Todavía se acuerda de aquel día, desde entonces cortarse, o cortar a otro, para demostrar o comprobar que eres o es un humano, se ha convertido en una rutina, de hecho siempre lleva un alfiler enganchado en la camiseta por precaución, por si necesita hacerse el test ante alguien, o es ese alguien quien se lo pide. Ese alfiler es de lo poco que pudo coger de la cueva cuando de forma precipitada la abandonaron, se habían dado cuenta de que sabían donde vivían, y que si seguían viviendo allí era porque ellos querían, y que si querían seguir con vida, lo mejor era irse, salir corriendo, buscar otro lugar donde poder refugiarse. Al final, ese lugar se ha convertido en algo indefinido para él y para los suyos, sólo está delimitado por difusos límites, sus fronteras acaban donde empiezan las ciudades, los pueblos, cualquier centro o símbolo de civilización, ahora controlado por los alienígenas invasores. Viven de lo que pescan en los ríos, de lo que cazan en los bosques, de lo que recolectan de los árboles y arbustos que los pueblan, y de vez en cuando de alguna lata de conserva, o bolsa de patatas fritas que se encuentran en alguna estación de servicio abandonada por alguno de los inevitables caminos con los que se cruzan.
De ese momento han pasado algo más de dos meses, aunque si de algo puede estar seguro, es que no está seguro de el tiempo que ha pasado. Desde entonces el grupo ha continuado creciendo, ya no son sólo Susana, Jacinto, Ernesto, Julia y él, los que lo componen, porque en ese pequeño espacio de tiempo se ha sumado más gente, todos dieron positivo en su test de humanidad. Está Leonardo, un arquitecto de unos cincuenta años que escapó de la ciudad incluso antes de que los alienígenas llegasen, un experto y apasionado por la supervivencia que cuando vio el caos en el que la ciudad se había convertido decidió que lo mejor era poner en práctica todo o que había aprendido en sus libros, sabe potabilizar el agua de los ríos, e incluso reutilizar la que se queda atrapada en el techo de lona de sus tiendas de campaña, les ha enseñado a fabricar arcos con los que cazan, cañas y redes para pescar, reutilizan todo lo que se encuentran, han pasado a una autentica economía de subsistencia de la que él les está enseñando todos los secretos. También se ha sumado al grupo Vanesa, que ha desafiado todo pronóstico y ha sobrevivido sola con apenas diez años comiendo todo lo que se encontraba y se dejaba comer del bosque, se escapó de la casa de niños cuando los alienígenas empezaron a detener a sus maestros y compañeros de clase, hay quien tiene la rebeldía incluida en sus genes. Otro de los que se ha sumado al grupo es Tristán, él también escapó de un campo de concentración alienígena, se tiró todo un mes sin dormir cavando un túnel desde su tienda de campaña hasta el otro lado del alambre de espino. Y Estela es la última adquisición del grupo, ella nunca ha estado en un campo de concentración porque se escapó antes de que la obligaran a estar en uno, hizo lo mismo que hizo Jacinto y Susana, huyó de la ciudad cuando vio a sus vecinos salir encadenados de sus casas, una noche dejó su casa, y desde entonces ha caminado sola hasta que dio con su grupo. Son en total nueve, y cada uno de ellos aporta algo al grupo, son una piña, uña y carne, ninguno es prescindible porque todos hacen que el resto sobreviva.
Aunque le parece extraño, no se han vuelto a encontrar con otro grupo como el suyo, son ellos, al menos por ahora, los últimos restos de civilización humana sobre la Tierra, el resto o camina sólo o ya ha sido capturado por los alienígenas, eso los convierte en algo importante, son la semilla de la próxima civilización, se han dado cuenta de que el destino los ha cargado con la ardua tarea del volver a convertir al hombre de nuevo en un ser libre. Si sus antepasados fueron los que llevaron a cabo la Gran Revolución, y los que acabaron con ella con las clases sociales, los nacionalismos, y con el dinero, ahora a ellos les toca expulsar a los alienígenas de la Tierra. Trabajo, que mirando a las nubes, mientras siente la cabeza de Julia recostada sobre su tripa le parece cuanto menos imposible. Todo lo que tienen es una escopeta muy rara y muy grande que nunca usan porque hace mucho ruido y delata muy fácilmente su posición, por muchas vueltas que le da a la cabeza no es capaz de encontrar una solución, no le es posible imaginarse a los alienígenas cogiendo otra vez la nave espacial de vuelta para casa. Además, no saben nada de ellos, y es ahí donde reside su fuerza, es justo lo que ha estado hablando con Julia hasta hace sólo un momento en que se quedó dormida, y dejaron de discutir el parecido de las nubes y de arreglar el mundo, quedándose el solo con los ojos como platos viéndolas pasar. Sueña despierto mientras ve hacerlo dormida a Julia, con encontrar algo con lo que acabar con ellos, puede que sean alérgicos al agua, o que un simple imán pegado a sus cascos los haga morirse, o que tirándolos un tomate a la cara se deshagan como si hubieran sido atacados con ácido. Sea lo que sea, si quieren tener un destino que no sea seguir viviendo como hace mas de dos mil años lo hacía el Homo Erectus antes de convertirse en sedentario, tienen que encontrarlo. Sobrevivir se ha convertido no en un fin, sino en un medio de conseguirlo, la manzana que coge del árbol le garantiza más tiempo de vida para encontrar una solución a su verdadero problema, los peces que cogen del río les garantizan una prórroga a su estado de libertad prohibida.