isabel descubra por ella misma que se encuentra en una isla llena de alimañas. 

El día en Madrid se ha despertado nublado, y conforme el Indio avanza a su destino las gotas que empiezan a caer del cielo se hacen más intensas, lo que empezó siendo alguna gota esporádica al principio del camino, pasó a ser un chispeo hace rato y ahora el cielo se ha encapotado completamente, apenas las nubes dejan que las atraviesen un rayo de luz, todo está más oscuro y las gotas son más gruesas e intensas. El Indio hace tiempo que raciona cada una de las monedas que tiene, y ha preferido pasar de los paraguas que algún vendedor ambulante le ha ofrecido, si ha decidido ir caminando hasta el tanatorio por no gastar en el metro, el paraguas si que le parece un lujo totalmente innecesario. Está empapado, pero su destino está cerca y sus ansias de llegar y hablar con Isabel le impiden detenerse ni un sólo segundo, para lo único que le alcanzan las ideas aparte de para caminar es para haberse metido el cuaderno debajo de la chaqueta y dos camisetas que lleva puestas, lo sujeta con su mano para que no se deslice y caiga al suelo, mientras con la otra intenta protegerse junto a su brazo de las gotas de agua que le impiden ver con más claridad el destino de sus pasos. Camina sobre los charcos con total indiferencia, cruza los semáforos en rojo con toda irresponsabilidad, pasa por los pasos de cebra sin apenas mirar obcecado por la importancia y la urgencia de su destino, tanto es así, que a pocos pasos del tanatorio donde esta Isabel y Segismundo es gravemente atropellado. El cuaderno ha salido disparado de su cuerpo y en apenas unos segundos está completamente desintegrado por culpa del charco donde ha caído, de la lluvia que constantemente lo impregna, por las ruedas de los coches que han pasado por encima suya. El Indio apenas puede moverse y en poco tiempo sus pulmones tampoco serán capaces de respirar por culpa del charco de sangre que poco a poco los inunda y apenas va dejando espacio al aire que su bocanadas moribundas buscan. Será trasladado con urgencia al hospital donde tras pocos horas del accidente morirá solo. Menos mal que llevaba el DNI para poder reconocerlo, no obstante nadie lo reclamará y será enterrado junto a su secreto en una fosa común propiedad del ayuntamiento.

La policía estuvo vigilando sus pasos cuando salió del albergue, y apenas estaba a un par de calles cuando sucedió el accidente, pero nunca vio ni supo del cuaderno que llevaba escondido por culpa de la lluvia pegado a su cuerpo, todo lo que quedaba de él cuando llego a la escena del accidente era algún trozo de hoja inteligible que podía ser de cualquiera, que podía decir lo que sea, que nadie fue capaz de relacionar ni con el cuaderno de Luís ni con el Indio.

Totalmente ajena a la muerte de su padre Isabel sigue en el tanatorio, ahora pendiente de las sirenas que a lo lejos alteran el silencio sepulcral que hasta hace poco dominaba su entorno. Aunque principio al oírlas acercarse se ha asustado, enseguida ha recordado donde estaba y que no había ninguna posibilidad que se dirigieran a donde ella estaba, allí sólo llevaban a aquellos para los que ya no había prisa, porque ya estaban muertos. Trata de acurrucarse lo mejor que puede en el hombro y cuello de Segismundo que tiene su brazo por encima de su cuerpo tratando de dar acomodo todo lo mejor posible a ese cariño. El día invita a buscar el calor del cuerpo adyacente, el sonido de las gotas de agua al caer se hace oír de forma rítmica, la temperatura a bajado, Isabel y Segismundo son los únicos seres vivos de los tres que hay en la habitación. Mientras comparten momento tan íntimo, Segismundo no puede evitar sentirse preocupado, hace tiempo que no eran sólo las gotas de agua lo que de forma rítmica se oía, también las vibraciones de su móvil han roto en alguna ocasión el silencio y no ha podido resistirse a mientras con el brazo izquierdo abrazar a Isabel con su derecho sustraer su móvil de las profundidades de su bolsillo para vez que Ataulfo parecía necesitarle. Ha podido, como ha podido escondiendo su mano en el lateral de su cuerpo y únicamente ayudado de su pulgar responderle para su tranquilidad que mañana iría a verlo por la tarde, y que estaba con Isabel.

Ataulfo también va a pasar la tarde metido en su habitación resguardado del agua, ahora fuma sin ningún tipo de preocupación o complejo otro porro que parece conectarle con el agua y viento que golpea sus ventanas. Esta metido dentro del calor de las sabanas, tranquilo tras haber visto los mensajes en su móvil de Segismundo. Hoy ya no espera a nadie, y si bien los nervios consecuencia de la visita de Manolo al principio de la mañana parecían querer sacarlo de su soledad para buscar la compañía de María y el ruido del Bar Stacy, al final la lluvia, los mensajes de Segismundo y la Marihuana lo han acabado encadenando a la cama de la que parece no saldrá hasta mañana cuando vuelva a trabajar al supermercado tras su día de descanso.

Manolo tras dejar a Susana en compañía de su Hija, lleva toda la tarde reunido con Romero. Están como locos buscando el cuaderno de Luís, pero nadie de sus informadores de la calle sabe nada, nadie ha visto ni oído nada de él. La estrategia para sacar de las garras de Segismundo a Susana parece que se desmorona como un castillo de arena ante la lluvia de la tarde. De todas formas su orgullo les impide rendirse, y han tomado la decisión de doblar la presión sobre Ataulfo y Segismundo, quieren que vean y sientan la policía a cada uno de sus pasos, que les duela la cabeza cuando lleguen a casa por culpa de las sirenas, que las sigan oyendo en su cama, que vean a policías hasta en sus sueños, quieren hacerles explotar, que confiesen, que Susana acabe con Manolo y Romero acabe con la clave de la cuenta corriente de Susana.