Han pasado un par de semanas desde el tiroteo a la entrada del cuartel de la Milicia, y Evaristo se prepara para asistir al juicio que condenará a los miembros del PML que se han entregado a sus respectivas penas. Sabe que es un momento histórico, que el ha ayudado a cocinar, y por nada del mundo está dispuesto a perdérselo. La intranquilidad es la que reina ahora en la ciudad, igual que reina en el estado anímico de Evaristo, sus manos se mueven torpemente cuando abrochan los botones de su camisa blanca, cuando hace el nudo de sus zapatos, movimientos mecánicos en los que el fallo sólo puede ser consecuencia de la preocupación que inunda su cabeza. Aunque parezca una ironía su preocupación está directamente relacionada con la seguridad que habrá hoy en el juicio, se prevé una vista movida, los asesinatos a sangre fría de los miembros del PML han tenido el efecto negativo que esperaba, han vuelto a reanimar la llama del odio. 


Para Evaristo nada es tan simple como parece. Antes de la Gran Revolución se decía que la justicia era un invento burgués y como tal servía a los intereses de la burguesía que era la que ocupaba los puestos de poder dentro de la sociedad. Y hoy lo que va a pasar le recuerda a esa definición, la justicia vuelve a ser una herramienta de opresión, porque en el supuesto de dos bandos enfrentados la justicia será lo que aplique el bando vencedor, porque la justicia tiene el mismo problema que la historia, la hacen los vencedores, mientras que los vencidos se quedan con lo peor de ambas cosas. Si la Gran Revolución no hubiera vencido, puede que quien hiciesen justicia hoy fuesen los miembros del PML que hoy van a ser ajusticiados. En cualquier caso, Evaristo tiene claro de que es el precio que hay que pagar por aquellos que quieren obtener el perdón de los que mandan, llámalos revolucionarios, llámalos burgueses, llámalos como quieres, pero necesitas que te acepten como un miembro más de la sociedad para poder pasar a formar parte de ella, y eso tiene la inmediata consecuencia de que tienes que cumplir con las normas que, ellos, los que mandan, han establecido.


De todas formas, sabe que la torpeza en sus manos, y la preocupación que nubla su mente, hoy no terminarán como arte de magia a la vez que el Juez de por concluido el Juicio y el jurado imponga la pena. Hay otra cosa que debe solucionarse, y es la verdadera razón y autoría de los dos asesinados del PML. Desde entonces mira de forma asidua las noticias sobre el estado de salud del presunto asesino, que contra todo pronóstico se está recuperando y parece que dentro de poco será él quien será juzgado, en ese juicio es donde oficialmente se aclarará lo sucedido, aunque como todo lo oficial eso no significa necesariamente que lo que se determine sea la realidad de lo sucedido.


Como en todos los momentos importantes de su vida, hoy va a estar acompañado por Julia y por Ricardo, con los que ha quedado a la entrada del Tribunal. Evaristo llega puntual a su cita, de hecho llega como siempre antes de la hora marcada, aunque Ricardo no le hace mucho esperar en soledad y llega poco después.

Julia como siempre llega la última de los tres amigos a la cita, Evaristo al verla siente ganas de cogerla de la mano y largarse lejos, lejos, a alguna parte donde no haya PML, ni Milicia, ni nada aparte de ella. Pero se conforma con saludarla cortésmente, darle los dos besos de cortesía, y mirar como hace lo mismo con Ricardo y no poder evitar sentir celos al verlo.

Conseguir un sitio en el juicio no ha sido tarea fácil, han sido los contactos de Evaristo dentro de la Milicia los que les han conseguido una plaza, es decir ha sido el Martillo el que ha puesto sus nombres y documento de identificación personal en la lista de invitados. Ahora Evaristo es un tipo importante, o eso es como le hace sentir cuando dice su nombre en la entrada y le dejan pasar. Ya dentro, todo está abarrotado, no es como un juicio habitual donde nadie asiste más que aquellos directamente involucrados en él, donde el principio de que la justicia debe ser pública se cumple más como una formalidad que como una realidad, porque a nadie le interesa lo que pase. En cambio, en el de hoy todos los asientos están ocupados. Son banquetas plegables, y para llegar hasta su sitio, los tres amigos tienen que hacer levantarse a toda la fila de invitados que han llegado antes que ellos, es un momento incomodo, sobre todo cuando Evaristo mira la hora de su reloj y se da cuenta de que la hora se les ha echado encima, y llegan un par de minutos tarde de la hora señalada. La Gran Revolución tampoco ha sido capaz de imponer la puntualidad, por lo que aunque han llegado tarde, después de sentarse, el juicio tarda todavía unos minutos más en empezar. Los amigos charlan, haciendo un esfuerzo inmenso por escucharse, hay mucho ruido en la sala, todo el mundo está muy excitado por la importancia del momento, todos hablan alto, todos intentan hacerse escuchar por encima del resto. Hasta que de repente aparece el Juez en la sala, y la algarabía se transforma en un susurro tras que varias veces golpeé con su mazo la mesa para que todo el mundo se entere de que ha llegado. Como siempre ha sido el azar quien lo ha elegido, al igual que a los miembros del Jurado que aparecen después de él, y esa circunstancia parece que Evaristo es capaz de distinguirla en sus rostros, a Evaristo le da la impresión de que ninguno de ellos quiere estar ahí.