Camina contemplando todo a su alrededor, lo hace despacio para intentar empaparse de todo aquello que ve. Sobre todo hay algo que busca, el causante de la sangre cuya pista se pierde a la entrada, y de la que ya no encuentra el rastro. El Martillo mientras tanto no aparta la mirada de él, Evaristo intercala miradas a los ojos cruzadas con reconocimientos inquisitivos de su entorno, conforme la distancia entre ambos se acorta, la mirada entre ambos se hace más duradera, hasta al final es el rostro del Martillo lo único que mira. El Martillo ha salido del grupo de milicianos, que por las palabras sueltas que escucha hablan acaloradamente de lo sucedido, para recibirle.

Evaristo se siente en gran parte obligado a quedarse por la amabilidad con la que contra todo pronóstico ha sido recibido por el Martillo. Además quiere aprovechar para aclarar ideas, hablar con más miembros de la Milicia y quien sabe, con gente de PML, que le permitir colocar más piezas en el puzzle que reconstruya lo que ha sucedido. Para Evaristo no está tan claro que haya sido únicamente un lobo solitario porque hay muchas personas que pueden sentirse traicionadas, y junto ellas sus ideales, por el acuerdo de paz. Por un lado, están los propios miembros de la Milicia como el Martillo, que desde un primer momento se han mostrado contrarios a hacer las paces con el PML, y por otro lado está seguro de que tiene que haber miembros del PML que tampoco estén de acuerdo con rendirse y olvidarse de la lucha armada. Para él, esas posibilidades son igual de factibles que la versión del lobo solitario ofrecida por el Martillo, que a todas luces, es la que parece más cómoda y más va a agradar a todas las partes. Puede que lo que haya pasado haya sido sólo eso, o puede que haya sido un mensaje de un sector radical de la Milicia sin que otra parte de ella lo sepa, o incluso puede que hayan sido otros miembros del PML los que han asesinado a sus propios compañeros para boicotear la integración del PML en la sociedad actual.