Pero no responde, está profundamente dormido. Son las tres de la mañana, y sus cabeza está fabricando un sueño. Sueña que está persiguiendo un jabalí, pero que de repente se le paran los pies y no puede moverse, mira a sus piernas, y están pegadas en el barro, y por más que intenta despegarlas, hasta tirando de ellas con sus manos, le es imposible. Sin embargo Julia, vuelve a intentarlo.

Y esta vez, tampoco responde. Aunque las palabras de Julia, se cuelan a través de sus oídos en su cerebro, dándole nuevo material a su cerebro con el que fabricar su sueño. Ya no está solo, ahora Julia también aparece en su sueño, ella también está atrapada en otro charco de barro, y lo llama, le grita, pidiéndole ayuda, “¡Evaristo!, ¡Evaristo!”, eso lo enrabieta y todavía tira con más fuerzas de sus piernas, ya no le importa el Jabalí, ahora todo lo que quiere es salvar a Julia. Julia, al ver que no le hace caso, vuelve a intentarlo.

Tampoco esta vez tiene éxito, y sigue soñando, cada vez oyendo a Julia gritar con más fuerza, más fuerte, más fuerte, hasta que de repente la ansiedad que siente lo despierta. Abre los ojos asustado, estaba pasando realmente un mal trago en su sueño, la sensación de impotencia que sentía al no poder mover sus piernas y sobre todo al no poder atender a los gritos de auxilio de Julia, habían provocado que sus pulsaciones se disparasen. Pulso acelerado, sensación de que le falta el aire, los ojos abiertos como platos. 

La mira con cara rara, ¿qué hacía ella en su sueño?, ¿acaso no estaba soñando? Pero no, no puede ser, está en la cama, tiene las sabanas, siente el calor de Julia, todo lo que estaba pasando estaba pasando sólo en su cabeza. La vuelta a la realidad lo relaja, no puede haber mejor sitio en el mundo que donde está ahora. Se restriega levemente los ojos, bosteza, cambia la expresión de su cara ya más relajado, y todavía algo medio dormido le contesta.