Niiiinooo—niiiiinooooo—niiiii-nooooo, en toda la calle retumba el sonido de el coche de policía pasando por la calle. Segismundo apenas ha abierto los ojos, el no necesita alarma, lleva levantándose a la misma hora desde que empezó el curso, su cuerpo es como un reloj, no sabe como lo hace, pero en los fines de semana que no debe atender a obligaciones su cuerpo se relaja y no se despierta a las 7 de la mañana como hace el resto de la semana. Aún así las sirenas le han dado dolor de cabeza, parece que han acabado con la relajación con la que todavía jugaba a hacerse el dormido en la cama, agarrado a la almohada, calentito debajo de las sabanas, disfrutando de esa sensación tan rara con la que parece que se ha levantado, le duelen las piernas, tanto que no se atreve a moverlas, cree que es agujetas, pero no se atreve todavía a comprobarlo. Finalmente, no lo queda otra, desgarra la almohada, se quita las sabanas y manta de encima, y abre los ojos, la luz y el frío impactan en su cuerpo como una sensación desagradable, como un golpe inmaterial, intangible, que se acaba materializando cuando mueve sus piernas para sentarse en la cama, recibe un dolor indescriptible, pinchazos por todas ellas, cada movimiento es una tortura, no sabe como va a ser capaz de llegar al baño. Haciendo acopios de valor mezclados con una indiferencia al dolor rozando con lo masoquista, logra llegar al lavabo y empieza a disfrutar recordando la noche de ayer, “vaya paliza que me dio, si no pudimos hablar, fui todo el rato sin apenas aire en los pulmones, la culpa la tiene Atualfo con sus visitas y sus porros de la noche, que por cierto…¿qué fue de él ayer? que no vino…” piensa mientras se leva la cara, y luego mientras se limpia los dientes, no desayuna desde que tenía que hacerse él el desayuno, ha perdido el hábito, luego suele comer algo en mitad de la mañana, una bolsa de rufinos es su fetiche. Hoy tiene pensado acabar con la indiferencia con la que Julia lo mira, va a sacar su relación del ámbito universitario, ya vale de hablar de artículos, hoy tiene que lograr hablar de cualquier otro tema con ella. Piensa la estrategia y la verdad es que no se le ocurre nada, lo único que se le viene a la mente es Romualdo como una barrera infranqueable que va a cortar cualquier aproximación hacia ella. Se viste, pensando, camina al metro pensando, va en el metro pensando, llega a la universidad pensando, y cuando la vuelve a ver a ella sin pensarlo hace algo que no ha hecho nunca y la saluda, le da los buenos días. Parece algo tonto, pero es la semilla que puede fructificar en una posterior relación, Julia sorprendida tampoco se lo piensa mucho y se los devuelve. Ahora ya no es un mueble más dentro de la clase para ella, ahora ha pasado a ser alguien, ese saludo a pasado a constituir un lazo de union entre sus dos realidades, el día en que Segismundo falte, ella se dará cuenta. Después en la biblioteca, toma una actitud mucho más participativa con sus compañeros de grupo a la hora de discutir su trabajo en común, intenta arrancar a Julia de las garras de Romualdo, habla con ella todo lo que puede, se sienta a su otro lado, da muestras de un verdadero interés por ella, nadie ha podido no darse cuenta, oficialmente se ha postulado como uno más de sus pretendientes. Romualdo se muestra desconcertado no se esperaba una batalla por ella y menos con él, hasta ahora la única que se había percatado de su mirada hacía ella era Julia.

Julia no se cree lo que está pasando, pensaba que nunca se iba a atrever a acercarse a ella. Lo veía como un sujeto inofensivo, inocuo, incapaz de mostrar una preferencia hacía a ella que lo llevase a romper la soledad que parece protegerlo como una burbuja. A partir de ahora va tener que tomarlo en serio, y eso ¿qué significa? hasta ahora su único amor había sido su compañero de colegio Fermín, desde niños, enganchada a su melena rubia y sus ojos azules, tonteando, tonteando, hasta que compartieron un romance durante el instituto. La cosa término porque parece ser que no habían sido la única interesada sus rizos dorados, y se entero que sus besos los compartía con otras chicas, de su clase, de sus amigas. Le rompió el corazón, se paso días, y luego meses llorando por su culpa, la cosa le duro hasta llegar a la universidad donde parece que al final logró olvidarse de él, no por Segismundo, ni por ningún otro, pero parece que haber salido de su pueblo le abrió la mente, la saco de las cuatro paredes de su habitación que habían visto sus lagrimas, del cine donde había dejado que le metiese mano, de los portales en tardes de lluvia donde se dieron tantos besos, de las ferias donde no se habían soltado la mano. El ambiente hace mucho y Julia eso lo notó. Pero no sabía si iba a ser capaz de enamorarse otra vez, y mucho menos de “ese tío tan raro” como ella lo veía. Para Julia entregar su corazón significaba volver a pasarlo mal por alguien, y no quería volver a llorar por ningún imbécil, si tenía que dar ese paso tenía que estar segura. Por ahora, solo le hacía gracia, pero no quería que pasase de eso, y no le iba a dejar a acercarse mucho más de eso, ella era la que debía llevar la sartén por el mango, ser la dueña de la situación, al igual que hace con Romualdo, un bien chico, de buena familia, guapo, inteligente, pero…de los que hay mil en Madrid, y que no había pasado de eso en su corazón, la entretenía, la alagaba, la hacía sentirse atractiva, ganar confianza en si misma, pero nada más, no iba a dejarse ganar tan fácil. Lo de hoy de Segismundo le había hecho gracia, por fin, a dado el paso, ahora le tocaba a ella pensar que iba a hacer con él, y no lo tenía nada claro. No se conocen de nada, viven en pueblos diferentes, resumiendo, no sabe nada de nada de él. Ha decidido que lo mejor es empezar a informarse, preguntar a su amiga Rocío a ver si sabe algo, y sino darle instrucciones para que lo haga. Quiere saber donde vive, con quien se junta, que es lo que hace después de clase, y sobre todo, sobre todo, saber si habla con otras chicas igual que ha hecho con ella. No quiere sorpresas igual que con ricitos de oro.

Segismundo anda en una autentica encrucijada, está jugando a dos bandas y eso le puede pasar factura, lo sabe, pero por ahora todo son posibilidades, Julia se puede ir con Romualdo e Isabel dejarle tirado a la primeras de cambio. Lo que le preocupa más es Atualfo, que hoy si que de forma impaciente ha ido a su habitación a hablar con él a la hora que normalmente va cuando Segismundo viene de la universidad. Segismundo está contrariado, pero es capaz de separar sus dos yos en compartimentos estancos, no hay fisuras, para Ataulfo es un soldado plenamente comprometido con el plan. Como siempre abre la puerta sin preguntar ni quien porque ya lo sabe, le abre la puerta y lo invita a que pase:

Ataulfo lo mira jocosamente, sabe perfectamente su nulo estado de forma, del que en gran parte tiene el la culpa.

Segismundo acordándose de Julia, con cara de no entusiasmo.

El resto de la conversación, Segismundo está ausente, acepta todo lo que le dice Ataulfo sin regañadientes. Está triste, parece que empieza a darse cuenta de lo que significa, y de lo que va perder si le pillan.