La vida es una rutina monótona, los únicos cambios apreciables entre los días se encuentran en los detalles y éstos nunca son lo suficiente importantes como para salir de la monotonía. Esta idea se ha fijado en la cabeza de Evaristo durante la semana, y el uniforme que lleva de miliciano ahora puesto parece haberse convertido en su única escapatoria. Después de cinco días seguidos sin llevarlo, en un momento de la semana, pasó de odiarlo solo, a no dejar de odiarlo pero también a echarlo de menos, son extraños sentimientos los que siente por la Milicia de la que forma parte. 

Camina por los pasillos de las oficinas de la Milicia en la ciudad con una sonrisa plena. La vida le sonríe y es consciente de ello, su trabajo obligatorio ni le gusta ni le disgusta, es sólo trabajo, las clases de la universidad sacian su apetito por aprender, lo suyo con Julia marcha, y materialmente tiene todas las necesidades cubiertas, comida, casa, bici eléctrica. Le cuesta imaginarse un mundo diferente, al igual que no concibe como el ser humano no fue capaz de emanciparse antes, con lo sencillo que es garantizar igualdad de derechos no sólo jurídicos sino económicos a todos los ciudadanos del mundo. La diferencia entre hacerlo y no hacerlo, es sencilla, es estar a favor o no de la esclavitud del hombre por el hombre, porque el dinero, con el que se compraba aquellos bienes básicos de subsistencia, sólo era una forma de chantaje. Entonces, ¿qué mosca les ha podido picar a los del PML para estar todavía después de más de 300 años desde que ocurrió la Gran Revolución en guerra con la sociedad? Porque Evaristo, por más que lo piensa, no es capaz de entrarle en su cabeza, para él cualquier vuelta atrás a un mundo desequilibrado por el factor dinero, no es más que una involución, volver a sufrir guerras, revoluciones y contrarevoluciones, ¿o no es siempre lo mismo? se dice Evaristo, el ansia de más, y de quitárselo para calmarlo al vecino, que tarde o temprano preparara su venganza, y vuelta a empezar. Él lo tiene claro, las fronteras, el dinero, los bienes materiales que compra, todo aquello que sirva para asignar la propiedad de algo por una o unas personas, es el origen de todos los problemas de la humanidad. El racismo nació como un modelo económico, la judíos eran odiados no por su religión sino por su riqueza, la eterna división entre ricos y pobres es la base de toda pelea, unos por mantenerlos sometidos y que hagan los que ellos digan, los otros por emanciparse y hacer lo que les de la gana. El problema del mundo, no era la tasa de impuestos a imponer sobre los ricos para promover la fluidez de la riqueza entre todos los miembros de una comunidad, sino el modelo económico en si, porque el dinero nunca dejará de comprar voluntades y coacciones actitudes, a no ser que todos tengan derecho a la misma cantidad, y entonces, ¿para que sirve el dinero? si todos pueden acceder directamente al bien o servicio necesitado, además el dinero siembre era la base de toda corrupción, o eso es al menos lo que ha mamado desde pequeño Evaristo, y lo que él entiende de forma incontestable como cierto.

Por fin llega a la puerta de la oficina del Martillo. Porque sí, aunque a Evaristo le cuesta creérselo, el Martillo trabaja en una oficina cuando no está ni interrogando, ni patrullando con su uniforme de miliciano, es lo que el Martillo ha decidido hacer con su vida, ser a tiempo completo Miliciano. Se ríe al ver escrito con letras pintadas sobre el cristal de su puerta El Martillo, se da cuenta de que todavía no sabe su nombre, y que además tampoco le interesa saberlo, cree que exactamente es el mismo problema el que tiene el resto. Viene directo a su oficina porque se ha convertido en su persona de contacto con la organización de la Milicia, el Martillo aparentemente confía en él, aunque él no confía en los métodos del Martillo. Llama a la puerta con su puño, y al poco escucha la voz grave del Martillo que le dice que pase, y eso es lo que hace, abre la puerta y se lo encuentra sentado en una silla y tendido sobre la mesa de su despacho, mirando al ordenador, y fumándose un cigarro.