Nunca antes ha habido un juicio así, porque a diferencia de los juicios que hasta ahora habían surgido tras acabar una guerra, aquí no habrá sentencias de muerte, ni habrá cadenas perpetuas, que separen de forma definitiva y permanente a las partes de los dos bandos enfrentados. La cadena perpetua y la pena de muerte tienen un significado claro, y no es sólo la imposibilidad de reinserción del individuo en la sociedad, sino la incapacidad de perdón de aquellos que se encuentran en la posición de poder de administrar justicia. En cambio los juicios de hoy se desmarcan de todo lo que había sucedido en la historia de la humanidad, la paz significa la imposibilidad de continuar con una guerra que la Gran Revolución y su persistencia en el tiempo, han hecho que pierda sentido. Tras siglos de desarrollo basado en un modelo político en que la economía como ciencia ha desaparecido completamente, en que el ser humano ha demostrado saber convivir y organizarse sin necesidad de representantes políticos que decidan por ellos, y en donde la propiedad privada no existe, la guerra del PML ha perdido sentido, porque lo que un día eran sus derechos económicos, políticos, se han diluido en el tiempo, y nada, ni siquiera el recuerdo de lo que un día fue y ya no es, sería capaz de devolverlos a lo que eran. Eso es lo que ha provocado el juicio que hoy se celebra.


Evaristo por fin puede contar con precisión a los miembros del PML que hoy serán juzgados, lo hace gracias a la forma en que están sentados, hay cuatro filas de ellos, y en cada una hay 25, a excepción de la última donde han quedado cuatro huecos libres. Cuenta los de la primera fila, las multiplica por cuatro, resta cuatro, y obtiene la cifra de 96, lo que le hace acordarse de los dos muertos, y crear la hipotética cifra de 98. Los acusados han tenido que ser sentados entre el público, no hay tribunal en el mundo entero preparado para soportar tal cantidad de supuestos criminales, por lo que a Evaristo otra vez siente la sensación de estar viviendo en una sociedad dividida entre vencedores y vencidos, que han sido convenientemente separados por la cinta amarilla de papel que divide ambas zonas y por los milicianos que custodian que se respete. Echa de menos la presencia de la patrulla urbana, para Evaristo que sea la Milicia la que en todo momento esté velando por la seguridad dota al juicio de un contenido, trasfondo político. ¿Pero que es sino un juicio que pone fin a una guerra? Los criminales ordinarios si delinquen es por necesidad, por necesidad de colmar su escasez de medios, o de colmar sus instintos, en cambio en los crímenes que se comenten en una guerra, esa necesidad queda desfigurada, empañada, enturbiada, por el verdadero sentido de la acción, por el fin último y no inmediato de satisfacer un deficit, sino por imponer tus ideas y principios por encima de los de otro.


Ya está todo preparado, el Juez a logrado que un silencio absoluto inunde la sala por culpa de la inexistencia de ruido, todo el mundo está en su sitio, incluido Evaristo que está al lado de Julia. Es el turno de Juez que explica a todo el mundo el motivo de tan solemne ocasión. Por lo que puede distinguir Evaristo, no debe ser el primer juicio que preside, el bigote canoso que adorna su labio inferior, las gafas que parece ayudan a su vista cansada, y el atisbo arrugas que incluso son capaces de distinguirse desde donde está sentado, son muestra de su experiencia en el difícil arte del derecho.

 Se para, añadiendo tensión al momento, para beber un poco de agua, y continua con los cargos.

La acusación es ejercida por una mujer, que también ha sido elegida por el azar entre aquellos conocedores de la ciencia del derecho. Al igual que el juez, su aspecto físico apunta a que no es la primera vez que participa en un proceso. La abogada que ejerce la acusación, se levanta de donde estaba sentada en frente del Juez que preside el proceso y empieza a dirigirse al jurado, que será quien tenga la última palabra.

 
Evaristo observa todo desde hace un rato con gran incredulidad, sobre todo desde que ha escuchado que no se van a individualizar las penas, tiene la idea en la cabeza de que el proceso es sólo una simple formalidad, que es imposible que acabe con la inocencia del PML, que su suerte ya está prefijada, y que aunque se les haya dotado de todas las garantías para su defensa, esa no existe, porque sí o sí van a ser condenados.