Casi que hubiera preferido otra nota en el bolsillo, esa piedra entrando por la ventana en mitad de su velada con Julia le hizo sentirse acosado, perseguido, porque el último reducto donde su intimidad se cobija y desarrolla había sido atacado. Sabían donde vivía, y alguien no había tenido ningún reparo en demostrárselo.
Como siempre ha llegado puntual a la cita, aun quedan 5 minutos para la hora que ponía la nota, y los está intentando aprovechar para eliminar toda señal de malestar, trata de relajarse mientras apura la bolsa de frutos secos que tiene en sus manos, sabe que el resentimiento por culpa de la piedra no va ser un buen consejero durante su conversación con Gloria, le hubiera gustado más un mensaje en el móvil, o un correo electrónico en su bandeja de entrada, pero el PML es una organización alegal y tiene sus propios métodos. Mientras mastica los frutos secos se regodea recordando los ojos de Julia, ya puede pasar Gloria por delante suya porque no va a ser capaz de verla. Y es justo lo que pasa, Gloria camina hacía donde está esperándola Evaristo sin que éste se haya dado cuenta, cuando está a escasos centímetros de él, le saluda, y Evaristo pone cara de aquel que ha sido despertado de un sueño.

Evaristo mira hacía el sobre con mirada incrédula, juraría que no ha hablado con nadie sobre esto, que la idea se había quedado en una protoidea. Lo más rápido que puede se recupera del golpe que le ha propiciado la visión del sobre.

Le quema el sobre en el bolsillo, de vez en cuando lo saca y lo mira por unos segundos, para después guardarlo rápidamente y mirar con recelo a todo su alrededor para comprobar que nadie le ha visto hacerlo. Camina tan rápido como puede, tanto que va adelantando a todo el mundo por la calle, algunos se le quedan mirando con cara extraña, pero a Evaristo lo único que le importa ahora es llegar a casa lo antes que pueda y el abrir el sobre. Pero el azar le juega una mala pasada y cuando le quedan escasos metros para llegar a su casa se cruza con Ricardo, su mejor amigo, ese que lleva un tiempo sin ver por culpa de la falta de tiempo. De lo primero que se da cuenta al verlo es que ya no es el mismo que se despidió de él la última vez que lo vio. Antes le hubiera contado corriendo a donde iba y lo que llevaba en el bolsillo, ahora se apresura a buscar corriendo una excusa que lo ayude a quitárselo del medio cuanto antes sin que sospeche nada de lo que está pasando.

Y dejándole con la última palabra en la boca Evaristo sigue su camino a toda velocidad. De los nervios apenas acierta a colocar el ojo en el láser de retina con el abre la puerta de su casa, tiene que aguantar la respiración para parar los temblores que están impidiendo que lo identifique, hasta que al final lo consigue y la puerta se abre. Ya al otro lado del umbral, hace el sobre que envuelve la carta pedazos, no tiene tiempo para entretenerse en abrirlo con delicadeza, y por fin empieza a leer lo que con tanta ansia estaba deseando.