Cuando llegan a las calles de la ciudad todo está en calma, nadie camina por ellas, lo único que se oye es el ruido del viento, lo único que se mueve son las hojas de los árboles movidas por él. Nada parece anticipar lo que va a suceder en tan sólo en unos minutos, en su cabeza se imagina que esta debe ser la calma que antecede a toda tempestad. Se mueven como serpientes escurridizas, sin hacer ruido, rápidamente, lo único que se oye es el ruido de sus zapatillas impactando contra el suelo, procura no despegarse de Julia, ella lidera su grupo y cuando empiecen los problemas lo mejor va a ser no estar muy lejos, si algo tiene claro es que si cogen o matan a alguien no va ser a ella, después de todo lo que ha pasado, todas las experiencias que han vivido juntos, nunca ha visto a nadie que la iguale en sus dotes de supervivencia, en la forma que tiene de adaptarse al medio para luego superarlo. Esquina tras esquina van asegurando su avance, sin que mientras tanto encuentren ningún tipo de oposición, nadie debe de sospechar su llegada, nadie está en casa para delatarles, las farolas es la única luz que ilumina su paso, hace tiempo que ningún humano vive en su casa como para tener encendida ninguna luz que ilumine su ventana. Ese ambiente tan oscuro y triste, esa forma que tiene de respirar tranquila la ciudad, le hace tener una rara sensación, la de que la civilización humana no se ha extinguido, sus casas, sus luces siguen todavía en pie para demostrarlo, lo que le pasa es que ahora está aletargada, al fin y al cabo ¿no es eso lo que significa la esclavitud? la privación de todos los rasgos humanos, el robo de la libertad consciente, razonada, que guía cada acto humano. Es esclavo no está muerto, simplemente ha visto aletargada, dormida, su condición humana, exactamente lo mismo que le pasa a la ciudad por la que ahora camina. 
Deben ser las pocas ganas que tiene de enfrentarse con su destino, pero en su opinión llegan a las proximidades del cuartel demasiado rápido, apenas le ha dado tiempo a concienciarse, a prepararse psicológicamente para lo que va a pasar. Sólo la tensión voluntaria de todos los músculos de su brazo evita que el arma que sujeta con él tiemble de forma rítmica e incontrolable, desde que vio las luces del cuartel encendidas una flojera, que no sabe de donde proviene, se adueñó de sus piernas, una especie de vertigo de apoderó de su estómago, y la cabeza se le lleno de dudas, no sabe ni por donde empezar. Lo único que es capaz de tranquilizarle es lo que ya sabe del cuartel alienígena que van a asaltar, de acuerdo a la información que les ha suministrado uno de los humanos que liberaron en el campo de concentración, la seguridad alienígena consiste en unos treinta soldados, todos fuertemente armados, pero todos igual de sensibles a su arma secreta, la madera, además ellos también están equipados con sus mismas armas, en el momento en que haya intercambio de disparos ambas partes tienen las mismas probabilidades de perder. La otra cosa que le tranquiliza es tener Julia cerca.
A estas alturas de la película, ya todos se la saben, y no hay unas últimas palabras de ningún supuesto líder que marque el comienzo del ataque, todo lo que hay es un disparo de un arma alienígena a la puerta del cuartel desde donde controlan la ciudad, inmediatamente con ese disparo la puerta que reducida a cenizas, y un instante después todos, absolutamente todos, entran a tropel dentro del cuartel, nadie se queda fuera vigilando, todos los hombres a disposición de los “improvisados guerrilleros” tienen que sumar para la consecución del único y exclusivo objetivo de la misión, echar la los alienígenas de la ciudad. A él le toca en mitad del grupo, no es lo suficiente valiente como para liderarlo ni como para cerrarlo, ha tenido que ser su subconsciente en que lo ha tenido que ubicar en esa posición. A pocos instantes de que entre, empieza la fiesta, rayos verdes empiezan a machacarlos, ante su mirada atónita los primeros humanos que entraron quedan reducidos a lo mismo que quedó reducida la puerta de entrada, a cenizas, no hay posibilidad de esconderse detrás de nada, porque el arma es tan efectiva que destroza todo lo que encuentra a su paso, así que hace lo que todo el mundo se ha puesto hacer desde el instante en que fueron recibidos con disparos, se pone a disparar como un loco hacía de donde provienen los disparos del enemigo, no apunta, no sabe a donde van dirigidos sus disparos, pero le da igual, todo lo que le importa es contestar al fuego enemigo con igual fuego. Ese intercambio de disparos, hace que medio cuartes quede destruido casi de forma instantánea, que lo único que haya es el polvo resultante de los escombros de las paredes, techos, mesas, a lo que todo ha quedado reducido. Tose, apenas ve nada, de repente nadie dispara, de repente sin que nadie la busque ha vuelto la calma. La aprovecha para lanzarse al suelo, lo único que en estos momentos tiene claro, es que tiene suerte de todavía seguir con vida, que no se le haya caído nada encima, y que ningún rayo verde le haya matado a estas alturas es simplemente improbable, por no decir imposible. Pasa un rato hasta que la nube de humo que le impedía ver nada desparezca, y cuando eso pasa, todo lo que ve son eso escombros, paredes rotas, techos caídos, compañeros heridos quejándose de algo que les duele, y algunos como él tirados en el suelo, esperando a que todo se calme. Mira a su alrededor y no ve a Julia, tiene miedo de que haya quedado reducida a las mismas cenizas a las que quedaron reducidos todos los que lideraban el grupo, ella era uno de ellos.