Evaristo ve como Genaro tarda algunos segundos en reaccionar, su mirada tras el ineludible saludo del Martillo sigue en el libro hasta que tras el típico silencio incomodo levanta la mirada para ver a sus forzosos invitados. Su cara al hacerlo es inexpresiva, no parece sorprendido por la visita, indica que está ya acostumbrado a ver al Martillo, en cambio cuando se fija en Evaristo cambia, frunce el ceño como tratando de focalizar la mirada, y los ojos de Evaristo y Genaro se convierten mutuamente en el objeto de su visión.
- El Martillo: Este al que miras ya tenías que conocerlo, es Evaristo, también estaba el día que entramos a la cueva y nos hiciste la visita guiada. ¿No lo reconoces?
- Genaro: Me suena su cara, pero con la edad, he debido de perder memoria y no lograba ubicarlo.
- El Martillo: Siempre igual Genaro. Te acuerdas de lo que quieres y de lo que no, no.
Esa es la dinámica de todos los interrogatorios, Evaristo se da cuenta de que acaba de ver en primera mano cual es el problema, Genaro sufre de lo que vulgarmente se llama memoria selectiva, se acuerda de lo que quiere. Evaristo tiene que morderse levemente los labios para evitar reírse cuando ha oído la mala excusa del anciano, tras hacerlo y lograr contenerse cree que es un buen momento para presentarse.
- Evaristo: No nos dio tiempo a conocernos formalmente Genaro, nadie nos ha presentado hasta ahora, soy Evaristo como ya te ha dicho el Martillo, encantado.
- Genaro: Este es más educado que tu, y hasta tiene nombre y no mote.
- El Martillo: Si quieres te llevo a un resort de lujo y te pongo a dos jovencitas que te abaniquen, bastante bien me estoy portando.
- Genaro: Con que no tires de las patillas de los que interrogas, ni apagues tu cigarros en sus brazos me conformo.
En ese instante hay tanta tensión en el ambiente que se puede cortar con un cuchillo. Y Evaristo corre a apagar el fuego, iniciando su papel de interrogador bueno.
- Evaristo: Ya le tengo yo dicho que es un poco tosco, pero ¿que esperas Genaro de un hombre que se hace llamar el Martillo.
- Genaro: Tienes razón.
- El Martillo: No empecemos antes de tiempo, y tu no te pongas de su lado. Que casi nos dejan como coladores antes de entrar en la cueva y fueron sus amiguitos, ¿o es que tu también tienes problemas de memoria?
- Evaristo: Eso digo yo, no empecemos antes de tiempo. Bueno, ¿donde nos vamos?, ¿o vamos a seguir aquí perdiendo el tiempo?
- El Martillo: Levanta anda Genaro.
Y Genaro con aires de indignación y de resignación se levanta de la cama donde estaba tumbado leyendo. Por sus movimientos cansinos Evaristo interpreta que no es la primera vez, igual que por las dos costras redondeadas y amoratonadas, del diámetro de un cigarro, que tiene en uno de sus brazos, siente mucha pena al verlo, ganas de pegarle al Martillo, se pregunta que hará si eso vuelve a suceder delante suya.
- Genaro: ¿Y el otro dónde te lo has dejado?
- El Martillo: ¿Y a ti que te importa Genaro? no te tengo que dar explicaciones de nada, en todo caso eres tu el que debe de dármelas a mi.
- Evaristo: ¿Qué otro?
- Genaro: Es la primera vez que viene contigo, siempre viene con otro igual de simpático que él.
- El Martillo: Como sigas así lo llamo que venga. Venga vámonos.
Genaro por fin se pone sus zapatillas y se levanta. Ha cambiado sus ropas por las fabricadas en la ciudad, ya no lleva la camiseta y vaqueros desgastados con los que fue apresado en la cueva, al igual que el resto de su grupo confinado en las dependencias de la Milicia, ahora viste con exactamente las misma ropa que el resto de los habitantes libres, aunque en su caso la libertad no va emparejada con el atuendo.
- Genaro: Ya os he dicho que no se nada.
- El Martillo: Ya, y yo voy y me lo creo.
Y cogiéndolo del brazo, sin arrastrarlo, pero guiando sus movimiento, el Martillo se lo lleva para la habitación de interrogatorios.
Se encuentra en una de las puertas que han pasado a la ida, cerca de donde hasta un momento estaban. No han caminado más de escasos 5 minutos, cuando ya están los tres de uno juntos sentados y enfrentados en las sillas que adornan los lados de una mesa tibiamente iluminada por la luz, a veces parpadeante, de un flexo. Evaristo está decidido a evitar cualquier tipo de amenaza o tortura, ya veremos si lo consigo o no. Para eso, se ha decidido que en su segundo interrogatorio va a ser él el que va a llevar la iniciativa. Tiene claro que para relegar al Martillo a un segundo plano tiene que hacerse con la confianza de Genaro, empezar con preguntas sencillas que lo hagan hablar, para luego intentar obtener algo de información relevante. Apenas les ha dado tiempo a sentarse cuando Evaristo empieza a hablar intentando evitar cualquier intento del Martillo de empezar con el interrogatorio.
- Evaristo: ¿No es la primera vez que vienes no Genaro?
- El Martillo: Ni la última que va a venir.
- Evaristo: Pero quieres dejarlo a él que responda.
- Genaro: No es la primera no, ni la segunda tampoco, parece que su amigo el Martillo me ha cogido manía, y casi he venido todos los días.
- El Martillo: Para que veas que soy bueno y te he dejado descansar alguno.
- Evaristo: ¿Harto de estar todo el día encerrado?
- Genaro: Muy harto, echo cada día más de menos la cueva.
- El Martillo: La cueva, os la vamos a tirar abajo, como si os habéis tirado 3.000 años excavando en la piedra.
- Evaristo: ¿Pero te quieres callar un rato? Sabes que nos os podemos dejar volver. ¿Ha sido siempre tu casa?
- Genaro: Claro, yo he vivido allí desde que tengo uso de razón, la cueva es tan vieja como la Gran Revolución, pero creo que eso ya os lo he contado.
- Evaristo: ¿No te parece un sitio un poco raro para vivir?
- Genaro: Cuando seas más viejo te darás cuenta de que a todo se acostumbra uno, y lo raro es todo lo demás menos lo tuyo.