Lo que siente al verla sólo puede compararse al día que le quito las cuerdas que la ataban a una silla. Sin ella empezaba a sentirse solo. No puede evitar quedarse embobado mirando su rostro, esos mofletes sonrojados por culpa del calor y el agobio, esa cara de desconcierto que debe ser vivo reflejo de la suya. Se alegra de que al verlo sonría, el la paga con la misma moneda, y al ver como ella dirige hacía él hace lo mismo, el momento se transforma en un abrazo prolongado, hasta que Julia se separa y le pregunta:

Ve como los ojos de Julia se enturbian por culpa de las lágrimas que se acumulan en sus ojos, y cuando alcanzan su máxima capacidad lágrimas intermitentes se empiezan a escurrir por su rostro. Él también tiene ganas de llorar, también está desesperado, hace lo posible por tragar saliva a pesar del nudo que las emociones han hecho en su garganta para tratar de evitarlo, teme que si él también se rompe no quede nadie que pueda consolarlos. 

Le dice mientras con una de sus manos le seca las lágrimas. 

El momento íntimo se interrumpe, primero ha salido él, luego ha salido Julia, y al final salen por la puerta todos aquellos que entraron, exactamente de la misma forma caótica y desordenada. Los acaban rodeando, lo que sirve para que se entere de lo que está pasando, agudiza su oído, se centra en escuchar los rumores que sobrevuelan a su alrededor, le hace un leve gesto a Julia señalándole el oído para que escuche y trata de enterarse de que es lo que está pasando:

No ha dejado de mirarla a los ojos ni un segundo, y ella tampoco los ha apartado de los suyos en todo lo que ha durado la conversación de los colonos que estaban escuchando. Y cuando se apartan de ellos, y sólo vuelven a escuchar ruido a su alrededor, tampoco dejan de hacerlo.

Julia lo coge de la mano y lo saca de la multitud, y de forma decidida lo lleva a algún sitio que por ahora desconoce. No se atreve a preguntarle a donde le lleva, ni porque no se lo dice. Simplemente se deja llevar, sigue sus pasos, hace mucho tiempo que lo lleva haciendo, tiene la asombrosa propiedad de hacer que se olvide de todo aquello que no sea ella. Hasta que Julia se para, y con ella él. 
Mira a su alrededor y Julia lo ha llevado a donde la nave con la que vinieron está aparcada, no es capaz de comprender que hacen allí, espera a que Julia se lo cuente, pero extrañamente no abre la boca. No aguanta más, y cuando coge aire en sus pulmones para empezar a hablar Julia de forma súbita le tapa la boca con su mano, a la vez que con la otra le hace el signo de silencio, sus ojos si pudieran hablar le estarían diciendo que se calle. Le vuelve a coger de la mano y lo vuelve a arrastrar hacía precisamente esa nave, cree que ya empieza a entender lo que está pasando, a Julia se le ha ocurrido avisar a la Tierra desde la nave espacial en la que llegaron, pero todavía no es capaz de comprender a que viene tanto silencio. Otra vez le suelta de la mano, y con el mismo silencio ve como Julia se dirige a una escalera, que acaba poniendo en la puerta de entrada a la nave. Julia empieza a trepar por ella, y él de forma automática hace exactamente lo mismo, la puerta está abierta, pasan dentro de la nave, él sigue siguiéndola sin rechistar, ostensiblemente se dirige a la cabina del piloto. Pero esta vez la puerta está cerrada, Julia coge un extintor y se lía golpes con ella, Evaristo sabe que en eso que está haciendo puede serle de utilidad, le quita el extintor y con todas sus ansias aporrea la cerradura. Años de evolución tecnológica sí, pero los viejos remedios siguen siendo igual de eficaces y al final la pareja acaba colándose dentro. No sabe donde lo ha aprendido, pero atónito mira a Julia encender el panel de pilotaje de la nave, conecta la radio, y empieza a enviar un mensaje de ayuda a la Tierra.
– Julia: Ayuda, ayuda, una nave extraterrestre ha tomado el control de la estación espacial en Marte.