“No la busquéis más, porque la hemos secuestrado. Llevamos días observándoos sin que os deis cuenta, somos vuestros vecinos y nunca nos hemos conocido personalmente. No obstante, sabemos donde acampáis, que coméis, cuantos sois, que hacéis en vuestro tiempo libre, se podría decir que sabemos antes incluso que vosotros lo sepáis, que es lo que vais hacer. 
Tranquilos, no vamos a hacerle daño, al menos por ahora, si aceptáis lo que exigimos a cambio de ella. Queremos la mitad de todo lo que cacéis o recolectéis, como veis tampoco pedimos mucho, simplemente queremos que exista solidaridad entre vecinos. 
Mañana a primera hora del día, uno de los nuestros ira a vuestro campamento de donde se llevará al que hayáis elegido como representante. Allí detallaremos aun más nuestro acuerdo y podrá volver Vanesa junto a él a vuestro campamento, si primero, claro, llevamos a un acuerdo.
P.D.: No busquéis las armas, las tenemos también nosotros.”
Sabía que esa sensación de felicidad no le duraría mucho tiempo, que era inevitable que algo tarde o temprano pasaría, lo que no se imaginaba es que fuera a pasar tan pronto. De su cara ha desaparecido su sonrisa, ahora todo lo que tiene es un nudo en el estomago de preocupación, Vanesa es una niña de 10 años que en estos momentos estará sola, rodeada de desconocidos, y por lo que se ve, sin ningún tipo de escrúpulos. 
Cuando vuelve a donde están todos sentados esperándolo para poder desayunar juntos, no le hace hablar para que el resto se de cuenta de que algo le pasa. Se nota los músculos de la cara pesados, va con la cabeza gacha, y aunque no pueda decirlo, no tiene ganas de hablar con nadie. Ese es el mensaje que el resto ha leído en la expresión de su cara y cuerpo. Sino fuera porque la primera persona que se atreve a hablarle es Julia, todavía seguiría callado.

La nota la ha hecho una bola estrujada de papel sin haberse dado cuenta, por primera vez es consciente de ello cuando se la da  Julia para leerla y ella lo mira con cara rara, a veces, muchas veces, le cuesta contener la rabia. Julia empieza a hacer lo que tenía que haber hecho él pero no tenía ganas de hacerlo, sus oídos empiezan a escucharla leer la nota en alto, y otra vez vuelve a sentir exactamente lo mismo que sintió cuando la leyó, rabia reprimida, pero ahora es todavía peor, porque justo cuando acaba Julia de leer la nota, ni siquiera tiene eso para estrujarla y descargar contra ella sus sentimientos. Se da cuenta que no es el único, Julia se ha quedado literalmente de color blanco, lo único que contrasta en su cara son sus labios de color morado, y cuando apenas pasan unos segundos en los que nadie se ha atrevido todavía a decir nada, saca el afilado puñal que siempre lleva colgado en su cinturón y que utiliza habitualmente para rematar los animales que caza, para rematar esta vez una de las manzanas que tiene al lado, la atraviesa por la mitad, la parte en dos, luego arruga la nota de papel igual que él antes ha hecho y la tira con claros signos de indignación. Ella es la que vuelve a romper el silencio incomodo, él lleva buscando desde hace rato las palabras para poder hacerlo pero ha sido incapaz de encontrar ninguna.

Como era de esperar nadie levanta la mano, momentáneamente él ha sentido el impulso de hacerlo pero destellos de razón le han impedido hacerlo, sabe de sobra que es un auténtico marrón, acuerde lo que acuerde el supuesto representante, nadie, nunca, nadie, va a estar de acuerdo con lo acordado, incluso aunque lo haga lo mejor que pueda, siempre habrá alguien que piense que podría haber alcanzado un trato más justo. Así que hace, lo que está haciendo todo el mundo, mejor se calla y aprieta todo lo que puede sus dos brazos contra su cuerpo.