Está agotado, la combinación de cansancio físico y psicológico hace que sienta como si tanto sus pensamientos como sus movimientos estuvieran siendo relentizados por culpa del barrizal donde metafóricamente se encuentra metido. En un descanso de clase llamó a Julia, a la que convenció para cambiar el entrenamiento de hoy por una cena en casa, haciéndose el interesante le dijo que tenía que ayudarle con una cosa, pero por más que ella le preguntó que era aquello con lo que tenía que ayudarle, no quiso decírselo lo que provocó que Julia amenazara varias veces con no acudir a la cita.
Evaristo sigue convencido de que no puede confiar en nadie, de que si algo está aprendiendo de este embrollo con el PML es de que nadie es lo que parece, y de que la única forma de salir de la sensación de soledad que ese choque con la cruda realidad le ha provocado, es enamorarse. Para él, estar enamorado es un sentimiento complicado, la mejor forma de describir el amor es como una confianza hacía el amado ciega, absoluta, en cuanto se pierde o nunca se tiene, eso ya no es amor o nunca lo ha sido. Si está dispuesto a saltar por el precipicio con los ojos cerrados sin mirar antes si hay agua, no encuentra a mejor persona porque hacerlo que Julia.
No tiene nada especial preparado para la ocasión, la cena será una cena ordinaria, es la mejor forma de que su amistad no se vea violentada por sus sentimientos. En el centro de la mesa hay una buena ensalada con un poco de todo, y de beber zumo o agua, la informalidad tiene que ser lo que presida la reunión. Habiendo dejado todo preparado antes de su llegada, espera paciente a que llegue mientras juega a la ajedrez online, es el segundo día que lo hace, y de cinco partidas no ha ganado ninguna, lo que le ha hecho darse cuenta de lo importante que es estar atento, con los ojos bien abiertos, pensar detenidamente cada movimiento, y comparar esas lecciones que está absorbiendo con la vida. Se ha propuesto aprender a jugar mejor a la ajedrez, para aplicar luego su forma de juego en la vida real. El tiempo pasa rápido cuando está concentrado y en algún momento cerca de la hora a la que habían quedado llega Julia. Suena el timbre y Evaristo corre a abrir la puerta, al comprobar que es Julia sonríe, y la espera junto a la puerta de su apartamento mientras continua la partida, su dama está haciendo estragos al lograr infiltrarse entre las filas enemigas puede que por fin sea la primera partida que gana, pero al ver a Julia aparecer cambia completamente el orden de prioridades y bloquea su teléfono sin importarle el desenlace de la partida. Julia tampoco aparentemente parece otorgarle un valor extraordinario a la cita, lleva una camiseta blanca, vaqueros y zapatillas de deporte, lo que provoca el efecto justamente contrario en Evaristo, es así como más le gusta. Al verse ambos se intercambian un par de besos tímidos en cada mejilla, sin que previamente ninguno de los dos haya dicho palabra. Evaristo al verla pierde el control de la situación, no sabe que decir o que hacer, y Julia harta del silencio empieza la conversación.

Y ambos pasan al salón donde Evaristo tiene todo preparado, la mesa la ha puesto de forma metódica, todo está puesto en su justo sitio con precisión milimétrica, al igual que la ensalada, la que Evaristo ha revuelto hasta que los colores que la componen eran exhibidos de forma armónica. Julia al ver el conjunto sonríe, y Evaristo al verla hacerlo también.