Han pasado muchos días, lo sabe porque a Susana se le empieza a notar la barriga, está cada vez más gorda, sus pechos también son más abultados, apenas les queda ya tiempo y no han conseguido dar con el espía que se prometieron encontrar. Lo que ese día habló con Julia no lo compartió con nadie, decidieron que si querían tener la oportunidad de algún día encontrarlo no podían contarle nunca a nadie lo que sospechaban. Hasta el día de hoy, ha sospechado ya de todo el mundo, da igual los grupos de tres, da igual la confianza que se haya forjado durante días de convivencia en el campamento, el espía puede ser cualquiera. Además, su tarea de encontrarlo se está viendo enormemente dificultada por su ausencia casi continua, tanto él como Julia apenas paran en el campamento, el único momento que por allí paran es cuando duermen, luego se pasan el día trabajando como esclavos para Enrique y su cuadrilla. De hecho, duda si de verdad se está cumpliendo las normas de nunca dejar solo a nadie.
No obstante Julia tiene un plan, que han decidido ejecutar hoy. Cuando lleguen al campamento, después de un largo y duro día de trabajo, van a contarles que volviendo se han vuelto a cruzar con un alienígena, y que han vuelto a poner en práctica la táctica de clavarles un trozo de madera, habiendo matado otro alienígena y habiendo esta vez escondido el arma en medio del bosque para que Enrique y sus rufianes no se la robe. 

Julia no le deja acabar la frase, justo antes de acabarla le mete un puñetazo en la cara que casi lo tira al suelo. Está un poco conmocionado, no sabe bien que ha pasado, no sabe si pegarla o que hacer, no sabe si está enfadado. 

Nunca la ha pegado, y hasta hoy no creía que algún día tendría que hacerlo. No sabe que hacer, tampoco ha sido alguien conflictivo que le hayan gustado las peleas. Puede que sea el primer puñetazo que pega en la cara de alguien. Se lo piensa un poco, y por fin se siente preparado.

Y antes de decir dos le pega el puñetazo prometido a Julia. Es dárselo y empezar a sentirse mal, la pobre se ha tambaleado, pero haciendo gala de una entereza increíble ni siquiera se ha quejado. Lo ha encajado como el mejor de los pugilistas, no ha cerrado ni los ojos.