Para Susana los martes es el día de la colada, de hacer la limpieza general del piso donde vive con su hija Isabel. Pasa las primeras horas en la mañana en la recepción por si hay algo importante que hacer, pero pronto, en torno a las 10 u 11 como mucho, sube a su casa pone la radio y empieza a recoger. Ha elegido ese día de la semana por ser un día de poco trasiego con los clientes, normalmente las nuevas llegadas son el principio de mes, o principios de semana, si algún rezagado llega el martes suele estar preparada y si algún curioso llega a preguntar por algo, siempre puede volver a hacerlo por la tarde o a la mañana siguiente, donde ella o Isabel estarán atendiendo la recepción. Para Isabel los martes es el día en que tiene en la universidad clases de la asignatura que más le gusta, es una combinación de elementos los que la atraen a no faltar, la imparte una profesora joven que ha convertido la dinámica de clase en interactiva, eso la han hecho interesarse en las clases de emprendimiento en el mundo del turismo, donde la profesora ha marcado como objetivo final que cada alumno proponga al final del curso un proyecto viable de negocio mantenido por un lugar con interés turístico, las clases se han convertido en tormentas de ideas enfocadas cada día a resolver un problema relacionado con cada uno de sus posibles y potenciales negocios turísticos. Isabel se siente predestinada, ella ya sabe que sus días los pasará atendiendo el negocio familiar, aunque le gustaría poner un chiringuito en la playa con motos de agua y hamacas, muchos cocteles y música chillout. Hoy como todos los martes las dos se han despedido medio dormidas, temprano, Isabel tiene que pillar el metro a las 7.30 si quiere llegar a clase, con Susana acabándose de despertar, todavía en bata y zapatillas, y sin apenas mediar palabra una con la otra, Isabel se ha bebido casi de un trago el vaso de leche precalentado en el microondas mientras con un gesto y un luego te veo se ha despedido de su madre que aparecía por la cocina con la simple intención de eso, de despedirse de ella. Después Susana ha desayunado algo de fruta, mientras escuchaba las noticias de la radio, se ha dado una buena ducha, se ha vestido y para las nueve ya estaba en la recepción. A mirado su cuaderno donde apunta todas las llegadas y salidas del día, y como habitualmente pasa todos los martes no había nada apuntado, se ha sentado un rato a organizar facturas y para las diez ya estaba lo suficientemente aburrida de estar en la recepción y se ha subido a casa, donde ha puesto la radio a todo volumen y se ha dedicado con esmero ha dejar la casa limpia y ordenada hasta el martes de la próxima semana.

Ataulfo, después de asegurarse de que hoy ejecutarían la parte más difícil del plan, se fumó un par de canutos viendo un par de episodios de Los Soprano, serie por la que está convencido no pasan los años, y aunque siendo una serie dedicada al público mayoritario tiene guiños a esa forma que tiene él de ver el mundo, donde la corrupción se esconde en cada esquina, donde no te puedes fiar de nadie, donde impera la ley del más fuerte y la ley no es más que eso, el escaparate embellecido de una sociedad realmente corrompida en la trastienda. Ha dormido del tirón, cuando ha abierto los ojos a las 10 de la mañana no sabía ni en que día de la semana estaba, hasta que al mirar al móvil ha visto que era martes y se ha vuelto a acordar de Susana, de Segismundo y de en lo que ayer quedo con él. No se ha puesto nervioso, se ha encendido un cigarro, se ha preparado un café en la cafetera y luego se ha dado un ducha, cuando la ha terminado se ha vestido y ha esperado tranquilo mientras leía el periódico deportivo en su teléfono móvil a que llegara Segismundo, había quedado con él en que se pasaría por su habitación en torno a las 11.

Segismundo, apenas ha pegado ojo en toda la noche recordando la conversación de ayer con Ataulfo. Normalmente los días que sale a correr con Isabel cuando toca la cama duerme del tirón, y apenas tiene tiempo a pensar lo que ha ocurrido durante el día, pero hay ocasiones en que el estrés acumulado le juega una mala pasada y no le deja dormir ni aun siendo presa de un cansancio físico que no le deja energías más que para cerrar los ojos y darle vueltas a la cabeza. Las palabras con que ayer remató la breve pero intensa conversación entre ambos Ataulfo le hacían estremecerse, “tu sólo piensa en el dinero, ella no es más que un obstáculo a la felicidad que nos va a proporcionar”, ¿en qué clase de animal se había convertido para no atender a nada más que motivos económicos?, y por más que lo pensaba no era capaz de encontrar ese sentimiento de culpabilidad que con tanto esmero buscaba encontrar porque por más que lo pensaba siempre llegaba a la misma conclusión, no era más que otro ser humano. Que el raciocinio haya reemplazado al instinto no significa que nos hayamos convertidos en buenos, lo único que significa es que ya no podemos echarle únicamente la culpa a ese sentimiento de supervivencia que domina el sentido de toda acción de un animal. Ha mirado la hora en el despertador de forma repetida durante toda la noche, la 1, las 2:43, las 4:14, las 6:24, hasta que en el algún momento su cuerpo ha dicho basta y se ha despertado de una a las 11. Cuando ha visto la hora se ha levantado de un salto de la cama, no esperaba quedarse dormido. Y con los nervios típicos de aquel que llega tarde al trabajo, o ha estado apunto de pasársele la hora en la que tenía cita con el médico, o llega corriendo a un examen se ha vestido a toda pastilla y se ha subido corriendo a la habitación donde ya lo estaba esperando Ataulfo.

Cuando ha abierto la puerta Ataulfo no se le había pasado todavía el susto, con los ojos abiertos de par en par lo miraba Segismundo como si acabará de ver a un fantasma y hubiera subido corriendo las escaleras hasta su puerta, con una mirada de miedo o más bien de terror, puede que fuese su subconsciente avisando a su consciente de las consecuencias de lo que tenían planeado. Ataulfo ha puesto en cambio una sonrisa de oreja a oreja acompañada de una mirada llena de cariño hacía aquel que sus ojos miraban, no era más que la respuesta a esa expresión del rostro de Segismundo que parecía buscar consuelo de forma desesperada. Y al igual que un agua caliente y una fría buscan se compensan por el mero hecho de su contacto la una con la otra, sus expresiones ha cogido un poco cada  una de la otra, convirtiéndose ambas en una relajada preocupación apenas perceptible a cualquier tercero. Tras entrar Segismundo a la habitación de Ataulfo, se han sentado un rato a discutir si faltaba algo que no hubiesen ya previsto, y no faltaba nada por lo que se han puesto de verdad a ver un rato la previa del partido entre Nada y Djokovic que iba a empezar en la tele de un momento a otro. Eso que sus ojos ahora veían era la excusa que habían elegido para entrar a la casa de Susana. Conforme las manecillas del reloj de la mesita de la cama de Atualfo se acercaban a la una del medio día, la hora pactada para subir a ver a Susana, Segismundo empezaba a entrar en un estado de histeria interna, el miedo se empezaba de verdad a apoderar de él y deseaba con todas sus fuerzas que el tiempo se parase, pero nada de eso ocurría y cada segundo estaba un poco más cerca de su destino, en cambio Ataulfo fumaba cada vez más y cada vez con más signos de impaciencia, él lo que en el fondo quería era que el reloj marcase de una vez las malditas una para quitarse eso que no le dejaba ser rico, eso que no era otra cosa que Susana.