El Martillo saca el paquete de tabaco que lleva en el bolsillo delantero de su camisa verde militar y hace como dice, se enciende un cigarro echando el humo que sale de su boca en dirección al sitio donde está sentado Genaro, que ni lo mira y sigue con el gesto perenne en su rostro de indiferencia.

El Martillo sigue echándole el humo en la cara de cada una de las caladas que da a su cigarro, y Evaristo ve como esto tiene un efecto en la cara de indiferencia de Genaro, que poco a poco cambia el gesto y va adquiriendo trazas de rabia. Evaristo sufre exactamente el mismo efecto. Y en tono enfadado se dirige al Martillo.

Ambos salen de la habitación donde están practicando el interrogatorio, y se quedan justo al otro lado de la puerta, permitiendo que Genaro escuche con claridad la mayor parte de la conversación.

Evaristo piensa que lo mejor es no entrar en su juego, si él también le desvela lo que piensa de él lo más probable es que dejen de hablarse y consecuencia de ello, que deje de haber un sitio para él en futuros interrogatorios.

Parece que la conversación entre Evaristo y el Martillo dentro del rango del fino oído de Genaro y el tono amable de Evaristo están teniendo efecto. Por fin Genaro ha contado algo interesante.