Mientras se hace esas preguntas para las cuales no es capaz de encontrar respuesta, ve como Julia ha empezado a buscar algo con la ayuda de su mechero. En ese estado catatónico lo ha dejado a oscuras, ahora lo único que ve es el mechero y la sombra del cuerpo de Julia moverse de un lado a otro. Tras unos largos segundos en que por culpa de la confusión se ha quedado inmóvil, recupera el control sobre su cuerpo y chocándose con todo lo que se encuentra en su camino consigue acercarse hasta donde está ella utilizando la luz de su mechero a modo de faro. A Julia le tiemblan las manos, en seguida se da cuenta cuando observa la forma en que rebusca entre la estantería, en la forma en como palpita la luz que desprende el mechero.
Si hubiera sido por él, nunca hubieran salido de la habitación, y si fuera por él ya habrían dejado el tétrico almacén corriendo para volver a ella. En cambio Julia tira de él, a través de una fuerza invisible que le impide dar rienda suelta a su cobardía, a su miedo. ¿Qué es lo que estará buscando? quisiera poder ayudarla, pero no sabe que es lo que tiene que hacer para poder hacerlo, y la prohibición de hablar que hace rato tácitamente ha aceptado le impide poder averiguarlo. Menos mal que Julia al verlo llegar en seguida calma su ansiedad por no saber que hacer, haciendo suya la responsabilidad de sostener el mechero. Durante un instante se quedan a oscuras, para luego permanecer un dolor en su dedo pulgar perenne por culpa de la temperatura que tenía al encenderlo, se ha quemado, ha tenido que reprimir con todas sus fuerzas el grito que los hubiera delatado. Al menos, ya tiene un cometido, y sigue a Julia, iluminando lo que sus temblorosas manos tocan y revuelven, en la búsqueda de no sabe que, pero que ya puede encontrarlo pronto, porque la luz del mechero se está cada vez haciendo más tenue, símbolo de que su tiempo se acaba, la arena del reloj de arena está a punto de pasar completamente a su parte inferior.
De repente, en esa búsqueda sin patrón definido y que parece condenada al fracaso, aparece algo que ha llamado la atención de Julia, está mirando hacía un punto en concreto del almacén, y el imitando su gesto hace lo mismo, la luz del mechero refleja en algo metálico que cuelga de la pared, Julia se abalanza hacía ese reflejo y él, fiel escudero, se abalanza a iluminar la que ese reflejo esconde. Eso es lo que con tanto ahínco Julia estaba buscando, lo sabe por la forma que su cara se ha iluminado con una sonrisa, es tan grande que si quisiera podría dejar de apretar el mechero y guiarse ahora con ella hasta la jaula. Pero no lo hace, y sigue estrujando el poco gas que le queda para ayudar a Julia a volver sobre sus pasos, cuando llegan de nuevo a la jaula ella le pide con un gesto que ilumine la cerradura. En el llavero que han encontrado no hay sólo una llave, sino que está compuesto de un racimo de llaves, entre que las cada vez más temblorosas manos de Julia buscan la que abra la puerta. Una a una las va desechando, una a una pasan a la lista de intentos fallidos, una a una ayudan a consumir el gas del mechero que de forma inexorable se agota, hasta que por fin da con la llave correcta y consigue abrir la puerta, para pocos segundos después apagarse la luz del mechero y quedarse irremediablemente a oscuras. 
La puerta de la jaula se abre emitiendo un chirrido horrible, que termina de completar el ambiente tétrico que les rodea. Sólo les queda sus manos para poder guiarse, la única ventana que ilumina la habitación está demasiado lejos, siquiera para producir sombras. Primero pasa Julia, luego tiene que hacerlo él, forman una cadena humana de sólo dos eslabones. Él se agarra a Julia, mientras que espera que Julia sepa lo que está haciendo. Hasta que se para, sabe que han llegado a la altura de uno de los secuestrados por la intensidad de sus sollozos, sabe que Julia lo está liberando por el ruido que hacen sus manos al manipular las cadenas y los candados que las atan con las llaves que se han encontrado. Cuando oye un “clack”, sabe que el primero ha sido liberado y por fin vuelve a oír la voz de Julia en toda la noche, lo hace en forma de susurro, no sabe lo que dice, pero poco después siente como el liberado se agarra a su camiseta por la espalda. Ahora forman una cadena humana de tres eslabones. El proceso se repite uno tras otro de los detenidos, hasta que Julia consigue soltarlos a todos. En total, son catorce, en total son doce los terrícolas que han escapado, gracias a Julia y a él, de su suerte, de servir como alimento exótico de los alienígenas.
Les queda salir del almacén sin que los alienígenas se enteren. Tiene la impresión de que no tienen escapatoria, que por más que se muevan con todo el sigilo posible, su número delatará lo que han hecho, antes o después tendrán que correr de rayos láser que les pisan los talones, antes o después de salir del almacén los alienígenas se van haber enterado de lo que ha hecho, pero lo da igual mientras todo eso pase enganchado a su cintura. Julia los esta guiando hacía esa única ventana del almacén, conforme se acercan a ella, la luz artificial de la estación espacial hace que poco a poco vayan recuperando la visión y que el sentido del tacto que antes ayudaba en su huída pierda importancia, cada vez los catorce se mueven más rápido, cada vez están más cerca de la ventana, algo le dice que Julia tiene la intención de hacer que los catorce salgan por ella.