Después de lavarlo en el arroyo que colinda con el campamento, despellejarlo, y un par de horas en la lumbre, le parece que el Jabalí que han cazado tampoco tiene tan mal aspecto, ha recuperado todo su apetito, y si no fuera por Julia que continuamente le está diciendo que se espere a que se acabe de cocinar, ya le habría metido mano. En otra hoguera, ésta con una llama mucho más intensa, están ahora todos sentados esperando que llegue el momento de pegarse el festín, sentado al lado de Julia, mirando las estrellas en un firmamento donde es posible distinguir hasta la estrella más lejana gracias a la ausencia de cualquier foco de contaminación lumínica cercana, el mundo tampoco le parece un lugar tan horrible, ni siquiera con la amenaza permanente de ser esclavizado por los alienígenas. Esa noche ni siquiera el jabalí, que se broncea lentamente en la lumbre contaminando con su aroma todo el busque, es capaz de robarle el protagonismo, toda la tarde y parte de la noche, sus compañeros de fatigas siguen hablando de lo mismo, de como ha matado a un alienígena con su flecha, le han hecho contarlo ya un millón de veces, pero ante el clamor popular se ve obligado a contarlo una vez más.

Si sus ojos no le engañan, lo que tiene Jacinto en sus manos es una botella de vino tinto, que no prueba desde que abandonó la Tierra con destino a Marte hace ya unos cuantos meses. 

La botella de vino de Jacinto apenas da para llenar la mitad de lo vasos de los que están reunidos, pero él ve el vaso medio lleno, porque el vino siempre se ha bebido y beberá a sorbos pequeños. 

Todos se suman a las celebraciones, todos incluso él, a lo que todo le suena lo más raro del mundo, porque en su cabeza de repente le surge una cuestión que hasta entonces no se había planteado, ¿qué clase de sociedad será la que alguna vez vuelva? si es que alguna vez vuelve, ¿volverán a la de antes o volverán a otra? En cualquier caso, ahora mismo, en este preciso instante, le da exactamente igual, el vino amargo está siendo capaz de dulcificar todos sus pensamientos a la vez que se desliza suavemente por su garganta.

Puede que sea el vino, pero ese comentario ha hecho sonreír a todo el grupo, tanto que cuando acaba siente las mejillas agotas, la falta de práctica ha hecho que tenga los músculos poco entrenados.

Conforme lo traen a donde están sentados le da ganas de acercarse y empezar a darle bocados, pero espera a que llegue su porción. Está noche habrá comida para todos, no le sonaran las tripas mientras duerme, hace mucho tiempo que no lo siente, pero hoy puede volver a decir sin ningún tipo de temor a equivocarse que ha vuelto a ser feliz.