Después de pasar la mañana dándole de comer a las gallinas y organizando su gallinero, Evaristo pasó la tarde en la Universidad. Si no fuera por su pasión por la medicina se hubiera quedado tumbado en el sofá de su casa, pero no es capaz nunca de soportar el cargo de conciencia, y siempre acaba haciendo lo que tiene que hacer. Las clases, aunque desde su punto de vista muy interesantes, no impidieron que durante ellas se acordara de que el día no se acababa ahí, porque después había quedado con Julia para entrenar un rato antes de por fin poderse ir a la cama.
Le gusta estar con ella por varios motivos, pero todos se pueden resumir en uno, todo lo que hace con ella es mucho más interesante que con cualquier otra persona. Cuando no está con ella la echa de menos, y cuando está con ella le gustaría ser capaz de parar el tiempo. Supone, que eso es lo que todo el mundo conoce por amor. Julia es la que le hace comprender la sensación constante de vacío que siente cuando está solo y cuando no está con ella, esa sensación de carrera constante hacía otro futuro que no es más que otro presente inmediato, solo se calma, pierde interés, cuando está con ella. Es imposible describir lo que siente cuando la toca, su cuerpo se relaja, es feliz, no hay nada más que necesite en el mundo. Es eso lo que ahora siente mientras le sujeta los tobillos para que haga abdominales, no sabe a donde mirar, sabe que se nota mucho que está enamorado de ella, todo lo que sea fijar la mirada en ella representa un problema, su cara, sus pechos, sus piernas, hasta ahora con la mirada puesta en como sus manos le sujetan los tobillos, siente como tiene que domar, adiestrar sus emociones. Le cuenta los abdominales que lleva por la sombra que hace su cuerpo al aproximarse a sus piernas flexionadas, sólo se oye el “uno, dos, tres, cuatro, cinco…” de Evaristo, en un parque semi vacío de gente, en el que únicamente acompaña sus palabras el rumor del viento al chocar contra las ramas de los arboles. Así llevan, desde que se vieron, ninguno parece querer iniciar una conversación, para Evaristo todo se trata en aparentar que no hay otro motivo para buscar su compañía que una ayuda y motivación extra para prepararse para las pruebas de astronauta.
Hasta que Julia, al acabar su serie inicia una conversación, hoy al verla Evaristo sintió que estaba preocupada por algo, por eso cuando empieza a hablar piensa que puede que ahora averigüe porque es.
- Julia: ¿No te pones hoy el uniforme?
- Evaristo: ¿Ya te has enterado, no? Quería ser yo el primero en contártelo, pero tengo tantas cosas en la cabeza, y con el entrenamiento se me ha olvidado por completo.
- Julia: Ya claro. Aquí las noticias vuelan, sabes de sobra que me iba a enterar. Te has apuntado a la Milicia.
La última frase Julia la dice con claro tono incriminatorio, y además evitando claramente su mirada, eso significa que aunque no lo diga está enfadada y Evaristo lo lee perfectamente.
- Evaristo: Sí, me apunte justo hace tres días. No se que me pasó, sabes de sobra que las armas me dan miedo, pero con el trabajo en la granja, ¿te he contando que me he dedicado a matar ovejas y sacarle la sangre? De repente un día me vi con el uniforme puesto en casa y al día siguiente esquivando tiros en el bosque.
- Julia: Lo de las ovejas ya lo sabía, pero lo otro no. Si sé que te vas a apuntar a la Milicia el día que descansamos de entrenar, hubiéramos venido también al parque. ¿Y esta semana cuando descansemos que brillante idea se te ha ocurrido?, ¿vas a apuntarte a hacer puenting?
- Evaristo: Ya lo sé. Pero si te soy sincero yo no creía que iba a ser así. Yo me imaginaba con el fusil aburrido, como irme de senderismo, pero vestido de militar.
- Julia: Eres tonto Evaristo. ¿Te pensabas que las balas eran de goma o qué? Ya sabes de sobra que fuera de la ciudad, te puedes encontrar de todo, o es que no lees lo que la gente cuenta en los blogs. Puedes hacer lo que quieras, pero no quiero tener que irme sola a Marte.
- Evaristo: No me va pasar nada, te lo prometo.
- Julia: Por mucho que prometas eso no va cambiar nada. Que también me he enterado que ahora eres un héroe, que tuviste que salvar a uno mientras te llovían las balas.
- Evaristo: Tenía que hacerlo.
- Julia: ¿Y lo de ayer?, ¿tampoco pudiste quedarte en casa? porque nadie te obligó a irte, y sabías que iba a haber lío.
- Evaristo: Me sentía mal quedándome en casa.
- Julia: Por eso eres tonto Evaristo, una vez que entras te va costar salirte, y yo no quiero que te pase nada.
- Evaristo: Ahora te toca sujetarme los tobillos a ti, venga.
Y Julia obedece. La conversación se para. Ahora de nuevo lo único que se escucha, aparte del sonido de los arboles al mecerse, es la voz de Julia contando los abdominales de Evaristo. Ya no retomaran, ni esa, ni ninguna otra conversación esa noche. Ambos serán absorbidos por sus respectivos yo internos, pero paradójicamente ambos compartirán el mismo tema, “Se me ha notado mucho que lo quiero”. Para Evaristo esto representa toda una novedad, hasta hace un rato Julia no era más que un sueño inalcanzable, en cambio de repente ha aparecido ante él como algo lejano, aunque factible, justo cuando su vida ha pasado a estar temporal e intercaladamente en peligro. Si antes odiaba el uniforme, ahora lo hace todavía con mucha más fuerza.