Y mientras todo esto ocurre en la ciudad donde vive Evaristo, los miembros del PML a los que directamente afecta el acuerdo de paz, siguen escondidos en la montaña. El campamento lo han montado en una zona boscosa, cercana a un río, y que es de difícil acceso por culpa de las escarpadas montañas que la rodean. Está a más de dos días caminando por el bosque de donde la cueva donde antes vivían.
El viaje fue difícil, después del tiroteo a la entrada de la cueva y que sirvió para ocultar la realidad, su huída, tuvieron que caminar rápido, muy rápido, para evitar que la Milicia siguiera su rastro. La dureza de la escapada y su asfixiante ritmo justificó haber abandonado a sus seres queridos, a parte de su familia, la que tanto los diferenciaba de la sociedad actual.
Ellos hoy también están reunidos, y tras un duro día de caza, pesca, y recolecta han convocado una reunión para hablar sobre la votación que tanto les afecta. Deben ahora estar más unidos que nunca. Tras la cena, se empiezan a reunir alrededor de varias hogueras que han hecho para iluminar la oscuridad de una noche sin luna, y para calentar las bajas temperaturas de la noche. El primero que empieza a hablar es Juanma, que desde hace años es el jefe de la facción del PML que ha decidido entregar las armas. Por su venas corre sangre noble, antes de que empezara la revolución tenía hectáreas de tierras, miles, quizás millones, de olivos, y de euros en el banco, a ninguno de sus ancestros les había hecho nunca falta trabajar desde tiempos de la reconquista en la península Ibérica, cuando por su destreza en el campo de batalla habían sido galardonados con tierras y títulos. A él fue a quien se le ocurrió la idea de entregar las armas. Haciendo gala de sus dotes de mando, se levanta al centro del circulo que se ha formado por la improvisada reunión y empieza a hablar.

Todo el mundo de una forma o de otra acaba dando una respuesta afirmativa.

El primero en levantarse es Jose María, descendiente de una de las familias más ricas de la tierra, por su venas no corría sangre noble, pero no le hacía falta para tener credenciales de sobra, todavía guardaba los ejemplares de las revistas Forbes en las que sus tatarabuelo aparece entre los primeros puestos año tras año consecutivos.

Jose María sin contestar y con cara de pocos amigos, se vuelve a sentar donde antes estaba antes de hablar. Pronto tras él, se anima otro de los miembros del PML a hablar. En su caso es descendiente de una familia tradicional, muy tradicional, monárquica, conservadora, generación tras generación habían votado a la derecha siempre sin dudarlo, por eso cuando estalló la Gran Revolución no les costó elegir bando. No eran ricos, pero tampoco nunca les falto trabajo, formaban parte del sistema, eran agradecidos con los que mandaban y los que mandaban eran agradecidos con ellos.

Al final quien se levanta es Anacleto. Él también es descendiente de familia noble y rica, las dos cosas. Pero ya está harto de vivir escondido entre la maleza y la pena de 10 años de cárcel después de años de guerra y decenas, quizás cientos, de muertos no le parece tan mala idea, si el resto de su vida la va poder pasar en una casa en paz.

La discusión se alarga en la noche, aun cuando se supone que ya tenían todo decidido. Juanma que simplemente quería recordarles que no quería problemas, se da cuenta de que es imposible obtener ese que quería, la garantía de que no iba a verlos.
Lo más importante, como Evaristo también se ha dado cuenta, son las cosas que no se dicen. Y lo que ese noche no se dice, es que Jose María tiene un pequeño ejercito de activista del PML repartidos por las ciudad y les ha ordenado montar bulla, bronca, alboroto, quiere dividir todo lo que pueda a su enemigo. Si quieren la paz, quiere demostrarles que primero tienen que conseguirla entre ellos. Esto supondrá que sea imposible distinguir a esos alborotadores del PML de aquellos que simplemente piensen que lo mejor es seguir la guerra contra ellos. Para que exista guerra siempre tiene que haber dos dispuestos a pelearse, si falta uno el otro se queda sin excusa moral y por eso necesita provocarle. Eso es lo que Jose María sabe, y ya está llevando a la práctica.