A simple vista no hay nada que puedan aprovechar, todo lo que puede ver son envoltorios, los restos de paquetes, botellas vacías, de aquello que antes tenía comida o agua o refresco. Pero les queda todavía un viaje largo, no pueden desperdiciar la oportunidad, si han dejado algo que se puedan aprovechar tiene que encontrarlo.

Se agacha al suelo y empieza a remover entre los restos de basura, y todo la que hay es eso, basura, lo que a simple vista se veía es lo que desvela una realidad concienzudamente comprobada. Pero sigue, y sigue rebuscando, hasta que su mirada da con una puerta a la que al principio ni Julia ni él habían hecho caso por culpa de haber prestado toda su atención al destrozo de las maquinas de comida.

Agarra el extintor, y hace lo que ha dicho, empieza a darle golpes rítmicos a la cerradura, que al final acaban siendo cada ver menos rítmicos y más violentos. Le pone todo su empeño, cada gramo de su fuerza está destinada a destrozar la cerradura que a su entender lo está apartando de una fuente infinita de alimento. Cada vez está más cansado, pero no se rinde. Puede ver como la puerta esta cediendo, está cada vez más abollada, con cada golpe se astilla, y la cerradura a la que envuelve está perdiendo consistencia, poco a poco se está quedando sin un sitio donde agarrarse. Hasta que tras un leve descanso de algunos segundos para acumular fuerza y destrozarla con un golpe certero, lo logra, la cerradura cede, ha terminando haciendo un boquete donde antes estaba ella.

No puede esperar a saber lo que hay al otro lado de la puerta, de un empujón termina de abrirla. Lo que ve le hace recuperar todas sus esperanzas, la suerte a vuelto a poner la balanza de su lado. Por falta de comida no va a ser uno de los motivos por los que no lleguen a la cueva. Hay latas y latas de comida en conserva, de refresco, cajas y cajas de cereales, chocolatinas, bollos, y lo más importante de todo, litros y litros de agua. De sólo verlo le ha entrado hambre y se le ha pasado la sed. 

Pero Julia no le responde, tiene toda su atención en una caja de chocolatinas, las que sabe de sobra son sus preferidas. Cuando llega a ella ve como la agarra.

No puede evitar reírse, la conoce como la palma de su mano, la invasión alienígena le ha dado la excusa perfecta para cumplir su sueño, alimentarse sólo a base de chocolate.

Hay tanto donde elegir que no sabe con que quedarse. Bollos rellenos de chocolate, batidos, bolsas de patatas fritas, latas de lentejas ya cocinadas, pero si hay algo que le vuelve loco, son los sandwiches de jamón york y queso, él también podría pasarse la vida alimentándose sólo de eso. Agarra la caja de sandwiches y se siente extremadamente feliz.

Sale de la estación de servicio cargado, y preguntándose si cabra todo en la cesta de su bicicleta. Cuando llegan hasta donde los están esperando los reciben con aplausos y vítores.

Ninguno se detiene a más explicaciones, de hecho, los doce sale corriendo hasta la estación de servicio.
Ahora les toca a ellos esperarles tranquilos junto a las bicicletas, y apenas han salido corriendo abre la caja de los sandwiches y empieza a comerse uno, hace exactamente lo mismo con una botella de agua. Se sienta en un lado del camino, y Julia también le acompaña con una de sus chocolatinas.