Comienza la partida de cartas con sus nuevos amigos, todos parecen haberle aceptado bien a la primera, y los naipes van y vienen sobre la manta de cuadros que hace de tapete. Ellas son las que centran en todo momento la conversación, sólo se habla de poker, nada más parece despertar el intereses de aquellos que juegan. Se pregunta si siempre será así, o es su presencia, extraña y recién llegada, la que está provocando que sus compañeros no hablen de otra cosa, no compartan intimidades. Por su parte, él está poco interesado en el juego, todavía sigue en estado de shock por donde está y de lo que está siendo testigo, y le cuesta centrarse en sus apuestas, en las cartas que deshecha, no tiene una táctica en el juego mientras pelea por encontrarla en su vida. Todos sus compañeros y compañeras son jóvenes, así a ojo, ninguno de ellos puede pasar los treinta años, si mira a su alrededor lo mismo pasa con el resto, una de dos, o los alienígenas que los mantienen cautivos han dado con la fuente de la juventud o aquellos que llegan a ciertas edades no salen ya de paseo.
En su cabeza le siguen acosando las mismas cuestiones, ¿que hago aquí?, ¿por qué nadie se escapa?, ¿qué es lo que esta gente hace con su vida?, ¿qué paso con la guerra en la Tierra?, y sobre todo y ante todo, ¿dónde está Julia? Porque no puede evitar seguir buscándola con la mirada sin encontrarla. De todas formas, aunque esté muy preocupado y la ansiedad esté royéndole su cuerpo, no puede evitar contagiarse del ánimo de sus nuevos amigos y hasta pasárselo bien, sonreír de vez en cuando y en ocasiones reír a carcajadas con la boca abierta, algo que llevaba mucho tiempo sin hacer. En ese ambiente, está decidido a no irse igual que vino, y simplemente espera su momento oportuno para lanzar al grupo, las preguntas que tiene en la cabeza. En cambio, nunca parece ser el momento oportuno, la partida de poker acaba y al ganador le toca poner la prueba que los perdedores deben completar. Quien gana es precisamente la rubia de ojos azules que lo invito a sentarse en el grupo, se llama María, o eso cree por como se han dirigido a ella.
María: Pues resulta, que ya tengo todas las fichas en mi poder, todos habéis acabado en la banca rota. Hoy me toca elegir a mi la prueba. Y elijo, que todos os desnudéis y os bañéis en el lago.
Jugador de poker 1: ¡Bah, Maria! Siempre estáis igual, por favor un poco de originalidad.
María: No te quejes, si estás deseando.
Hace mucho calor, da igual estar en el desierto o estar en mitad de ese idílico oasis, el aire que se respira entra caliente por los pulmones, a la sombra se sigue sudando, en realidad la prueba de María no es un castigo, él la entiende como un premio, y lo mismo parece pasarle al resto. Todos y todas se quitan la ropa sin rechistar, entre risas se forma un gran alboroto, se convierte en una prueba a ver quien se la quita antes para acabar en el agua y deshacerse de ese horrible calor. Él hace lo mismo que hace todo el mundo, se olvida de su timidez en los últimos instantes de desvestirse y en cuanto acaba empieza una carrera frenética hacía el lago.
El agua esta helada, cuando llega a ella casi se le corta la respiración de lo fría que está, en seguida se le entumecen los pies y las manos. Se mueve hacía todas partes, tirita, nada y al final acaba haciendo lo que todo el mundo, se tira agua con el resto, recibe alguna aguadilla y trata de devolverla con más o menos éxito. Algunas de sus compañeras son realmente atractivas, si esto es así todos los días, no le extraña que revelarse haya perdido todo sentido.
Cuando ya ha recibido suficiente y ha dado todo lo que ha podido, cuando ya no existe forma de calentar su cuerpo porque está demasiado cansado para moverse y poder hacerlo, sale del agua, agotado, completamente olvidado de que está desnudo. Está vez no corre y camina todo lo despacio que puede hasta donde está su ropa, cuando llega se la pone igual de despacio, y cuando acaba se sienta, esta vez agradeciendo el calor de los rayos de sol que poco antes eran realmente molestos. El baño le ha sentado bien, le ha espabilado, parece otro, por eso cuando se sienta lo hace al lado de la chica del pelo rubio y ojos azules, María, y aprovecha no para ligar con ella, sino para hacer lo que lleva deseando hacer desde que llego, preguntas.
Evaristo: He de reconocer que has tenido una buena idea.
María: El poker es sólo una excusa, el realidad esto es lo que está deseando hacer todo el mundo.
Evaristo: ¿Tu también vas con correa?
Esa pregunta ha hecho desaparecer la sonrisa del rostro de María, lo que antes era una sonrisa placentera se ha transformado en un gesto serio con hasta ceño fruncido. Espera una respuesta pero nunca llega, e intenta enmendar su falta de tacto.
Evaristo: Disculpa si he sido demasiado directo.
María: No te preocupes, se nota que eres nuevo. Aquí esas cosas no se preguntan, ya se dan por supuestas.
Evaristo: ¿A qué te refieres?
María: No te hagas el tonto conmigo. ¿A que crees que me refiero?
Evaristo: No me hago el tonto. Yo te cuento lo mío primero y luego me cuentas tu lo tuyo.
María: Venga.
Evaristo: Yo vine en una nave espacial desde la Tierra hace cuestión de una semana, estaba completamente tripulada por humanos. El problema es que justo antes de llegar perdimos el control de la nave y se estrello en el desierto. Los únicos que sobrevivimos, que yo sepa, fuimos yo y mi pareja, Julia.
María: Claro, y yo vine en un meteorito cientos de años atrás, ¿pero tu qué te has tomado?