Después de la explicación tampoco es que se haya enterado, de hecho se hubiera quedado exactamente igual que estaba antes, sino fuera por los nervios que ha sentido en el estomago justo cuando ha terminado. Son los nervios que le indican que tiene miedo, aunque él no quiera reconocerlo, el miedo está ahí, da igual las veces que ya haya puesto su vida en peligro, porque la próxima vez que vuelva hacerlo seguirá sintiendo exactamente lo mismo, hay cosas a las que nunca se acostumbra uno. Pero todavía es peor cuando escucha la orden que marca el pistoletazo de salida, los nervios, o el miedo, se extienden de forma automática de su estomago a sus piernas, a sus brazos, siente una terrible flojera.
- Segismundo: ¿Os habéis enterado no? ¡Venga a por ellos!
Ese a por ellos, es a lo que en su cabeza ha quedado reducido todo el plan, el resto por su parte va a consentir en seguir al resto, agarrarse fuertemente a su arco, y disparar todas las flechas que pueda cuando haya algún alienígena a la vista al que disparar. Al menos, de ninguna de esas cosas se va a poderse olvidar. Cuando menos se los espera, y si que haya tenido tiempo a recuperarse ni siquiera un poco de sus nervios, de sus miedos, el grupo empieza a salir poco a poco de su escondite, salen del almacén de una antigua fábrica abandonada desde a la que a pocos pasos está situada la nave, para llevar acabo su plan han vuelto a elegir noche cerrada, pero da igual la poco luz que los ilumine, porque la propia nave espacial emite unos rayos de luz cegadores, por eso cuando sale de su escondite corriendo hacía a ella, tiene la impresión de dirigirse corriendo hacía un árbol de navidad gigante, de esos horteras, feos, da igual lo que sus dueños hubiesen invertido en ellos, que había antes de la Gran Revolución. Los árboles de navidad tenían diferentes funciones, iluminar el pasillo por la noche cuando tenías ganas de ir al baño, incitar al consumo, y hacerles olvidar del mundo tan despiadado y egoísta donde vivían, se pregunta ¿cuál habrá sido el motivo de los alienígenas para haber llenado su nave de luces? No cree que gracias a ella vaya mucho más rápido. Conforme más se acerca, más cegadoras son, y cuanto más cegadoras son, menos puede ver que es lo que está pasando a su alrededor, sin quererlo, no sabe si ya ha encontrado alguna respuesta a su pregunta. Y al resto le pasa exactamente lo mismo, todos, absolutamente todos, cuando están a escasos metros de la nave, tienen que empezar a cubrirse con su antebrazo los ojos para evitar ser deslumbrados por la nave, nadie había previsto esto, la próxima vez, si es que hay próxima vez, habrá que venir preparados con gafas de sol bien oscuras. Otra de las sensaciones que nota que se intensifica al acercarse a la nave, es el calor que desprende, es una autentica estufa gigante, es un autentico Sol en miniatura. Hasta aquí todo ha ido bien, ningún contratiempo, ningún alienígena parece haberse dado cuenta de su presencia, pero en cambio hay otro problema que no esperaba encontrarse, hay tanta luz, es tan cegadora que no es capaz de ver apenas nada cuando llega a ella, lo primero que se le viene a la cabeza es, ¿dónde está la puerta?, y alguien que antes, eso también le pasa al resto, porque justo oye a Julia preguntar lo mismo gritando para contrarrestar el ruido de los motores de la nave espacial.
- Julia: ¿Dónde está la puerta?
- Segismundo: Ni idea, no soy capaz de ver nada por culpa de toda la luz?
- Julia: Esperar, se me ha ocurrido una idea, taparos los ojos con la camiseta, y tratar luego de abrirlos mientras miráis a la nave.
Siempre se le ocurre algo, por algo fue la última en hablar el día de la votación. Hace lo que Julia ha dicho, y la luz sigue siendo tremendamente cegadora, el calor si acaso es más intenso al impactar la luz directamente sobre su cuerpo, pero al menos ya no es tan dañina para su vista, a pasado de ver sólo luz, y tener que esforzarse para no cerrar los ojos por su culpa, a ser capaz de distinguir sombras, formas, a entrever levemente la nave que tiene delante.
- Segismundo: Buena idea, ahora al menos puedo ver algo, seguirme, tengo los planos justo en mi cabeza, si no estoy muy equivocado y desorientado por culpa de tanto luz y calor, la puerta tiene que estar por aquí cerca.
Pasa a formar parte de una fila india de veinte humanos confundidos, que a la vez que caminan van palpando con sus manos la nave espacial que pretenden atacar, e igual que el arma alienígena que previamente ya había tocado, el metal sigue teniendo la misma sensación al tocarlo ya venga de la Tierra, o de fuera de ella. Aunque apenas puede ver, se imagina que si pudiera hacerlo no podrían tener una imagen más patética, cegatos, caminando despacio sin saber por donde lo hacen, si ahora un alienígena se cruzase en su camino, estarían todos muertos o con cadenas en sus muñecas y tobillos en cuestión de segundos, ahora bastante tiene con esforzarse de no perder la guía del que tiene delante y con no pisarlo. Así camina unos metros, hasta que de repente el grupo se para de golpe, sin previo aviso, haciendo que como fichas de domino puestas en cadena uno vaya golpeando al otro, hasta que el poco espacio que antes había entre ellos se pierda y acaben todos pegados.
- Segismundo: Ya hemos llegado. Ahora sólo tiene que funcionar el código de acceso que encontramos en el plano.
No ha sentido más suspense en su vida, sino funciona el dichoso código nada de lo han hecho habrá servido para nada. Sin embargo si que funciona, y sus oídos oyen a los pocos segundos como lo que parece ser una puerta se abre.